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Dilema de Macri en el Congreso: su discurso debe criticar la "herencia K" y a la vez pedir el apoyo peronista
29/02/2016 - 09:20hs

Aquellos que reclaman a Mauricio Macri un mayor protagonismo mediático y que deje de delegar en sus ministros las explicaciones sobre las medidas de ajuste en la economía tendrán mañana satisfecha su demanda: llegó el momento de que el Presidente explique, en extensión y con detalle, su plan político.

El discurso de cada 1 de marzo -cuando le toca a un jefe de Estado inaugurar el año legislativo- genera en la Argentina la expectativa de los acontecimientos políticos de primer orden. Aunque rara vez se dicen cosas que sorprendan, aparecen allí definiciones sobre las prioridades en la agenda del gobierno y sobre su visión del momento económico y social.

En el caso de Macri, hay motivos para que esa expectativa se vea aumentada. Primero, naturalmente, porque es el debut ante el Congreso de un mandatario que ha prometido cambios radicales de forma y de fondo en el estilo de gobierno.

Pero ahora ya no se trata de un discurso de inauguración de mandato, sino que es la evaluación política de una gestión de la que ya ha transcurrido 80 días intensos y que ha quemado buena parte de lo que se supone es la "luna de miel" que goza cada nuevo gobierno.

En esas semanas, se hizo evidente el objetivo de tratar de resolver la mayor cantidad de problemas pendientes. Sobre todo los más urgentes de la agenda económica.

De manera que, cuando se enfrente a los 72 senadores y 257 diputados, Macri cargará ya con el peso de haber iniciado un ajuste, que incluyó la devaluación del 60%, un tarifazo en el servicio eléctrico, una ola de despidos en el Estado y una política monetaria contractiva.

Acaso, la mayor originalidad de este discurso consistirá en que será el primero, en 14 años, en ser pronunciado por un político no peronista. Y que, además, no cuenta con el favor de la mayoría de los legisladores a quienes les dirigirá el mensaje.

Cambio de clima

Por lo pronto, lo que es notorio es el fuerte contraste respecto del clima que hubo en los últimos discursos del período de Cristina Kirchner.

En el del año pasado, por caso, los días previos al 1° de marzo estuvieron marcados por un ambiente político enrarecido, en el que Elisa Carrió advertía sobre la posibilidad de que la ex Presidenta diera una especie de "autogolpe".

Corrían entonces insistentes rumores sobre un desplazamiento de las autoridades de la Corte Suprema de Justicia, en un país que vivía el trauma inmediatamente posterior a la muerte del fiscal Alberto Nisman.

El empeoramiento del clima político se hacía notorio hasta en la acreditación de los legisladores para asistir a la sesión parlamentaria. Las medidas de seguridad se hicieron más estrictas, con menor presencia de personal -asistentes, asesores, secretarias, parientes- circulando dentro del Congreso.

Y las medidas de vigilancia que rodeó a la concentración de público en la plaza del Congreso quedó también en medio de la controversia, al incluir la participación de personal militar.

Pasó apenas un año, pero hoy aquel clima parece algo muy lejano. Es la prueba de que, en la Argentina, los tiempos políticos son muy dinámicos: tras el año electoral y el cambio de gobierno, el nuevo aire es incuestionable.

En comparación, este discurso de Macri parece un acto mucho más ligado a las rutinas institucionales normales de las repúblicas, al aparecer despojado de la tónica militante que el kirchnerismo imprimía en cada 1° de marzo.

O, por lo menos, esa es la sensación existente en la previa. A lo sumo, el tema más picante, políticamente hablando, consiste en saber si toda la bancada peronista se hará presente o si los diputados del núcleo duro del cristinismo, como los que la agrupación La Cámpora, deciden demostrar su desagrado con las iniciativas macristas por la vía del faltazo.

Es factible, también, que durante el discurso del Presidente pueda producirse algún contrapunto con algún legislador que no resista la tentación de gritar alguna consigna, desmentir un dato o defender la gestión del gobierno anterior.

Son situaciones que, aunque se salen del reglamento, ya pasaron a formar parte del folclore político argentino. En más de una ocasión le ocurrieron esos incidentes a Cristina, por lo que no hay que pensar que no pueda ocurrirle a Macri. La hora de hablar de la herencia

"Es ahora o nunca" fue el diagnóstico que hicieron aquellos políticos del PRO que le aconsejan a Macri centrar su discurso en castigar al gobierno anterior con un detalle de la "pesada herencia".

La cuestión de si cargar las tintas en las culpas de Cristina o si, por el contrario, centrarse en una mirada optimista hacia el futuro ha sido el gran tema de debate interno que vivió el oficialismo.

