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La famosa "grieta" política que ha dividido al país entre kirchneristas y antikirchneristas también se observa en cuestiones económicas
03/04/2016 - 08:26hs

En la agenda de gobierno de Mauricio Macri, ponerle fin al largo litigio con los holdout para que el país salga del default, tuvo desde el inicio prioridad uno.

Esto quedó en evidencia por la premura con la que se trató de cerrar el acuerdo con los fondos más beligerantes luego de la "bendición" dada por el juez Thomas Griesa.

Claro que para dar por concluido el tema será necesario desembolsar nada menos que u$s12.000 millones, que se obtendrán por la vía de la colocación de bonos en el mercado.

Para tomar dimensión de la magnitud de esta cifra, basta señalar que se tratará de la mayor emisión de títulos de un país emergente de los últimos veinte años.

"La Argentina está a punto de emitir la mayor suma de deuda para cualquier nación en desarrollo desde 1996", consignó el influyente Financial Times.

"De concretarse, tal colocación sólo se ha visto superada por los u$s16.000 millones que tomara México en 1996", agregó el medio de comunicación inglés. Desendeudamiento, ¿sí o no?

En lo que se refiere a la evolución de los compromisos de pago, también en el país se observa una marcada "grieta", del mismo modo a lo que acontece en el ámbito político entre los "k" y "anti K".

Esa división se ve claramente reflejada en las opiniones tanto de economistas como del público en general.

Están aquellos que afirman que el país viene de un largo proceso de desendeudamiento -tras doce años de kirchnerismo en el poder- y los que sostienen que eso no ha sido tan así.

Como suele suceder, la respuesta a esta disputa pasa por el medio, ya que se redujo en términos relativos (es decir comparándola con el PBI) pero se incrementó en valores absolutos.

Yendo a los números fríos, pasó de u$s178.000 millones (2003) a cerca de u$s300.000 millones en 2015.

En el gremio de los economistas existe consenso en que el nivel de deuda de un país no puede ser tomado como un número aislado.

Más bien, debe ser comparado con el valor total de los bienes y servicios que ese país produce en un año (expresado en una determinada moneda).

En definitiva, no es lo mismo que -por ejemplo- Lesoto o Haití deban u$s100.000 millones a que ese monto lo adeude Estados Unidos, China o Japón.

"El endeudamiento debe medirse frente al PBI", expresa Ariel Setton, economista de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y miembro del Plan Fénix.

Además de esta distinción -y con el fin de acercarse a un número más preciso- debe tenerse en cuenta otro aspecto: la inclusión de la deuda que subyace dentro del sector público.

Este último punto es de por sí relevante. A tal punto que, si no se lo considera se llega a una conclusión, pero si se lo contempla el análisis cambia radicalmente.

Según la visión de la gestión kirchnerista, su política de desendeudamiento dio como resultado que la relación deuda/PBI bajará de este modo:

- Del 2003 al 2005 (año del primer canje): del 140% al 70%.

- Del 2005 al 2010 (segunda reestructuración): del 70% al 45%.

- Del 2010 al 2015: con oscilaciones, cerró en un 45%.

"Desde 2004 el país experimentó un desendeudamiento que resulta evidente y notorio", expresa Ramiro Castiñeira, economista de Econométrica.

Y añade que "tal reducción se explica por las renegociaciones de 2005 y 2010, la estatización de las AFJP y el pago de compromisos recurriendo a las reservas".

Por su parte, el ex ministro Jorge Remes Lenicov hace referencia a tres modificaciones significativas:

- Se achicó la deuda medida en términos de PBI.

- Se incrementaron los compromisos del sector público.

- Aumentó la porción en pesos (a raíz del punto anterior).

Más categórico que Remes Lenicov, Miguel Bein afirma que el Gobierno anterior logró "el desendeudamiento más grande de la historia".

No obstante, añade que "lo único relevante es el nivel de compromisos que se tiene con los mercado de capitales", dejando así en un muy segundo plano lo referido al sector público.

  Papel, lápiz y dólares

Si se toma como referencia ese 46% con el que el kirchnerismo dejara su mandato y se le agregan los dólares que no se pagaron pero que habrá que poner sobre la mesa para salir del default, ese porcentaje trepa a algo más del 60%.¿Es mucho o es poco? Para responder a este interrogante, conviene dar un vistazo a cómo están las cosas y qué ha venido sucediendo en el "vecindario".

Y, tema no menor, a qué hicieron otros países para aprovechar un inédito contexto internacional de tasas de interés de referencia cercanas a cero.

Muchos de ellos aprovecharon la posibilidad de conseguir "dinero barato" para "canjear" compromisos de corto plazo por deuda de largo, de modo tal de oxigenar el calendario de pagos.

Es evidente que la política implementada por los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner fue claramente a contramano.

A partir de esto, se han generado consecuencias sobre las cuales existen notorias discrepancias según las banderas partidarias.

Por lo pronto, la discusión que se plantea es si la política aislacionista K:

- Fue beneficiosa porque contribuyó a un desendeudamiento que, a su vez, ha dejado al país con mayor margen de maniobra para tomar sus propias decisiones.

- O si resultó perjudicial por darle la espalda a años de "dinero barato" que hubiese ayudado a encarar obras de porte en el país, mejorar infraestructura y -en consecuencia- reducir costos públicos y privados.

