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Argentina, a punto de entrar en su quinta recesión en un perí­odo de apenas 10 años

En un país que piensa en verde, la atención está puesta en el dólar. Sin embargo, la recesión de 2018 tiene características distintas a las anteriores
24/06/2018 - 08:18hs
Argentina, a punto de entrar en su quinta recesión en un perí­odo de apenas 10 años

Los economistas definen como recesión a un período en el cual la actividad, medida por el Producto Bruto Interno, se contrae durante al menos dos trimestres seguidos.

- La primera poscrisis de 2002 fue entre el cuarto trimestre de 2008 y el segundo de 2009. Estuvo impulsada por la disputa entre el gobierno de entonces y el campo alrededor de la resolución 125, una sequía y la crisis global.La economía se contrajo 10% en tres trimestres.

- La segunda fue a inicios de 2012, producto del cepo cambiario impuesto a fines de 2011, la desconfianza de los mercados tras la reelección de Cristina Kirchner y una sequía leve. La economía se contrajo casi 5% en dos trimestres.

Las dos últimas recesiones después de la crisis de 2002 fueron las más duraderas, cuatro trimestres cada una, pero las más tenues, pues la economía "solo" se contrajo entre 3% y 4% en cada episodio, detalla el economista Marcos Buscaglia a La Nación.

- Una fue entre fines de 2013 y mediados de 2014, impulsada por el inicio de la crisis de los holdouts al final de 2013 y una fallida devaluación del peso en enero de 2014.

- La última se inició en el tercer trimestre de 2015, impulsada por la incertidumbre sobre un potencial ajuste poselecciones, y se acentuó con la salida del cepo y la suba de tarifas, ya con el nuevo gobierno.

Le economía se va a contraer al menos dos trimestres seguidos durante 2018, dando así lugar a la quinta recesión en 10 años.

La caída más fuerte va a ser en el segundo trimestre, donde se dio la tormenta perfecta: la cosecha de soja y maíz, que se realiza en ese período del año, cayó un 30% con respecto a 2017.

A esto se sumaron la crisis cambiaria y la supertasa de interés, que paralizaron decisiones de inversión y de compra de bienes durables, entre otros.

Tras que éramos pocos, la huelga de camioneros de Brasil paralizó algunas plantas productivas en la Argentina, por falta de insumos. Lo más probable es que la economía se contraiga al menos el 2% con respecto al primer trimestre.

La economía se seguirá contrayendo, aunque más suavemente, durante el tercer trimestre. Ni la cosecha ni la huelga en Brasil serán factores negativos para la economía. Solo queda la supertasa.

Para terminar con una recesión es fundamental recuperar la confianza de los inversores y los ciudadanos. Cuando falta la confianza, los argentinos dolarizamos nuestras inversiones y posponemos decisiones de consumo e inversión, lo cual acentúa la caída de la economía.

En mayo, por ejemplo, la fuga de capitales fue récord histórico en este siglo, con u$s4.616 millones. Esto es más de dos veces y medio el promedio mensual de fuga de capitales que hubo en 2017, que ya había sido el más elevado desde 2008.

El Gobierno tomó medidas suficientes como para terminar con una crisis que, en parte, fue autoinfligida.

Las medidas incluyen el acuerdo con el FMI, para garantizar que tendremos financiamiento de nuestro déficit fiscal, el ajuste de las metas fiscales, para apurar la llegada al equilibrio primario y la suba de tasas de interés, para hacer más atractivas las inversiones en pesos y disminuir el ritmo de dolarización de las carteras.

Además, hizo cambios muy requeridos en el equipo económico, fortaleciendo al ministro de Hacienda y cambiando a la cúpula del Banco Central (BCRA).

Más allá de lo que uno opine sobre el accionar de Federico Sturzenegger y su equipo en el BCRA, lo cierto es que habían perdido la confianza del mercado. Sin credibilidad, no se puede hacer política monetaria.

El primer paso para recuperar confianza es estabilizar el tipo de cambio, algo que tiene muy claro la nueva conducción del Banco Central.

La Argentina es una economía dolarizada: pensamos en dólares, ahorramos mayormente en dólares e intercambiamos muchos bienes en dólares. Dada esta realidad, cuando hay mucha volatilidad o incertidumbre sobre el tipo de cambio, la economía se paraliza.

Estabilización no significa quietud. Significa terminar con las fuertes variaciones que se experimentaron en las últimas semanas. Si las monedas de países emergentes, como por ejemplo el real brasileño, se deprecian contra el dólar, no quedará otra que permitir la depreciación del peso, pero no bruscamente.

Este paso ya comenzó a lograrse la semana pasada, en la que el Banco Central ganó la pulseada contra el mercado.

El segundo paso es que bajen las tasas de interés. La primera etapa de este proceso debería ser iniciada por los mercados. Si el programa implementado por el Gobierno es exitoso en generar credibilidad, el llamado riesgo país debería bajar.

Con tasas más bajas, el impulso a la inversión es mayor. Este proceso comenzó, pero demasiado tenuemente todavía. Quizás el mercado esté todavía esperando a ver si el Banco Central logra domar por más tiempo al tipo de cambio antes de lanzarse a comprar activos argentinos.

A la segunda etapa la debería iniciar el Banco Central, bajando su tasa de política monetaria. En mayo, la tasa subió al 40% para ayudar a parar la corrida. Una vez estabilizado el tipo de cambio, la tasa podrá ir disminuyendo a niveles todavía elevados, pero no tanto como ahora.

La salida de la recesión de 2018 va a ser inicialmente lenta. Si se cumple el ciclo de estabilización de tipo de cambio, baja del riesgo país y baja de tasas de interés del Banco Central, el panorama estará más despejado para que la economía retome impulso. El proceso llevará un tiempo, así que será lento.

Además, algo de daño sobre el crecimiento es irreversible. La recesión de 2018 aumentó la percepción de que el Presidente podría no lograr su reelección en 2019. Ante la posibilidad de una reversión de políticas al populismo, el capital espera. La tasa de inversión será menor que si la recesión no hubiese existido.

La normalización del clima, que promete una cosecha récord en 2019, más un aumento del gasto en infraestructura antes de las elecciones, permitirán que la economía gane impulso hacia mediados de 2019.

La recesión de este año difiere de las anteriores en varias dimensiones. Será más corta y más suave. La salida será inicialmente parecida, pero luego más fuerte gracias a la cosecha.

En las recesiones anteriores, el peso se depreció durante la caída de la actividad. Este episodio, en cambio, fue impulsado por una depreciación inesperada del peso, luego de lo cual no debería haber ajustes adicionales, a menos que la situación global o la de Brasil se deterioren mucho.

Para dejar de ser campeones mundiales en recesiones, la receta es clara. Se requiere tener una posición fiscal sólida, recrear un mercado de capitales local profundo y fortalecer la independencia del Banco Central. También es imperante disminuir el gasto público y la presión impositiva, para que el sector privado gane más dinamismo y aumenten la tasa de crecimiento y las exportaciones. El camino es claro, solo no tenemos que improvisar.

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