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Mejor no hablar de ciertas cosas: los temas "tabú" que no menciona la oposición y dan aire al relato K

Pese al deterioro de la economía, los candidatos opositores evitan referirse a algunos temas por ser "pintavotos". Así, no logran sacar rédito electoral 
05/08/2013 - 10:00hs
Mejor no hablar de ciertas cosas: los temas "tabú" que no menciona la oposición y dan aire al relato K

Cualquier "gurú político" especializado en asesorar a candidatos daría lo que fuera por ser contratado para armar la campaña de un opositor que enfrenta a un gobierno que lleva una década en el poder y con una economía en rápido deterioro.

Es que, a primera vista, nada podría parecer más favorable: la combinación del desgaste político, sumado a la inquietud que trae un rumbo económico que evidencia problemas, allana el camino de cualquiera que quiera enfrentar al kirchnerismo.

Alcanzaría con mencionar el creciente déficit fiscal, la inflación, la alarmante caída de reservas del Banco Central, el atraso cambiario -que erosiona la competitividad de las empresas- y el serio riesgo de que las distorsiones del "modelo" terminen con un mega-ajuste del dólar impuesto por el propio mercado.

Pero aquí, en la Argentina, el manual de campañas políticas que se usa en todo el mundo no necesariamente aplica.

Más bien, en vez de la clásica consigna "Es la economía, estúpido", el lema que parece guiar a los opositores argentinos es el de tener sumo "cuidado con los tabúes económicos".

Ocurre que en los comités de campaña saben que hay determinados temas que no pueden ser mencionados por "piantavotos".

El primero es el de avanzar en un ajuste fiscal. Todos critican la inflación, pero se cuidan de no profundizar mucho respecto de cómo la bajarían, porque eso supondría admitir un exceso de gasto público.

Y eso le da pie al kirchnerismo para que acuse a la oposición de querer enfriar las obras públicas, salarios y consumo. Entre los economistas se palpa cierta resignación ante este escenario.

"Para la oposición es sumamente difícil argumentar que se podría estar muchísimo mejor, de no haber sido por la gestión de este Gobierno", apunta Enrique Szewach.

Y agrega que esta situación limita las posibilidades de explotar los puntos débiles de la política económica oficial: "Quien toque el tema de la inflación tiene que hablar de ajuste, y eso está vedado en una campaña".

Szewach señala que "por eso la oposición cae en proponer una solución mágica gradualista, mientras que el oficialismo sale beneficiado al comparar la actualidad con la crisis del 2001".

Mala palabra que empieza con "D"

El segundo gran tabú electoral es el dólar. A pesar de que todos los analistas han diagnosticado la existencia de un severo atraso cambiario, nadie osa mencionar la palabra "devaluación".

Los pocos que lo han hecho -siempre economistas, nunca políticos- se arriesgan a ser defenestrados.

Como le pasó a Federico Sturzenegger, presidente del Banco Ciudad y asesor económico de Mauricio Macri, quien dijo públicamente que el dólar debería subir un 40% para que su cotización se ajuste a un tipo de cambio más realista con la inflación acumulada. 

Incluso, para varios analistas su estimación hasta puede considerarse moderada, porque implica un tipo de cambio de equilibrio en alrededor de $7,60, bien por debajo de los $8,75 al que cotiza el dólar paralelo.

Sin embargo, la ola de críticas fue tal que en su propio partido le pidieron que se abstuviera de hablar del tema.

Es que, por más que el país haya vivido repetidas veces los efectos negativos de un atraso cambiario (como el alto desempleo) la devaluación sigue siendo un tema tabú, porque implica en el corto plazo la pérdida de los beneficios de un dólar barato, tales como la posibilidad de viajar o de comprar bienes importados.

Conocedora de esta situación, Cristina Kirchner destaca los beneficios asociados a esta política, como el hecho de que se batió un récord de siete millones de argentinos que vacacionaron en el exterior.

Y hasta suele provocar a los opositores para que se definan respecto de qué harían con el tipo de cambio, si estuvieran en el poder.

La respuesta de Ricardo Delgado, asesor económico de Sergio Massa, es elocuente en su ambigüedad: "Estamos en contra de las devaluaciones bruscas, porque somos peronistas y sabemos que eso genera pérdidas en los sectores más vulnerables".

Además, se manifiesta en contra del cepo cambiario, pero no explica cómo resolvería las restricciones a la compra de divisas sin hacer, al mismo tiempo, una corrección del tipo de cambio oficial.

Lo cierto es que, a pesar de que la imposibilidad de comprar dólares es uno de los temas que más irrita a los argentinos, los opositores prefieren no profundizar en el debate, para así evitar sospechas y no ser tildados de "devaluadores".

Lo mismo ocurre con las tarifas congeladas de los servicios públicos, calificadas por los economistas como una bomba de tiempo.

El costo oculto de este subsidio ha sido el de una caída en las inversiones que dejaron al sistema eléctrico al borde del colapso y que obligarán a importar combustibles por más de u$s12.000 millones.

Sin embargo, en plena campaña electoral, nadie se atreve a decir lo obvio: que en algún momento habrá que corregir las tarifas.

Y el Gobierno lo sabe, a tal punto que convirtió este tema en una fortaleza: se jacta de darle a la población los servicios más baratos de la región y alerta sobre el riesgo de que ese beneficio se corte.

"En ninguna parte de nuestra plataforma figura el cambiar esta política. Contrario a eso es lo que opinan todos los opositores: modificarla, tender nuevamente a lo que llaman ‘spots parity'. ¿Saben lo que quiere decir?: dolarizar las tarifas", dijo a la oposición en tono provocador el ministro de Planificación, Julio De Vido. Y nadie le contestó.