Jaime Durán Barba -el gran "gurú" que ayudó a Macri a llegar al poder- ya se manifestó a favor de evitar que en la alocución se haga referencia a la herencia, porque "un presidente no debe dedicar ni un día a revolver en los basureros".

"No sé qué hará Mauricio, él tiene sus puntos de vista y sé que ahora ese tema lo están discutiendo en el Gabinete. Pero yo creo que no debe perder ni un minuto con el pasado. La gente no eligió presidente a Macri para ver a quién le echa la culpa. Lo eligió para vivir mejor", señaló el asesor estrella en una entrevista televisiva.

Y, por si quedaran dudas sobre su certeza en ese sentido, aportó un dato estadístico: "Al 95 por ciento de la gente no le interesa el pasado", aseguró.

Y agregó que, en cuanto a los demás temas, no es necesario explicárselo, porque es la mayoría informada que está al tanto de lo ocurrido.

Pero la sensación que existe en el ámbito político es que, por más respeto que sienta Macri por la opinión del ecuatoriano, esta vez no seguirá su consejo.

Son muchos los dirigentes oficialistas, incluyendo al propio jefe de gabinete, Marcos Peña, que han insinuado la necesidad de explicar que la seguidilla de medidas tan desagradables que ha tenido que tomar el nuevo Gobierno -desde el tarifazo eléctrico hasta la ola de despidos en el Estado- son responsabilidad de la gestión anterior.

Por lo pronto, es una demanda que han hecho explícitamente los socios de la coalición Cambiemos: en la reunión de Olivos, a la que se invitó a los legisladores de la Unión Cívica Radical, se deslizaron críticas por la comunicación de algunas decisiones.

En este sentido, el diputado Mario Negri reclamó "denunciar a viva voz la herencia kirchnerista".

El funcionario más contundente sobre este punto fue el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, uno de los que más ha sufrido las críticas por las marchas y contramarchas en el arranque de la gestión macrista, dado que tiene a su cargo el espinoso tema del reparto de ingresos tributarios con las provincias.

"Hemos recibido un Estado calamitoso, que estaba quebrado desde el punto de vista fiscal y financiero y con uno de los déficit fiscales más importantes de la historia", afirmó.

Y planteó que el 1° de marzo, Macri "tiene un encuentro con la sociedad donde va a tener tiempo para explicar la situación que heredamos". ¿Se puede criticar al que se quiere persuadir?

Pero está claro que no todo se reduce a repartir culpas. Macri sabe que debe transitar un difícil equilibrio.

Por un lado, tiene que explicar que el origen de la inflación estuvo en el exceso de gasto público del gobierno anterior y que eso obliga al ajuste tarifario o a tener que esgrimir una postura "amarreta" respecto del Impuesto a las Ganancias.

Pero, al mismo tiempo, hará la nómina de las leyes urgentes que necesita para salir de la situación de crisis.

O, para ser más precisos, hablará sobre aquellas que deben ser derogadas -como las llamadas Cerrojo y Pago Soberano- como una condición previa para que el país pueda superar el default y regresar al mercado de crédito.

Si fuera un mandatario con mayoría propia en el Congreso, podría darse el gusto de criticar "a piacere" a la gestión previa. Pero ocurre que no cuenta con esa mayoría, por lo que deberá persuadir a los legisladores peronistas que presten sus votos para anular las mismas leyes que ellos habían aprobado.

Será, sin dudas, un desafío a su capacidad de oratoria y a su "cintura" política.

Porque esa dualidad que implica criticar a los mismos a quienes se les pedirá el apoyo político será la tónica de todo su mandato.

Un extensa y variada lista de temas -que incluye los planes de austeridad, el nombramiento de jueces y fiscales, la aplicación del protocolo anti-piquetes, las modificaciones al Impuesto a las Ganancias, el nuevo endeudamiento de la Nación y las provincias- estarán cruzadas por esa necesidad de acompañamiento opositor. Si breve, dos veces bueno

Acaso el único punto en el que todos los legisladores -desde el kirchnerismo hasta el PRO-, los periodistas y el público en general tienen una expectativa de consenso es la referida a la extensión del discurso.

En los últimos años, Cristina Kirchner parecía haberse determinado a superar una marca, porque cada año su alocución duraba un poco más que en el anterior, llegando a una extensión de más de tres horas.

Según la información que filtraron funcionarios cercanos al Presidente, el plan es que no pase de una hora.

Acaso sea porque Macri, a diferencia de su antecesora, nunca se ha destacado por la oratoria. O tal vez porque ser conciso en lo argumental y la vocación por "ir al punto" sea parte del nuevo "estilo gerencial" que se le quiere imprimir a su gobierno.

En todo caso, hay algo que tiene asegurado: será el discurso más escuchado de todos los que ha realizado hasta ahora y, posiblemente, también de los que brindará en los próximos cuatro años.

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