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De Sócrates a la actualidad, cómo actúan los líderes en tiempos de crisis

Cómo cambió a lo largo de los años el concepto de liderazgo y qué características y conjunto de expectativas configuran este rol hoy en día
25/04/2019 - 07:44hs
De Sócrates a la actualidad, cómo actúan los líderes en tiempos de crisis

Muchos pensadores, autores literarios, expertos en gobierno, psicólogos se han ocupado del tema de liderazgo, pues del éxito de su gestión depende el buen desarrollo de una sociedad, la concreción de sus objetivos, la realización de cada individuo en su forma ideal, en una palabra la obtención del bien común.

Si bien se dedicaron más a la observación de la sociedad en general, alguna de sus conclusiones son aplicables también a los pequeños grupos, a las iniciativas privadas y por ello a las empresas.

Los griegos de la Antigüedad clásica, aunque su legado se haya perdido como conocimiento para la mayoría, hacían prevalecer los valores del saber, la audacia, la belleza, la energía, el entusiasmo, la búsqueda curiosa de la verdad.

"Crisis" para ellos era simplemente "cambio". Buen líder era aquel que sabía reconocer en el fluir de los tiempos cambiantes, una oportunidad y una solución creativa, práctica, adaptativa.

Aunque sus ideas autocráticas ya no sean válidas, los antiguos griegos son, en lo cultural, la espina dorsal de nuestros valores actuales en lo individual y social. Proponían el gobierno de una elite especialmente educada.

En Sócrates, retomado y aumentado por Platón, aparece otra idea genial, totalmente presente: el saber de algunos, especial, inteligente, provoca misteriosamente en los individuos particulares una movilización hacia el bien común y un tipo de cariño hacia el líder que va a propiciar el respeto, la obediencia voluntaria, el actuar en conjunto.

Por su parte, los romanos embarcaron en su acervo de valores a los griegos, pero agregándoles algo que era natural a su pueblo en las buenas épocas de la expansión del imperio: un sentido de la austeridad, del estoicismo, de la lealtad y una incipiente idea de nación o identidad grupal.

El Cristianismo aportó a las costumbres bárbaras de los pueblos europeos el sentimiento de la igualdad de todos ante una autoridad espiritual superior y dulcificó en muchos casos las costumbres orientándolas, en el mejor de los casos, hacia la compasión y el amor al prójimo como obligación moral.

Finalmente, nuestra actual modernidad, después de muchas vueltas y revueltas, guerras y luchas por los derechos humanos, refinó los valores del pasado adjudicándole al sujeto un pleno uso de su libertad y albedrío en el marco de la ley, revalorizando y retribuyendo equitativamente su trabajo, exaltando su creatividad y productividad individual.

Es en la figura del líder que queremos ver representados esos valores supremos. Quizás no todos al mismo tiempo, ciertamente no se han realizado plenamente hoy, pero constituyen el horizonte valorativo con que juzgamos a un semejante que nos va a guiar, en las buenas y en las malas.

El reconocimiento de esas capacidades en algunas personas provoca en el grupo lo que Freud llamó "transferencia", el deseo de re-encontrar en esa persona íntegra y honesta un sustituto parental adulto, reactualizado, en quien depositar nuestra confianza y con quienes queremos colaborar con entu-siasmo y energía aún en los momentos más complicados.

No es la fría eficacia o el poder económico del otro lo que llama a la transferencia, (esto último más bien provoca apatía, indiferencia), sino el contacto humano cálido, que comprende nuestras necesidades y sensibilidades, preservando con respeto la distancia profesional, y que nos apoya en las dificultades, lo que la convoca y la mantiene vigente.

Frecuentemente olvidamos que los valores comunes no son un listado de circunstancias externas idea-les con el que se puede cumplir o no, sino el motor esencial de nuestro psiquismo, que impulsa, humaniza, nos hace aspirar a un futuro mejor.

En las empresas de hoy, los buenos líderes son personas que inspiran, que motivan, que saben sacar lo mejor de su gente, que logran llevar a las personas a su mejor versión. El líder trabaja para su gente y no su gente para él, está al servicio de ellos para que entre todos alcancen las metas deseadas.

La cuestión de los valores es fundamental, ya que debe representarlos y vivirlos, no solo enunciarlos, debe predicar con el ejemplo.

Es el líder el que puede darle un propósito a los objetivos que se quieren lograr, y siempre eso estará más allá que la meta concreta.

El dar lo mejor de sí mismos, realizar el trabajo con seriedad y dedicación, respe-tando nuestros valores de sana competencia, tratando de superarse en cada momento.

La satisfacción debe venir no solo de conseguir el cliente, el contrato, la cuenta, sino de haber hecho un trabajo valioso y consciente. Es lo que llama Fred Kofman "el éxito más allá del éxito". Por ello es que el líder en circunstancias adversas, transmite este concepto de trabajar con valentía, de ser creativo y mirar caminos alternativos, que en circunstancias normales no tomaríamos.

Son las circunstancias adversas las que más nos permiten aprender y descubrir maneras de hacer las cosas en forma diferente. El líder aprecia y muestra la riqueza que ofrece un camino más empinado, y la satisfacción de poder recórrelo y superarlo.

Se trata de mostrar un optimismo realista, de formar equipos resilientes, que no se detienen ante los problemas, que pueden perseverar y que saben que aunque no se consigan los resultados previstos, el deber estará cumplido y formará mucho mejores profesionales solo por haberlo intentado. Si se consigue además el objetivo para la organización, el éxito será total.

Se trata de poner al ser humano por delante de todo proyecto. Si bien la razón de las compañías es obtener ganancias, esto se logra a través que equipos de gente. Estas personas tienen una vida cuya gran parte está invertida en alguna actividad laboral. No trabajan solamente para mantenerse, sino para realizarse, hacer algo útil, en última instancia, trascendente. Por ellos los líderes deben ser muy conscientes que están conduciendo a personas con diferentes problemáticas y aspiraciones, que pretenden ser lo más felices posibles. Los logros laborales los ayudan a serlo.

Los tiempos de crisis complican la consecución de objetivos organizacionales. El líder debe transformar este tiempo difícil en nuevas oportunidades, poner la energía en traspasar los obstáculos sabiendo que será complicado vencerlos. Con esta actitud positiva, determinada y entusiasta, seguramente se podrá llevar adelante al grupo hacia excelentes resultados.