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Arranca la era Macri: rápida apertura de la economí­a y acuerdos de gobernabilidad, las prioridades

Nace la era Macri: apertura económica y gobernabilidad, las prioridades
23/11/2015 - 03:48hs
Arranca la era Macri: rápida apertura de la economí­a y acuerdos de gobernabilidad, las prioridades

Y un día la Argentina cambió de rumbo. Fue por una diferencia mucho más ajustada de lo que se había previsto, lo cual deja la pauta de los sentimientos ambivalentes que tiene la sociedad por estos días.

Por un lado, el hartazgo por el estilo y las medidas de fondo de un "modelo" que hace tiempo luce agotado. Por otro, la incertidumbre por lo que vendrá y la memoria fresca de crisis traumáticas.

Pero Mauricio Macri, contra todos los pronósticos, demostró que el cambio podía ser mayoritario y -algo acaso más increíble- que la victoria electoral era posible aun con prescindencia de la "pata peronista" en su coalición.

Ese es el hecho más relevante desde la perspectiva política. A fin de cuentas, la mismísima Alianza que en 1999 había dado fin a la década menemista contaba también con una base del peronismo progresista.

El nuevo Presidente no es peronista, pero tampoco radical. Y trata, explícitamente, de convencer sobre la necesidad de un estilo político distinto, que resulte superador de las viejas antinomias.

El tiempo dirá si lo logrará, pero por lo pronto ha recibido luz verde para una misión específica: dar por finalizado el ciclo kirchnerista y hacerlo sin conmoción social.

En su primer discurso, Macri dejó en claro que interpretó el deseo de dar vuelta la página y atender los temas urgentes, al anunciar que dejaría de lado los sentimientos revanchistas y los ajustes de cuentas. 

Pero también recalcó que a partir de ahora comenzará un período de transformaciones profundas. Es que, en definitiva, una elección siempre (en la Argentina y en cualquier país) es un referéndum sobre el gobierno que se va. De manera que quedará para la polémica la cuestión de si los votos obtenidos por Daniel Scioli son muchos o pocos.

Como reivindican muchos kirchneristas, haber sacado casi un 49% -después del desgaste de 12 años en el poder y cuando los problemas económicos se hacen evidentes- hasta podría ser motivo de festejo para un gobierno que se precia de haber sido transformador.

También podría concluirse, claro, que la prédica del miedo sobre un fuerte ajuste económico ha hecho su trabajo con mayor eficacia de lo que los analistas políticos habían previsto.

La definición del "nuevo modelo"En todo caso, el deseo de cambio se impuso ante el temor a lo desconocido. Y eso implica que lo que se ha dado en llamar "el modelo" llegó a su fin.

Lo cierto es que, a lo largo de la era K, ese modelo económico ha sufrido tantas mutaciones que ya no se sabe exactamente qué significa.

-En su inicio, se sustentaba en mantener el superávit fiscal y comercial, un dólar alto para favorecer a la industria y una infraestructura disponible para crecer a tasas chinas, con fuerte sesgo exportador.

-Luego fue mutando hasta terminar convirtiéndose en deficitario, tapado con alta emisión monetaria. Con las cuentas fiscales en rojo y las reservas agotadas. Y, como si esto fuese poco, atrasando el tipo de cambio para frenar la inflación, acompañado por un fuerte sesgo intervencionista y el sostenimiento de tarifas planchadas.

Sea cual fuere la esencia del "modelo", lo que quedó en evidencia es que si en su momento hubo algo que enamoró a los argentinos, ahora ese "algo" ya no está.

Es que no puede haber seducción posible después de cuatro años de economía estancada, con suba de precios permanentes y un deterioro financiero con destino explosivo.

Esa es la principal lección de la elección: la misma clase media que en su momento había ayudado a Cristina Kirchner para que logre su aplastante victoria es la que ahora le dio la espalda.

Y es lo que el kirchnerismo, en su momento de reflexión irritada, no alcanza a comprender: el antiguo apoyo no se había producido como un aval al estilo kirchnerista, sino más bien "a pesar de" ese estilo.

Lo que había cimentado la victoria de Cristina en 2011 era el hecho de haber cumplido con superar la crisis de desempleo, el haber mantenido el boom consumista y otorgado la posibilidad de ahorrar en dólares sin limitaciones (la única que conocen los argentinos).

Mientras eso estuviera garantizado, la sociedad mostraba todo tipo de tolerancias: a la inflación, hacia las denuncias por corrupción, hacia las manipulaciones estadísticas y a los discursos presidenciales en cadena.

Pero el cepo cambiario, el impuesto a las Ganancias y los cuatro años de estancamiento económico -en los que sólo el Estado generó un crecimiento en los puestos de empleo- hicieron que el panorama actual terminara siendo muy diferente al anterior.

Ahora no hubo referéndum para el kirchnerismo. Macri ganó porque entendió el mensaje: para triunfar había que prometer la recomposición de ese "pacto" que la sociedad tenía con el Ejecutivo.

Ahí está, entonces, el núcleo de lo que será el plan de gobierno macrista: atender la demanda de la clase media para que pueda volver a ahorrar, lo que implica un desarme del cepo y un retroceso en el afán intervencionista.

También, posibilitar un sendero de inversión privada, lo que implica un regreso al mercado internacional de créditos, con políticas "market friendly". Para ello, inevitablemente, deberá darse un diálogo con los "buitres".

