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La última carta: plan "peronista" financiado por la devaluación pero que necesita dólar quieto

El paquete de alivio económico será financiado por la propia crisis, evita "regalarle" el dólar alto a Fernández y tiene un objetivo electoral explícito
15/08/2019 - 07:00hs
La última carta: plan "peronista" financiado por la devaluación pero que necesita dólar quieto

Hay algo tremendamente irónico en el giro de Mauricio Macri y su anuncio de medidas de alivio: le debe la financiación del paquete a Alberto Fernández.

Porque, en definitiva, los fondos van a salir de la propia devaluación y de su traslado inflacionario, dos variables que, según el análisis del Presidente, se dispararon por la desconfianza sobre un eventual gobierno kirchnerista.

Los $40.000 millones que costará al fisco el paquete de medidas son hoy unos 645 millones de dólares. Pero claro, el viernes pasado habrían representado u$s870 millones. En otras palabras, el paquete cuesta hoy un 26% menos en dólares. Y para la AFIP, el ingreso proveniente del sector exportador –es decir, con ingreso dolarizado- aumentará en consecuencia.

En cuanto a los impuestos del mercado interno, también aumentarán por obra del reajuste inflacionario. Cuando los supermercados, los locales de ropa, los corralones de material para la construcción y las cadenas de electrodomésticos publiquen sus nuevas listas de precios, habrá incrementos que ya se prevén en torno a un 20 por ciento, como mínimo. En otras palabras, habrá mayor recaudación por concepto de IVA.

Y va a existir un incentivo para el consumo, por el hecho de que las tarifas de servicios públicos seguirán planchadas, como también lo estará el precio de la nafta.

A los anuncios sobre Ganancias, plazos para Pymes, alivios para empresas y dinero extra para asalariados, desocupados, empleados públicos y beneficiarios de planes sociales, ahora están en estudio otras que atenderán situaciones específicas, como asistencia a economías regionales.

Fue sintomática la reunión que mantuvo Macri con los gobernadores de Mendoza y Jujuy, dos provincias ganadas en 2015 por Cambiemos y que, después de las PASO, están en riesgo cierto de pasar a manos del peronismo.

En definitiva, un paquete de medidas cuyo objetivo va mucho más allá de mejorar el humor social y reconciliar a Macri con ese electorado que lo había votado y que, decepcionado, ahora le dio la espalda. Porque hay un segundo efecto también importante políticamente: este paquete de medidas era el plan que le quedaba servido en bandeja a Alberto Fernández.

Con sello peronista

Lo indica la historia: recibir un gobierno con un dólar alto –producto de la devaluación que hizo el mandatario saliente- es una de las mejores situaciones en las que se puede encontrar un presidente argentino. Fernández lo sabe mejor que nadie porque vivió esa experiencia en 2003: con la competitividad recuperada por un dólar súper alto y con los déficits en vías de licuación, la recuperación económica fue mucho más factible.

Políticamente hablando, es una situación ideal: el nuevo presidente puede beneficiarse de los efectos reactivantes de la devaluación –así como de la licuación de déficits- sin tener que pagar el costo de haber tomado la medida.

Mejor aun, la misma devaluación le facilita los recursos con los cuales anunciar un plan que mejore nominalmente los ingresos en pesos, y se puede presentar la situación como una emergencia para reparar una "herencia maldita".

Macri percibió cuál era el riesgo. No solamente está al borde de perder la presidencia, sino que además puede quedar como el causante de un caos económico y financiero y que sea su sucesor quien inicie el mandato con un paquete de medidas de emergencia que causen una sensación de alivio y una reactivación de corto plazo en el consumo.

Eligió una estrategia a todo o nada. No está exento de riesgo, porque puso en juego su discurso de austeridad y de responsabilidad fiscal. Si bien se aclaró que el paquete no implica un cambio en el compromiso de "déficit cero", lo cierto es que las medidas se alejan mucho de la ortodoxia económica y ya están generando advertencias desde los economistas de tendencia liberal, que advierten riesgos de hiperinflación.

