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Fue coleccionista de arte, escritor, periodista y granjero, pero en el mundo se recuerdo por sus recetas que ayudaron a salir de la crisis del '30
20/07/2018 - 08:51hs

A pesar de sus detractores y de que sus recetas prácticas y coyunturales ya han quedado viejas, John Maynard Keynes (Cambridge, 1883-Firle, Sussex, 1946) forma parte del podio de los mejores economistas en la historia del mundo.

Pero el desgarbado inglés de de inteligencia maravillosa que fue protagonista en la crisis del '30, no se agota ahí.

"Keynes fue un funcionario, un especulador, un hombre de negocios, periodista, escritor, granjero, marchante de pintura, estadista, manager teatral, coleccionista de libros y media docena de cosas más", describió Leonard Woolf, amigo del economista y marido de la escritora Virginia Woolf, según relata el diario español ABC.

El de Woolf es un buen intento de semblanza pero incompleto.

Se trataba además de un conversador muy ameno, por su capacidad de escuchar y por sus certeros aforismos. Se arruinó dos veces y salvó las arcas británicas de la quiebra otras tantas. En su colección de arte guardaba obras de Cézanne, Picasso, Modigliani, Braque y, por supuesto de Degas, pues aprovechando los avatares de la guerra convenció al ministro del Tesoro británico a fin de que adquiriese para el Reino Unido parte de la colección almacenada en el estudio parisino del pintor.

La facilidad, el brillo de su cerebro, apabulló a eminencias de la época, como el matemático y filósofo Bertrand Russell: "Keynes tenía la mente más clara y aguda que yo haya conocido. Cuando discutía con él pocas veces acababa sintiéndome algo diferente a un estúpido".

Curiosamente, y en contra de lo que cree a veces, lo que nunca fue Keynes es socialista. Solo se movilizó políticamente a favor del Partido Liberal y albergaba mala opinión sobre el laborismo: "En el Partido Laborista casi siempre deciden aquellos que no saben de qué están hablando", se mofaba.

En otra cita añadió una observación que incluso serviría para lo que se vislumbra en la España actual: "Es un partido que desprecia las instituciones existentes y que cree que con solo suprimirlas surgirá el bien".

Keynes, un alto burgués de gustos exquisitos, jamás pretendió acabar con el capitalismo, sino utilizar la palanca del Estado para engrasar su maquinaria y así mejorarlo y salvarlo. Buscaba animar el pulso de la economía en sus fases recesivas mediante la inversión pública, apremio recogido en una de sus frases más conocidas: "A largo plazo todos estaremos muertos".

Su desprecio del marxismo era absoluto: "¿Cómo una doctrina tan ilógica y tan torpe puede haber ejercido una influencia tan poderosa sobre la mente de los hombres?".