Y también, claro, el sinceramiento de los precios de la economía, empezando por el del dólar y siguiendo por las tarifas de los servicios públicos. Es la medicina dolorosa que buena parte de la sociedad ya tiene asumida como necesaria.Carrera contrarrelojLa ansiedad de estas horas pasa por conocer los nombres de los ministros que tendrán a cargo la delicada tarea de desarmar la bomba sin que explote en las manos.

Participarán de esa misión, de manera coordinada y trabajando en conjunto, Rogelio Frigerio Alfonso Prat Gay. Otros de aureola más "liberal", como Carlos Melconian y Federico Sturzenegger aportarán lo suyo aunque parecen haber perdido consenso.

En todo caso, lo que el equipo económico de Macri tiene claro es que en esta etapa que viene el motor deberá, necesariamente, dejar de ser el consumo interno para pasar a ser la exportación. Resolver la crisis de las economías regionales implicará un rápido cambio impositivo, sobre todo en las retenciones y también la ayuda de un dólar más alto.

Las prioridades del plan macrista coinciden con los puntos más oscuros de la gestión kirchnerista.

Los apagones de cada verano son un doloroso recordatorio del fracaso y la imprevisión de la política energética. Y las tragedias de las inundaciones y los choques de trenes, las caras más tristes del desperdicio de cómo el "viento de cola" de los altos precios agrícolas no se tradujo en mejoras de infraestructura.

Pero la primera preocupación, en términos cronológicos, pasa por conseguir dólares. Es una tarea que empezará incluso antes del 10 de diciembre, en una suerte de carrera contrarreloj de tres semanas en la cual se determinará qué tan convulsionado puede ser el primer verano macrista.

La consigna de desarmar el cepo implica la necesidad de contar con apoyos tanto internos como externos. Y no alcanza apenas con gestos y frases de buena voluntad, sino que se necesitan billetes verdes contantes y sonantes.

Los productores sojeros, que han mantenido "encanutada" su mercadería serán claves, mientras que en paralelo se inicien los contactos con inversores del exterior.

Con un Banco Central que ha dado señales clarísimas de que su escasez de reservas entró en fase terminal, hay hasta temores de que ocurra una explosión financiera antes del 10D.

Es probable que el país asista en los próximos días a una pulseada perversa, entre un kirchnerismo exprimiendo al máximo los últimos dólares (de manera de hacer más notorio el cambio de clima económico) y un macrismo presionando para que sea Cristina la que deba ajustar y pagar el costo político antes de irse.

Mientras tanto, el equipo de Macri apurará la convocatoria a un Pacto Social que reúna a sindicalistas, empresarios y Gobierno.

Confía en que desde ahora hasta marzo -cuando comiencen las paritarias- tendrá tiempo de mostrar un panorama más estabilizado y con inflación en baja.

Seguramente los mercados reaccionarán al resultado electoral con una fuertes alzas de acciones y bonos, lo cual debe leerse como optimismo para el mediano plazo -no para el corto-, por una conducción más "market friendly". Pero esto no significa que se haya alejado el peligro de una alta volatilidad en el plano del dólar blue. 

La gobernabilidad, el otro gran desafíoEs probable que la palabra más pronunciada en los próximos días -además de "dólar"- sea "gobernabilidad".

Es la clave que determinará si la experiencia macrista será exitosa o si continuará la saga de gobiernos no peronistas que se han mostrado débiles e inoperantes. Contará, en principio, con algunas ventajas que otros no tuvieron, como la inestimable gobernación de la Provincia de Buenos Aires, el bastión histórico del peronismo.

Pero con eso no va a ser suficiente. Se necesitará una legión de profesionales experimentados en la gestión pública, una tarea para la cual es probable que Macri deba recostarse sobre la Unión Cívica Radical.

Y, sobre todo, se necesitará una gran "muñeca" política en el Congreso. Ya todos tienen asumido que en ese escenario se definirá buena parte del debate político y la agenda nacional en los próximos cuatro años, a diferencia de lo ocurrido durante la era K.

Y allí Macri, sin mayoría propia, va a tener que pactar y negociar. Con Sergio Massa, que ayer dio una conferencia de prensa en la cual pareció mostrarse como un garante de esa gobernabilidad.

"Queremos decirle al próximo Presidente que estamos para apoyar aquellas medidas que sirvan para vivir mejor, pero también con la misma firmeza y transparencia, marcar y señalar y alzar la voz en aquellos casos en los que se tome un camino que no lleve a un buen puerto a la Argentina", dijo Massa.

El mensaje pareció claro: su fuerza puede ser facilitadora de la gestión macrista... o puede transformarse en su principal oposición.Macri también deberá negociar con el peronismo que resurja de la derrota, acaso liderado por el salteño Juan Manuel Urtubey. Y, por qué no, con el propio Scioli, que una vez asimilado el golpe, dejará aflorar las coincidencias que siempre tuvo con el presidente electo.

Y otro nombre importante en el nuevo panorama, naturalmente, será el de Cristina Kirchner. Decidida a liderar la oposición y a reivindicar los "logros" de su gestión, contará con una fuerte base de apoyo político.

Es probable que la Presidenta, por estas horas, lejos de estar triste festeje el casi 49% de adhesión a su "proyecto", y que esté decidida a hacer valer ese capital político.

En definitiva, lo que le espera al país bajo la gestión de Macri será una etapa de búsqueda de consensos y de manejo profesional. Y cumplir con un reclamo de transparencia y respeto a las formas republicanas. Todo eso, claro está, limitando al máximo los costos del ajuste. Sin dudas, todo un cambio.

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