En definitiva, lo que hizo Macri podría perfectamente calificarse como una estrategia peronista. Pone la prioridad en el corto plazo, toma provecho de una crisis cambiaria para tratar de reimpulsar el mercado interno y, para hacer presentable políticamente la situación, culpa a otro por haber generado la devaluación.

Es una situación que hasta tiene similitud con la que vivió Axel Kicillof al asumir como ministro de economía en el verano de 2014. Convalidó una devaluación, culpó públicamente a Juan José Aranguren –entonces presidente de Shell- por haber iniciado la corrida y luego aprovechó el oxígeno que le daba la corrección cambiaria para reimpulsar el consumo.

Todo al corto plazo

Como suele ocurrir con los planes que se realizan en medio de una devaluación, su aspiración es de corto plazo. Un motivo es de índole económico: la inflación termina rápidamente por erosionar las subas nominales. Además, tarde o temprano hay que actualizar las tarifas.

Lo dejaron en claro los economistas que cuestionaron el efecto del "día después". Por caso, Marco Lavagna, refiriéndose al congelamiento de 90 días en la nafta, preguntó qué pasaría con el precio el día 91. Era una pregunta retórica, porque todos entienden que habrá una fuerte corrección, pero en la Argentina de hoy tres meses son larguísimo plazo.

El otro motivo por el que el plan es de corta duración es político: su aspiración es electoral y no es casual que los bonos extraordinarios para empleados públicos y para los informales se paguen en los dos meses previos a la votación de octubre.

El "plan peronista" de Macri tiene sus riesgos. El más obvio es que genere rechazo de sus propios seguidores, porque echa mano a medidas que pueden interpretarse como de irresponsabilidad fiscal.

Y, además, hay cierto consenso en que se tomaron a destiempo. Por lo pronto, los empresarios convocados al pre-coloquio de IDEA calificaron las medidas como "tardías" y se mostraron más preocupados por conocer definiciones de Alberto Fernández.

La parte positiva es que el anuncio de medidas mostró al Presidente otra vez con el control de la situación, algo que tras la conferencia del lunes había sido puesto en duda.

Todo depende de que el dólar frene

Pero por sobre todas las cosas, hay un factor fundamental que es el que terminará por marcar el fracaso o el éxito: el dólar.

Para que el plan funcione correctamente, es condición esencial que el dólar se estacione. Lo dejó en claro el ministro de Producción, Dante Sica, en la conferencia de prensa en la que dijo que esta semana tenía que encontrarse el nuevo nivel de equilibrio.

El consenso es que  tiene que terminarse la volatilidad, porque de otra manera no hay forma de que los comercios tengan precios de referencia. En otras palabras, sin dólar quieto no se puede reiniciar el consumo, que es el objetivo de inyectar dinero en este momento de la economía.

Si el dólar se estabiliza, el plan podría darle a Macri su última esperanza para seguir en carrera.

Lo cierto es que la población ya asimiló que habrá un nuevo nivel de dólar alto, de manera que lo único que le queda al gobierno es tratar de sacar provecho del efecto positivo de recuperar competitividad.

Nadie cuestiona ese punto. Como se encargó de recordar el propio Alberto Fernández después de su charla telefónica con Macri, lo que ocurre ahora es porque el tipo de cambio estaba "contenido artificialmente".

Pero estabilizar al dólar es, acaso, la parte más difícil. Y se pone a prueba la habilidad de la mesa de dinero del Banco Central para lograr un nuevo equilibrio sin que eso implique "quemar" las reservas ni secar en exceso la plaza de pesos.

Finalmente, aún cuando el paquete de medidas salga bien, eso no asegura la recuperación electoral de la coalición de gobierno. Hay varios desafíos desde la comunicación política, por caso explicar que no es que "había plata pero no querían repartir", sino que se continúa en una situación comprometida con las cuentas fiscales.

No parece fácil, ni por el poco tiempo que resta para las elecciones ni por la complejidad del momento. Pero evidentemente Macri tomó la decisión de no irse sin dar batalla ni intentar ganar en la revancha de octubre, aunque haya perdido por goleada en el primer partido.

Y, para recuperarse de una situación adversa, tomó nota de los antecedentes históricos. Desde su silencio autoimpuesto, es probable que Cristina Kirchner haya valorado positivamente el anuncio.

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