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Siemens nombró un nuevo CEO y busca dejar atrás el escándalo

El elegido es Peter Lí¶scher, ex directivo de los laboratorios norteamericanos Merck. Enfrenta el desafí­o de sacar al gigante alemán de la crisis
21/05/2007 - 14:01hs
Siemens nombró un nuevo CEO y busca dejar atrás el escándalo

El austrí­aco Peter Lí¶scher, de 49 años, fue nombrado ayer presidente y CEO de Siemens.

El directivo elegido para relevar a partir de julio a Klaus Kleinfeld y sacar a Siemens de la profunda crisis creada por una cadena de escándalos de corrupción –con supuestos sobornos millonarios para obtener contratos–, es un perfecto desconocido en el mundo empresarial alemán y por eso causó una sorpresa enorme.

Gerhard Cromme, presidente del consejo de Vigilancia de la compañí­a con sede en Munich presentó ayer a Lí¶scher como "alguien que conoce Siemens desde fuera desde hace años".

Trayectoria
Siemens, sinónimo en el mundo entero de la tecnologí­a alemana, será pilotada por un directivo que durante los últimos doce meses ha sido responsable de la división de "salud humana" en la multinacional farmacéutica MSD.

Anteriormente habí­a trabajado en la filial japonesa de Aventis, en la quí­mica alemana Hoechst –en España y EE.UU.–, y en la mas directa competidora de Siemens, la americana General Electric. El nuevo jefe de Siemens aporta pues un alto grado de experiencia internacional.

Siemens está sumida en una crisis de dirección desde hace un mes. El 19 de abril Heinrich von Pierer presidente del órgano de control tiró la toalla. El 25 de abril Kleinfeld presentó su dimisión como máximo ejecutivo, al conocer que el consejo de Vigilancia no se avení­a a prolongar su contrato. Hasta ahora no hay indicios inculpatorios para Kleinfeld, pero hay sumarios abiertos en varios paí­ses.

El nombramiento de Lí¶scher, economista de profesión, fue bien acogido por el comité de empresa y el mayor sindicato del sector, IG Metall, y por las asociaciones de inversores.

Pero al directivo austrí­aco no le espera un camino de rosas. Lí¶scher es el primer presidente de Siemens que no procede de la casa. Lí¶scher tiene experiencia en Norteamerica, en Oriente Medio y, sobre todo, no es un hombre de la "Deutschland AG" -la sociedad anónima alemana, sinónimo de complejidad y enlace con el resto de la industria y banca nacional-.

El padre de tres hijos tendrá ahora que cuidar de un grupo con 470.000 empleados en 190 naciones.

Al borde del abismo
Entre el 19 y 25 del pasado abril Siemens perdió las dos cabezas dirigentes de la multinacional: el presidente del consejo de vigilancia Heinrich von Pierer, de 66 años, y su delfí­n al frente de la empresa, Klaus Kleinfeld, de 49 años.

Ambas caí­das se producen como consecuencia de las prácticas de corrupción en las que participó Siemens durante varios años para obtener contratos con cuentas secretas en paraí­sos fiscales y bancos de Austria, Suiza y Liechtenstein.

En los próximos meses varios de estos ejecutivos tendrán que desfilar por los juzgados para responder de delitos como sobornos, estafa, desfalco y similares.

La fiscalí­a alemana investiga la implicación de los ejecutivos de Siemens en sobornos por un monto de 270 millones de dólares. Sin embargo, las investigaciones de la empresa elevan esa suma a 567 millones, y una auditorí­a de una firma estadounidense hasta los 1.350 millones.

A esa cantidad podrí­a llegar también la sanción de la oficina de control del mercado de valores de EE UU, la SEC, que ha abierto un procedimiento formal contra Siemens, que cotiza en la Bolsa de Nueva York, según informó El Paí­s.

Radiografí­a
No hay un sector que el grupo no cubra: telecomunicaciones, transporte, electrodomésticos, informática, medicina, energí­a e incluso armas.

Cuando un paciente debe someterse a una tomografí­a, lo último que ve antes de que lo introduzcan en el tubo es la palabra Siemens en el aparato. Si un viajero sube a un tren de alta velocidad, la locomotora será de Siemens. El ama de casa que cambia una bombilla fundida casi con seguridad usará una Osram, una filial de Siemens.

