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La lección de management de Rafa Nadal: "Si el éxito se me sube a la cabeza, estaré acabado"

La modestia y la filosofía de pensarse tan bueno como el resto de sus colegas fue la fórmula que lo llevó a convertirse en número uno del mundo 
07/02/2014 - 19:04hs
La lección de management de Rafa Nadal: "Si el éxito se me sube a la cabeza, estaré acabado"

Con la humildad que lo caracteriza, el tenista Rafa Nadal acaba de empezar una nueva temporada. Enormemente competitivo desde sus comienzos, demostró tener condiciones atléticas excepcionales. De hecho, más adelante, se vio obligado a elegir si dedicaba su carrera al tenis o al fútbol profesional, ya que también se destacaba en este último deporte. El dilema quedó resuelto cuando ganó el campeonato nacional de tenis para menores de 14 años cuando tenía doce años de edad.

Salió victorioso en su primer torneo importante a nivel mundial con 15 años; superó a Federer por primera vez con solo 17 y a los 18, durante la disputa de la eliminatoria República Checa-España de Copa Davis, consiguió dar el pase a la siguiente fase del torneo a España.

El jugador empezó a crear enormes expectativas y, a pesar de que la malformación congénita que tuvo en el pie con 19 años amenazó con poner fin a su carrera profesional, siempre acabó superando esa y otras lesiones.

Ningún año, en toda su trayectoria, le dio tantas satisfacciones como 2013. Aunque comenzó la temporada un mes tarde, después de haber caído al cuarto puesto del ranking ATP tras estar siete meses de baja por una lesión en la rodilla sin saber si podría volver a jugar, a finales de 2013 había recuperado el primer puesto. Ese es el motivo por el que se muestra tan satisfecho, a pesar de haber perdido el último partido contra Djokovic.

"Estoy plenamente seguro de que este fue mi mejor año. Estuve siete meses sin competir y sin poder entrenar. Volver de aquella situación y haber jugado 14 finales y ganado 10 es una barbaridad", aseguró en diálogo con Expansión.com

En este caso, Nadal no cae en la falsa modestia. El jugador es humilde hasta cierto punto, lo que evita que proyecte una imagen de ser un producto del marketing cuando se lo ve haciendo gala de una excelente educación con sus contrincantes una vez terminados los partidos.

Es lo suficientemente humano como para alegrarse de sus logros del pasado. Las dudas sólo surgen cuando se avecina su próximo partido. "Siempre tuve dudas".

Nadal tiene la firme convicción de que la modestia es la mejor receta para el éxito: "Hay muchos tipos que están en la cumbre y son tremendamente arrogantes y están muy seguros de sí mismos. Es cierto que no hay sólo una forma de actuar, pero en mi opinión, cuando uno cree que las cosas van a salir bien solo por ser quien eres, y porque crees que eres el mejor, es cuando se empieza a bajar la guardia, a dejar la disciplina de lado y a dejar de luchar hasta el último punto. Llegado ese momento, aunque las cosas puedan ir bien durante un tiempo, no durarán mucho. Uno baja la guardia cuando deja de tener dudas acerca de uno mismo. Yo siempre he tenido dudas. Nunca he creído que fuera demasiado bueno, ni siquiera ahora mismo".

"Según mi trayectoria, por supuesto que soy bueno, pero yo sé que soy el número uno sólo porque los ranking dicen que es así, no porque yo me vea así", agregó.

En otro tramo de la entrevista, Nadal reveló que muchas veces siente que no merece haber llegado al lugar en el que se encuentra: "Cuando salgo a la pista no me veo capaz de ¿cómo decirlo? Creo que es muy difícil ganar el Open de EE.UU., el Roland Garros. Creo que es muy complicado ganar todo esto".

"Tomemos por ejemplo a un personaje de la talla de Tiger Woods", explicó Nadal, que es muy aficionado al golf. "Cuando le veo hacer una jugada, sé que le va a salir bien porque este tipo es muy bueno y él sabe que es bueno".

"En cambio", continuó, "miro a Federer y Djokovic y es exactamente lo mismo. Pero en cuanto a mí, aunque objetivamente sepa que ellos me ven de la misma forma, siempre tengo dudas. Estoy a punto de empezar una nueva temporada y no tengo idea de si voy a ganar algún partido. Lo único que sé es que cuando llegue a Australia las cosas no van a ser fáciles porque es muy complicado ganar allí".