En cuanto al nivel de endeudamiento, para tomar datos alejados de banderas políticas, conviene ir los de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe).

Este organismo da cuenta de que la Argentina ocupa el segundo lugar por volumen de deuda pública, ubicándose detrás de Brasil, país en el que representa dos tercios de su PBI.

En tanto, en Ecuador, Bolivia, Paraguay, Perú y Chile los niveles oscilan entre el 15% y el 30% del producto bruto interno.

Si se consideran estos datos, parecería que la Argentina no muestra un bajo endeudamiento público.

"Resulta paradójico que países que tuvieron un acceso mucho más fluido a los mercados de crédito hoy día tengan niveles mucho más bajos que el nuestro", señalan desde Idesa, la consultora dirigida por el economista Osvaldo Giordano.

La diferencia con otros territorios tiene poco de ideológico y mucho de falta de profesionalismo y de apego a posicionamientos atávicos.

Prueba de ello es que gobiernos con posiciones políticas muy diferentes -Ecuador y Bolivia, por un lado; Perú y Chile, por el otro- han aprovechado inteligentemente las condiciones favorables ofrecidas por mercados internacionales.

En cuanto a las consecuencias de las iniciativas tomadas por la gestión anterior (por ejemplo, alejarse del crédito externo y financiar el déficit interno imprimiendo billetes), la más significativa es la enorme necesidad de financiamiento que se ha generado. A ella se suman otras que también saltan a la vista.

Por ejemplo:

- El tener que emitir nueva deuda "a las apuradas" (convalidando tasas muy altas) para así poder pagar la que está en default.

- El no haber aprovechado un momento propicio en el plano externo para "estirar" el cronograma de vencimientos de todo lo que resta saldar.

- El tener que sufrir las consecuencias de inversiones postergadas en infraestructura, que repercuten en los costos logísticos de las empresas y en la calidad de los servicios que reciben los argentinos.

Quien analice la evolución de la deuda de un conjunto de cerca de 150 países, observará que la Argentina -junto con Rumania, Egipto, Israel y Arabia Saudita- ha sido de las pocas naciones que pudo reducir su nivel pese a las consecuencias que trajo el colapso de hipotecas de EE.UU. sobre la economía global.  

En el otro extremo se ubican otras que fueron duramente castigadas por la crisis iniciada en 2008, como Singapur, Irlanda, Grecia o Portugal, que han tenido que emitir "parva" de bonos para afrontar el colapso que dejara las subprime. 

No por nada, estos tres últimos conformaban el fatídico grupo denominado "PIIGS". Y no por casualidad es que España ocupa el sexto lugar en ese ranking, apenas desplazada por China.

En números redondos, la deuda de los desarrollados y emergentes ronda los u$s200 billones, equivalentes a casi el 300% del PBI mundial.

La participación de la de Argentina es insignificante: apenas representa el 0,2% del total.

En todos los casos, los números incluyen la deuda de los Estados, las de instituciones financieras, empresas no financieras y los hogares, según el cómputo elaborado por McKinsey Global Institute.

Más financiamiento al Estado, menos a privados

Estos niveles son vistos por los analistas como fuertes obstáculos para el crecimiento. De hecho, algunos hablan abiertamente de la necesidad de hacer un uso controlado, negociado y racional de los impagos para aliviar la "burbuja" generada.

La preocupación surge por varias cuestiones. Una de ellas es por cómo afecta al sector privado el alto endeudamiento público.

Es que el Estado termina acaparando casi todo el dinero para poder financiarse y refinanciar su deuda, desplazando así del crédito a los particulares y empresas (crowding out) o encareciéndolo.

En relación con esto último, ya que esa injerencia estatal suele estar acompañada por una abrupta suba de las tasas de interés.

Por otro lado, bajo este tipo de escenarios "los gobiernos se ven obligados a subir los impuestos y a bajar la inversión, lo cual termina afectando el empleo y el crecimiento", afirma el analista Agustín Cramo.

Claro que los daños sobre este último aspecto (crecimiento) que ocasiona el nivel de deuda son diferentes en cada país.

"Los primeros efectos lo generan las dudas sobre la sostenibilidad de la deuda, lo que impulsa al alza la tasa de interés, que termina produciendo sobrecostos en el financiamiento, con las consiguientes subas en las primas de riesgo", agrega Cramo.

China y Japón, "rancho aparte"

El espectacular crecimiento de la deuda china hace que ésta se acerque hoy día al 300% de su PBI: con un total de 28 billones de dólares, supera ampliamente a la de Estados Unidos y Alemania.

Según cifras de la OCDE, el nivel de endeudamiento de las empresas del país oriental representa más del 55% de ese total.

Las señales de alarma pasan por el hecho de que la mayor parte de ese porcentaje está ligado a desarrollos inmobiliarios, en un mercado muy recalentado y con morosidad creciente.

Japón, por su parte, es el país con los niveles más altos del planeta: 400% del PBI.

Aun así, no genera sospechas sobre la sostenibilidad de su economía.

En tal sentido, juega a su favor que cuenta con un muy elevado nivel de ahorro privado, que permite financiar la expansión de la deuda pública.

También sus antecedentes y su buen "CV", que por cierto influye y mucho a la hora de tener que responder qué tan preocupante y cuál es el riesgo que trae aparejado el cronograma de pagos que deberá enfrentar un país.