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Divisadero, un viaje sin escalas al pasado del parador más famoso de la costa

Tato Giovannoni, célebre y multi premiado bartender argentino, busca revivir un clásico que marcó su infancia y a toda una generación
13/07/2018 - 18:23hs
Divisadero, un viaje sin escalas al pasado del parador más famoso de la costa

Si cerrás los ojos y pensás en el verano de la costa argentina, seguramente sientas el olor salado del mar, el sol acariciando tu cuerpo, una voz de fondo que dice "calentitos los churros", y un estado de relajación que no se experimenta en ningún otro momento del año.Divisadero, el nuevo proyecto de Tato Giovannoni -famoso bartender argentino y creador de La floreria y el gin Apóstoles- apunta a recrear todas esas sensaciones y ofrecer un viaje a la década del ‘80 dentro del famoso parador de Cariló.

Tato nació en Pinamar y siempre tuvo una conexión especial con el mundo marítimo y es por esto que todos los proyectos que desarrolla comparten esa temática. Su papá fue dueño del reconocido parador en los años ‘80, su época dorada, algo que lo motivó a recrearlo y permitir que muchas personas lo disfruten. El spot busca despertar recuerdos positivos, mezclados con un dejo de melancolía, en aquellos que vivieron los veranos de aquella época; al mismo tiempo, se propone crear un contacto directo entre los más jóvenes y la magia de la costa.

Chula Barmaid, famosa en el mundo de la coctelería, también está detrás de este proyecto; asegura que Divisadero apunta a crear una experiencia gastronómica diferente, donde el ambiente sea distendido como en la playa y, a la vez, tenga un servicio eficiente y de ciudad.

"Queremos que los comensales puedan divertirse y relajarse como si estuvieran de vacaciones, por eso es un lugar montado para que lleguen sin reservas ni protocolos. Pueden entrar con perros y, si quieren, unir cinco mesas; funciona como un parador de playa y la gente tiene que sentir esa energía", cuenta Barmaid, sentada en una de las mesas de madera decorada con un farol para iluminar.

Cuando el ambiente del lugar está desbordado hay una regla para mejorarlo: suena una canción que todo el equipo baila y así busca descomprimir el espacio y alegrar a todos los presentes. El relax está siempre presente y tanto el estrés como las malas energías son inadmisibles.

La ambientación está sumamente cuidada y no se escapa ningún detalle. Al ingresar, lo primero que llama la atención son las famosas boyas blancas y rojas que cumplen la función de lámparas.

En el uniforme de quienes atienden las mesas predominan el celeste, blanco y rojo -colores típicos de esta época-; del mismo modo, los pisos evocan a la famosa pelota pulpo, hecha de goma con una trama de rayas blancas y bordó que los niños utilizaban para jugar. Si el día está soleado y la opción preferida es sentarse afuera, hay dos opciones para disfrutar de la experiencia playera.

De un lado se encuentran las características carpas de la playa con mesas adentro, mientras que del otro se pueden ver hamacas paraguayas y asientos de madera que transportan a los bosques de Cariló.

Si bien la ambientación cumple un rol importante, no roba protagonismo a la gastronomía y cocktelería; en ambas áreas se invierte la misma dedicación.

En cuanto a la comida, se busca tomar sabores actuales y aplicarlos a los platos de moda en aquel momento. El pasado y el presente se fusionan para formar combinaciones que nos hagan viajar en el tiempo sin dejar de probar gustos modernos.

Las papas fritas, por ejemplo, salen con un ketchup casero; los mejillones con ajo, perejil y queso gratinado por encima; el choclo a la orilla -distinto al tradicional que lleva solo manteca- en Divisadero se prepara con manteca de hierbas y puré de pimientos asados; y el queso a la parrilla sale con chutney de tomate, pesto y praliné de almendras.

Sin dudas, una parte fundamental del verano son los churros que se comen en la playa, calentitos, crocantes y con un toque de arena. Es por esto que, para coronar la experiencia, ofrecen este producto característico y lo sirven con crema pastelera, dulce de leche y chocolate. Otra de las opciones que conecta al bar con la década del ´80 es un postre que se conoce como arenero, hecho con arenado de almendras, helado y chocolate.

Los platos de un almuerzo típico de parador están siempre presentes y a todos se les ha dado una vuelta de tuerca con sabores nuevos que hacen que el paladar porteño vuelva a enamorarse de la comida de mar.

En cuanto a la cocktelería, se han propuesto revivir los tragos que estuvieron de moda y han quedado perdidos en el tiempo. Al igual que la comida, la propuesta es reversionarlos con ingredientes y técnicas actuales. Algunos de ellos son el Sex on the beach -vodka, durazno, naranja y vinagre de frambuesas-, el Tequila sunrise -tequila, naranja y jarabe de frutos rojos- y el Clericó.

Asimismo, vuelven a aparecer los tónicos, tragos secos y amargos que marcaron una época en la que no existía la cocktelería de alta gama y nos hacen viajar al pasado con solo sentir su perfume.

  

Sin dudas, pasar un rato en Divisadero es transportarse inmediatamente a las vacaciones, donde reina un ambiente familiar y descontracturado. El principal objetivo es deshacerse de los protocolos que reinan en la rutina y sentir, por un rato, la arena en los pies y la salada brisa de mar en la cara. Al final del día, el atlántico siempre llama.

Divisadero paradorAv del Libertador 3883

Jueves a Sabados de 12:00 a 03:00 hs

Domingo a Miercoles de 12 a 01:00 hs

AMBIENTE: EXCELENTE

ATENCIÓN: MUY BUENA

COMIDA: MUY BUENA

IDEAL PARA: IR EN FAMILIA/PAREJA/CON AMIGOS

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