El 12 de octubre de 1847, hace 160 años, Werner von Siemens fundó en Berlí­n un pequeño taller que pronto se convirtió en una firma puntera. Hasta 1981, siempre algún miembro de la familia Siemens presidió el consejo de vigilancia.

Todaví­a hoy uno de los descendientes ocupa uno de esos sillones y controla el 6% del capital. Unos 900.000 accionistas se reparten el 94% restante. Siemens está establecida en 190 paí­ses, con 475.000 trabajadores. Facturó u$s118 mil millones en 2006, y ganó más de u$s4.000 millones.

Escándalo
El imperio industrial sufrió un duro golpe el pasado 15 de noviembre. A partir de una denuncia anónima, 200 funcionarios de la fiscalí­a de Munich iniciaron registros en 30 sedes de Siemens, domicilios de altos ejecutivos incluidos, en busca de pruebas de desfalcos.

Casi un mes después quedó detenido el ex jefe de la división de comunicación, Thomas Ganswindt, tras descubrirse la existencia de cajas negras con grandes sumas de dinero destinadas a sobornos.

El objetivo de los sobornos era conseguir contratos en varios paí­ses. Uno de estos casos acaba de ser ventilado en la audiencia provincial de Darmstadt, que ha condenado a Andreas Kley, de 63 años, ex jefe financiero de Siemens, a dos años en libertad condicional por soborno y desfalco.

A otro ejecutivo, Horst Vigener, de 73 años, lo condenaron a nueve meses por complicidad. Vigener confesó haber sobornado a dos directivos de la eléctrica italiana Enel con seis millones de euros para conseguir la adjudicación de la venta de 12 turbinas. Kley reconoció los sobornos, pero declaró que actuó por su cuenta, sin el conocimiento de la dirección de Siemens.

Tal vez por eso el grupo endulzó su salida con una indemnización de 2,3 millones de dólares. El juez criticó con indignación que un delincuente reciba semejante premio.

Finalmente, el 24 de enero la UE impuso a Siemens la mayor multa de su historia: 567 millones dólares por pactar precios con otras 10 multinacionales.

Pocos dí­as después, el 14 de febrero, un nuevo golpe. La fiscalí­a detuvo al asesor de la empresa Wilhelm Schelsky bajo la sospecha de haber recibido durante años 45 millones de dólares sin una contraprestación palpable.

Schelsky habí­a sido representante sindical en Siemens hasta que se independizó. Llevaba una vida de multimillonario y fundó un sindicato llamado Comunidad de Trabajo de Empleados Independientes. Se trata de un sindicato amarillo que apoya las decisiones de la patronal y se opone a IG Metall. El encargado de los pagos a Schelsky era Johannes Feldmeyer, miembro de la cúpula de la multinacional y cuyo nombre se barajó para presidirla. Felmeyer dio con sus huesos en la cárcel y sólo pudo abandonarla tras pagar una fianza de 6,7 millones.

La marea creciente de descubrimientos no podí­a tardar en alcanzar a las más altas esferas. El presidente del consejo de vigilancia, Von Pierer se escudó diciendo que no estaba al tanto de nada.

Von Pierer estaba considerado un modelo de empresario. Miembro de la Democracia Socialcristiana (CSU) de Baviera, asesoró a tres cancilleres, los democristianos Helmut Kohl y Angela Merkel y el socialdemócrata Gerhard Schrí¶der. La situación se hizo insostenible y el 19 de abril Von Pierer dimitió, aunque sin reconocer ninguna culpa. Merkel le mantiene como asesor de innovación.

Ante el acoso de la SEC, el consejo inició el desmantelamiento del equipo ejecutivo. En los periódicos empezaron a aparecer nombres como posibles sucesores de Klaus Kleinfeld
cuyo contrato expiraba el 30 de septiembre.

La situación se hizo insostenible, pese a que Kleinfeld, en un intento desesperado para mantenerse, publicó los excelentes resultados de Siemens en su último trimestre. No sirvió de nada. Ante el creciente desprestigio, Kleinfeld optó por renunciar a renovar su contrato y declaró que está dispuesto a dejar el cargo en cuanto haya sucesor.

Según El Paí­s, la no renovación del contrato de Kleinfeld es una concesión a la oficina de control del mercado de valores de EE UU, un intento de evitar un sanción millonaria. El futuro jefe de Siemens se enfrenta a una tarea ciclópea. No bastará con gestionar el gigante: tendrá que renovar toda la cultura empresarial, podrida por años de prácticas criminales.

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