Cambio de época: ¿el electorado dejó de confiar en el peronismo para que le mejore su situación económica?
A veces la mejor explicación de lo que pasa en Argentina viene desde afuera. En los últimos días, apareció un original insulto político en los debates de Estados Unidos: "American Peronist". Es la forma en que Scott Bessent descalifica a sus opositores del partido Demócrata a la hora de debatir sobre el presupuesto y las prioridades del gasto público.
Y ese simple hecho marca hasta qué punto el gobierno de Javier Milei se ha transformado en un experimento que concita la curiosidad mundial. Pero, además, es también un síntoma elocuente sobre cómo ha mutado la forma en que el peronismo es percibido en Argentina y el mundo.
El secretario del US Treasury no tuvo que entrar en detalles sobre cuestiones internas de Argentina para que el público norteamericano entendiera su chicana: al usar el término "peronista" como calificativo denigrante a sus rivales del ala "progresista", todo quedaba claro.
Según esa visión, el peronismo ya no se asimila a los valores de solidaridad, de trabajo, de uso de la maquinaria estatal como herramienta de progreso, de defensa de la cultura nacional. Por el contrario, lleva implícita la noción de caos financiero, de "terraplanismo" económico, de clientelismo político y de corrupción. Hasta quedó alineado con la agenda "woke", contrariando su origen tradicional, conservador y católico.
Y, sobre todo, perdió su halo de ser la principal protección de los pobres. Una de las descripciones más contundentes vino nada menos que de la biblia del capitalismo, The Wall Street Journal, que escribió: "Las villas miseria -slums- de Argentina abandonaron al peronismo".
Cristina y el cambio de vereda de Trump
Lo irónico de la situación es que Cristina Kirchner siempre dejó entrever una oculta admiración por la heterodoxia de Donald Trump, con su proteccionismo de la industria nacional y sus peleas con la Fed por el nivel de las tasas de interés.
El año pasado, en una de sus cartas públicas a Javier Milei, la expresidenta señaló una contradicción entre el discurso de Milei y las tendencias imperantes en el mundo. Para Cristina, hay un "resurgimiento de los nacionalismos y del proteccionismo económico". Y agrega que esos líderes con los que Milei gusta de reunirse son, precisamente, los que más se alejan de los postulados libertarios.
"Está en las antípodas de su pensamiento económico. Es nacionalista, absolutamente proteccionista y es su antítesis hasta en lo personal", le decía Cristina a Milei, días después de la elección de Trump.
Y no era la primera vez que la líder kirchnerista aludía al parecido entre los postulados del peronismo y la política de Trump. En la campaña electoral de 2019, le recomendó al entonces presidente Mauricio Macri: "Sería bueno que aquellos que viajan tanto para allá y escuchan tanto lo que les dicen allá, imiten lo que hacen allá".
En un discurso que sorprendió a sus propios militantes, Cristina no escatimó elogios sobre la gestión Trump: destacó que bajo su presidencia Estados Unidos había logrado el desempleo más bajo de los últimos 50 años, en el marco de "una economía que vuela".
En síntesis, si alguien le preguntaba a quién se parecía más al peronismo, Cristina no habría vacilado en señalar a Trump antes que a los demócratas. Irónicamente, hoy el gobierno de Trump utiliza "American Peronist" como expresión de profundo desdén.
Milei gana la batalla cultural: Inflación, enemiga del bolsillo
Esta situación ilustra el tono de la discusión interna en el peronismo tras la derrota. La polémica va más allá de los nombres de los candidatos o de si fue acertada la estrategia de Axel Kicillof de separar la votación provincial de la nacional. Es, más bien, un debate que va al centro de la identidad del peronismo: si debe continuar atado a los valores del kirchnerismo o si tiene que reconocer la necesidad de un cambio.
Entre los principales temas de la discusión figura el enfoque del déficit fiscal. Durante años, Cristina no solo minimizó la gravedad de ese déficit, sino que hasta llegó a ponderarlo como una herramienta válida para momentos de crisis. Desde ese punto de vista, el gasto público iba en línea con la visión "keynesiana" que proclama que el Estado debe ser la locomotora de la actividad y lubricar el consumo.
Y el peronismo acaba de descubrir que Milei ganó una batalla cultural: la de que el déficit fiscal es nocivo y es el causante directo de la inflación. Por eso, a la hora del diagnóstico, los dirigentes que piden una renovación reclamaron que el combate contra la inflación deje de ser una bandera "de la derecha" y pase también a ser un objetivo del peronismo.