Además, agregó que "cuando llega el día y estoy en la pista la cosa cambia porque sé que en los momentos de más presión, siempre respondo bien. Pero lo que nunca hago es comenzar un partido pensando que voy a ganar porque soy mejor jugador que mi rival. Nunca he pensado de esa forma", afirmó.

La filosofía de pensarse tan bueno como el resto del mundo le funcionó bastante bien. El haberse negado a creerse superior a sus rivales lo llevó a ganar prácticamente nueve de cada diez partidos de los que jugó en su carrera. Ese es el motivo por el que entrena con más intensidad que el resto de jugadores del circuito profesional. 

Cuestión de educación

El tenis es trabajo para Rafa y a él le enseñaron que el trabajo hay que tomárselo en serio. Puede que la falta de complacencia forme parte de su naturaleza, pero también tiene mucho que ver con su educación

Si hay algo de lo que está convencido, es de que no podría haber llegado hasta este lugar sin la influencia de su clan familiar patriarcal, sorprendentemente cercano.

Durante tiempo, y hasta hace muy poco, toda la familia Nadal vivía en un edificio con vista a la iglesia de la plaza central de Manacor. El abuelo Nadal, un músico retirado que también tiene por nombre Rafael, ocupaba la planta baja con su esposa. Por encima de ellos estaban su hijo mayor Sebastián, un exitoso hombre de negocios, y el padre de Rafa, su mujer Ana María Parera, que procede de una familia dedicada a la fabricación de muebles, el propio Rafa y su hermana menor Maribel.

En el edificio, propiedad en su totalidad de la familia, vivían también otros tres hijos de Rafael y una hija, todos ellos casados, con sus parejas e hijos.

Su mayor influenciaEl tío Toni es la persona a la que se le atribuye en mayor medida el haber esculpido a este modesto asesino de la cancha, aunque Nadal siempre destaca que sus padres y su hermana merecen como mínimo el mismo reconocimiento.

Atribuye su éxito en igual grado a la educación recibida en casa y a su entrenamiento como deportista. Pero fue Toni el que le inculcó a fuerza de machacárselo que había que tratar a todos los oponentes con respeto, que nunca debía dormirse en los laureles.

La noche después de que un joven Rafa y su familia celebraran su victoria en el torneo sub 12 español, Toni le echó un baldazo de agua fria al leerle una lista con los 25 ganadores anteriores de la competición. "¿De cuántos de ellos oíste hablar?", le preguntó a Rafa quien reconoció que solo había conocía los nombres de dos o tres.

"Ahí lo tienes", respondió Toni, asintiendo con satisfacción. En otra ocasión, muy poco después, el tenista volaba de regreso de Sudáfrica, donde acababa de ganar un torneo mundial juvenil.

Su tía por parte de padre le preparó una fiesta en su casa, con banderas y globos incluidos. Toni se enteró, subió a su casa y arrancó las banderas. No hubo fiesta.

Esa noche, informó a Rafa, que acababa de llegar, que lo esperaba para entrenar a la mañana siguiente a las ocho. Su madre, su padre y su hermana, con los que habla a diario sin importar en qué parte del mundo se encuentre, en ocasiones miraban con recelo el régimen un tanto cruel de Toni (si de chico Nadal olvidaba llevar una botella de agua a un partido en un día de calor, no se le proporcionaba agua).

Pero siempre tuvieron cuidado en su adolescencia para que la fama no se le subiera a la cabeza, haciéndolo enojar sin piedad al mínimo indicio de que eso podría estar sucediendo.

Cuando sucumbió a la tentación de comprarse un Aston Martin después de ganar Wimbledon en 2008 con 22 años, lo hizo pese a las objeciones de su padre y de su hermana, que hasta la fecha se niegan a dejarse ver en público cerca de él.

Los mallorquines en general, y los Nadal en particular, son muy modestos. Las mujeres podrían haber sido otra tentación. Sin embargo, Nadal se mantuvo fiel a su novia de siempre, María Francisca Perelló, también de Manacor, desde que empezaron a salir hace nueve años.

Otro indicio aún más elocuente de su arraigo es que nunca se le pasó por la cabeza seguir el ejemplo de otros deportistas multimillonarios y mudarse a Mónaco, por ejemplo, para no pagar a impuestos.

No sólo sigue, y muy probablemente permanecerá en Mallorca toda su vida, sino que vive con sus padres en un ala de una casa que les compró junto al mar, a diez minutos de distancia en coche de donde nació.

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