Un relato rendidor

En las filas kirchneristas existe la íntima convicción de que, pese a los problemas que aquejan a la gestión gubernamental, el "relato" sigue dando rédito.

Es decir, hay una clara dificultad de la oposición para presentar una alternativa atractiva, lo cual contrasta con la habilidad discursiva del oficialismo, para el cual sigue siendo buen negocio apostar a la polarización de la opinión pública.

Al respecto, Fernando Braga Menéndez, un publicista muy vinculado con la comunicación kirchnerista, diagnostica. "Toda la gente que dice que el país está dividido tiene razón. Es que este Gobierno vino a transformar todo aquello de los que nos quejábamos los argentinos, eso de ser los número uno en riesgo país, en endeudamiento, en desempleo".

En cuanto a la economía, en las filas k hay confianza respecto de que el escenario seguirá jugando a favor del kirchnerismo.

El diputado -y ex viceministro de Economía- Roberto Feletti admite que, aunque haya un menor nivel de consumo que el que tiñó la campaña presidencial de 2011, "por la economía hoy día nadie dejaría de votar al Gobierno".

Para Feletti, si bien es cierto que "la gente está expectante", eso no será motivo de retaceo de apoyo. "Por eso la oposición corrió la economía de la discusión electoral y prefiere hablar más de la corrupción", argumenta.

No está claro que esa sea la mejor estrategia, dado que las encuestas revelan que, a la hora de decidir el voto, el factor de más peso sigue siendo el económico.

Según Artemio López, un politólogo también cercano al Gobierno, las campañas que se basan en las denuncias de corrupción "no mueven el amperímetro".

"En cambio -añade- hay un 25% de los votantes, de ingresos medio-bajos cuyo apoyo al kirchnerismo es fluctuante y que "decide su voto en función de sus condiciones materiales de existencia, en especial por el nivel de empleo y consumo".

Y, aunque en ambos indicadores se observan desmejoras, sostiene que todavía no revisten la gravedad suficiente como para que la opinión pública perciba una crisis.

El escudo del estatismo

Otros de los temas a los que usualmente hace referencia el "relato" son la estatización del sistema jubilatorio y las expropiaciones de empresas privatizadas, que se transformaron en un emblema de "soberanía recuperada", como la petrolera YPF y Aerolíneas Argentinas.

Tanto que forman parte fundamental del spot de la campaña kirchnerista que lleva el lema "En la vida hay que elegir".

Allí, en una demostración de habilidad retórica, el Gobierno expone los aspectos más criticados de su política y los muestra como virtudes.

Así, bajo la consigna "el Gobierno eligió no mirar para otro lado" aparece una imagen de Cristina saludando a los damnificados por la devastadora inundación ocurrida en La Plata.

Y antes, con el lema "eligió recuperar" se ve un avión de Aerolíneas Argentinas.

Cualquier opositor sagaz podría "demoler" este mensaje, dado que las inundaciones de La Plata se produjeron por carencias de infraestructura y una notable falta de previsión.

Tal es así que seis años antes investigadores universitarios habían advertido de que esta catástrofe podía ocurrir.

Más aun. El presupuesto destinado a obras hídricas ha sido 10 veces menor que el volcado a sostener la deficitaria Aerolíneas Argentinas.

De hecho, en casi todos los puntos mencionados en el spot, los resultados del Gobierno han sido negativos:

  • El fondo jubilatorio que se expropió a las antiguas AFJP, que en 2009 alcanzaba para financiar 16 meses de jubilaciones, perdió más de un 30% de su valor real (hoy sólo puede financiar 11 meses de pagos, sin que los jubilados hayan mejorado sus ingresos en términos reales).
  • YPF no ha logrado aumentar los niveles de producción que tenía la denostada Repsol. Además, carece de tecnología y capital, lo que la obligó a firmar un acuerdo con la estadounidense Chevron y otorgarle una larga lista de concesiones.
  • Aerolíneas Argentinas mantiene sus aviones en funcionamiento gracias a un subsidio estatal de 1,6 millones de dólares por día (sí, leyó bien: por día).

Sin embargo, ninguno de estos temas hace mella en la imagen gubernamental. Por el contrario, las encuestas revelan que un abrumador 80% de los argentinos apoyan el control estatal de los servicios.

Hábilmente, Cristina aprovecha esta situación y alerta que "ellos vienen por todo". Argumenta que quieren dar marcha atrás con todas las reformas de la década kirchnerista, incluyendo los programas sociales tales como la Asignación Universal por Hijo.

"No es cierto de que se quiera dar marcha atrás con todas las políticas de Cristina, pero ella ha instalado esa creencia, de manera de generar empatía con el público y que su figura sea vista como garante de estas medidas", afirma Sergio Berensztein, director de la consultora Poliarquía.

Además hay que admitir que la oposición le hace algunos favores involuntarios, como cuando su ex aliado Hugo Moyano, líder de la CGT opositora, calificó como "planes descansar" a los subsidios para cooperativas de desempleados.

Puede sonar paradójico, pero aun con la extensa nómina de problemas económicos que tiene, el kirchnerismo parecería seguir ganando la batalla por la opinión pública.

Cada crítica puede volverse en contra de quien la profirió.

A tal punto que la estrategia más exitosa es la de Sergio Massa, quien ha elegido hablar lo mínimo indispensable y mostrarse como una versión "light" del kirchnerismo.