Lo expresó con elocuencia Juan Zabaleta, ex intendente de Hurlingham y ex ministro de Desarrollo Social: "Es lógico lo que pasó, porque el peronismo no pudo todavía explicar el 2023, porque no hubo una sola autocrítica de cara a la sociedad de dejar un 211% de inflación".
De hecho, para muchos analistas, el resultado electoral se explica más por el temor al caos inflacionario que por un apoyo entusiasta a Milei. "Bastantes de los que votaron por la Libertad Avanza lo hicieron porque el peronismo les resulta aterrador", sintetiza Jaime Durán Barba.
Y lo cierto es que, como queda claro ahora, una inflación de 20% al mes es una experiencia traumática, y dos años es un lapso demasiado corto para olvidarla. Aquel final de 2023, en el que el comercio estaba paralizado porque era más rentable para las empresas acumular stock antes que vender, en el que la clase baja huía del peso comprando alimentos no perecederos y la clase media se atiborraba de "dólar blue", jugó un rol protagónico en la decisión del voto.
Es algo que se empezó a reconocer en el debate interno. "Al peronismo hace muchos años que le parece que es lo mismo tener inflación que no. Y la gente te dijo que mejor no. Que hay una valoración de una parte de la sociedad que hoy puede comprar en cuotas y que encima tiene el dólar barato para comprar barato cosas de cualquier parte del mundo", argumentó Roberto Navarro, uno de los principales referentes mediáticos del kirchnerismo.
El anacronismo del voto "anti yankee"
El resultado electoral evidenció, también, que hay un cambio de época. La apelación al sentimiento nacionalista y el rechazo al "imperialismo yankee" como argumento electoral se revelaron como algo anacrónico.
Cuando se produjo la intervención del US Treasury "comprando pesos" en el mercado argentino, y cuando Trump empezó a opinar abiertamente sobre la campaña electoral argentina, la reacción inicial del peronismo fue la de plantear esa ayuda como un síntoma de la debilidad de Milei.
Pero el presidente reivindicó la postura opuesta: que si la primera potencia mundial demostraba ese inédito interés por la situación interna argentina era, precisamente, porque le parecía que el proyecto merecía ser apoyado.
Cristina Kirchner reflotó el viejo eslogan electoral de 1946 –"Braden o Perón"-, en alusión al entonces embajador estadounidense- que le permitió la primera victoria a Juan Domingo Perón. Y planteó que la nueva disyuntiva era "Trump o Perón".
"Algunos pretenden volver a los tiempos en los que la soberanía argentina se decidía en una embajada", chicaneó la líder kirchnerista, quien calificó a Milei como "el empleado del mes de Donald Trump". Pero el argumento nacionalista sólo llegó al núcleo duro de peronistas veteranos que mantienen el lenguaje "setentista", y que son los que apoyan la agenda de combatir a las inversiones extranjeras en la minería y la energía.
Para la generación joven, en cambio, esa apelación no dice mucho: habituada a consumir la cultura estadounidense, a la que ve como un aspiracional de estilo de vida, no se sintió interpelada por el discurso anti-norteamericano.
Peronistas que votan con el bolsillo
En definitiva, el resultado electoral demostró que Milei acertó en su estrategia de agitar el fantasma del kirchnerismo. Aun cuando los economistas rechazaran el argumento de que los 1.500 puntos de riesgo país se explicaban enteramente por el "riesgo kuka", el presidente comprendió lo que afirman los politólogos: que el miedo es uno de los motores más poderosos en la política.
Por eso, la advertencia de que "si la libertad no avanza, Argentina retrocede" fue decodificada en clave económica. Milei logró que su nombre quedara asociado a la estabilidad, antes que al ajuste o a la corrupción. El peronismo no pudo evitar que su nombre quedara asociada al caos financiero.
Tanto fue así que, en el peronismo, se admite que hubo votantes históricos del PJ que votaron por Milei porque sus comercios o empleos corrían peligro si el lunes post electoral se producía un salto devaluatorio y un contagio a los precios.
Claro que nada de lo ocurrido en la elección implica que el peronismo no pueda volver al poder en 2027, como quedó demostrado muchas veces. Pero tiene por delante un desafío cultural: tal vez nunca con tanta intensidad como hoy, el peronismo se vio desafiado a demostrar que no es sinónimo de peligro.