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El joyero Juan Hernández, quien vivía en Río de Janeiro, fue el encargado de fundir los casi dos kilos de oro de la copa en 1983. Los detalles del hecho
11/06/2018 - 10:49hs

Poco antes del Mundial de Inglaterra en 1966, el trofeo Jules Rimet -con el que se había galardonado a todos los campeones desde 1930- desapareció de una bóveda de un banco de Londres donde estaba resguardado.

Scotland Yard desplegó un operativo para encontrar el trofeo de 1,8 kilogramos de oro, antes de que los ladrones tuvieran oportunidad de convertirlo en lingotes para ser vendidos.

Brasil se quedó con el trofeo para siempre después de ganarlo en 1970 por tercera vez.

Y como lo había ordenado el expresidente de la FIFA, Jules Rimet, cuando Brasil ganó su tercer Mundial en México 70, el trofeo le fue entregado al país de forma definitiva.

El 3 de diciembre de 1983, una cuadrilla de ladrones brasileños, que no dio mucha importancia a "lo sagrado" del trofeo, lo sacó de su cofre blindado en la sede de la Confederación en Río de Janeiro.

Aunque el trofeo lo habían extraídos ladrones brasileños, quien había fundido la Copa y convertido en lingotes de oro para hacerla desaparecer para siempre había sido un argentino. Su nombre, Juan Hernández, indicó el sitio BBC Mundo.

Murillo Bernardes Miguel tiene 84 recuerda, casi 35 años después, la mañana del 20 de diciembre de 1983 lo llamaron para que se hiciera cargo de un caso que sus superiores consideraban delicado.

"Me dijeron el lugar: la sede de la Confederación Brasileña de Fútbol, que está ubicada en Río de Janeiro", le dijo Murillo Miguel a BBC Mundo.

"Los funcionarios de la CBF habían hecho una vitrina con un vidrio blindado para proteger el trofeo, pero la parte posterior de esa vitrina, hecha de madera, la habían pegado con cinta contra la pared", explicó Murillo.

Para los ladrones fue un trabajo sencillo. De acuerdo a la descripción hecha por los vigilantes a la policía, dos hombres ingresaron armados, redujeron al personal de seguridad y con una palanca de hierro forzaron la caja de madera y sustrajeron la Copa.

Según Murillo, al principio no había muchas pistas, hasta que apareció un experto ladrón de cajas fuertes que era conocido en Río como Antonio Setta.

"Él habló con la policía. Aclaró en primer lugar que no había tenido alguna participación en el robo y dio una explicación que parecía razonable y que después se la confirmó a la prensa: el mismo día que Brasil ganó por tercera vez el Mundial, en 1970, triunfo que le otorgó el derecho de quedarse con el trofeo, su hermano había muerto de un infarto", explicó.

Y por ese motivo, según Murillo Miguel, entregó un detalle que reveló una pista inesperada porque tenía "una conexión sentimental" con el trofeo.

"Nos dijo que a él lo había contactado un tal Antonio Pereira Alves para hacer ese trabajo".

A partir de ahí fue cuestión de días para dar con los primeros sospechosos. Entre ellos, Juan Hernández, el joyero argentino que vivía en Río de Janeiro y era conocido por su taller de fundición de oro.

De acuerdo al registro de los medios brasileños de la época, como O Globo, Hernández era un reconocido joyero que había llegado proveniente del interior de la Argentina en la década del 70.

Las autoridades, presionadas por la indignación popular que había causado la pérdida del preciado trofeo, comenzaron a interrogar a supuestos involucrados y a los pocos días se presentaron las primeras capturas.

Los reportes de la época en diarios locales, como Estadao de Sao Paulo, la policía señaló a José Luiz Vieira, alias "Bigote", y a Francisco Rocha, alias "Barba", como los dos hombres que habían entrado a la CBF y se habían llevado el trofeo.

"En ese momento, Hernández era el vendedor de oro robado más importante de la ciudad. Fuimos entonces y lo capturamos", reveló Murillo Miguel.

"Lo interrogué por varias horas. Se notaba que era alguien muy astuto, muy hábil para este tipo de procedimientos: fingía que no sabía nada", recordó el investigador.

Pero entonces las autoridades se jugaron el último recurso: el orgullo patrio.

"Una sonrisa"

Al ver que Hernández no confesaba, Murillo Miguel le dijo que "para los brasileños era una bofetada que un argentino haya convertido la Copa en lingotes de oro", señaló.

"Entonces vi que en su rostro se dibujaba una sonrisa. Ese momento fue la prueba de que lo había hecho", explicó al citado portal.

Aunque Hernández fue condenado y sentenciado a prisión en febrero de 1984 por la desaparición del trofeo, siempre negó su relación con el robo.

Y años después surgieron detalles que ponen en duda la veracidad de las acusaciones de las autoridades brasileñas sobre el exjoyero.

Tras la desaparición, la Confederación Brasileña de Fútbol mandó a hacer una réplica que tuvo un costo cercano a los u$s300 mil.

Una de esas versiones es que el tiempo que transcurrió entre que se conoció el robo de la copa y el momento en que fue capturado Hernández, fue muy poco para poder fundir un trofeo de 1,8 kilogramos y convertirlo en lingotes, agregó BBC Mundo.

De hecho, el periodista británico Simon Kuper, que hizo una extensa investigación sobre el trofeo Jules Rimet, fue más allá.

"Es imposible que ese trofeo se haya convertido en lingotes de oro porque sencillamente no era de oro puro, sino de una aleación con otros metales", escribió Kuper en el diario británico Financial Times.

De Hernández se supo poco más: cuando cumplió su condena viajó a Francia, donde según el diario La Nación de Argentina, terminó de nuevo en la cárcel por un delito relacionado con las drogas.

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