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La bodega acaba de alumbrar un Chardonnay con el que el enólogo busca hablar del lugar. Cuesta $1.050 y es el primero de futuros lanzamientos
10/11/2017 - 01:16hs

"Este es un paso grande para la familia. Siempre hemos hecho blancos pero la realidad es que el foco estuvo en los tintos, especialmente en la alta gama. Por eso este vino inaugura una nueva era para la bodega", afirma el enólogo Sebastián Zuccardi, mientras agita en su copa su última creación: Fósil

Es un vino desprovisto, desnudo. O, como bien dice quien lleva hoy las riendas enológicas del proyecto en Valle de Uco, un vino que "habla de austeridad". 

"Es un trabajo que va a llevar tiempo. Pero, quién sabe… tal vez en un futuro terminemos con cinco o seis blancos de este estilo", agrega con su clásica sonrisa. 

Lo que hay en su copa es lo que por estos días está llegando a vinotecas, a un precio sugerido de $1.050: un Chardonnay de San Pablo, en el Valle de Uco, una zona bien fría donde, según la visión de Zuccardi, se puede lograr que una variedad con mucha impronta e identidad propia, como la Chardonnay, resigne bastante de su papel "ególatra" y hable más del lugar.

Durante la presentación, que se realizó en Buenos Aires, el enólogo jugó con los contrastes: primero mostró una añada 2007 del clásico Zuccardi Q Chardonnay, un vino cargado de tropicalismo, con una madera en primer plano y un paso sucroso. Luego, propuso degustar la misma etiqueta pero de la cosecha 2015, donde se ve ya ese paso filoso y más nervio. 

Algo de eso tiene para ofrecer Fósil, pero con un perfil más minimalista y más desprovisto de maquillaje. Es una austeridad llevada a otro nivel. 

El concepto de la "mineralidad" está en debate. Desde enólogos hasta comunicadores pelean día a día alrededor de este término.  

Sin embargo, hay cierto consenso de que es una variable que en general se percibe más con las texturas en boca que en nariz; y que los blancos son más propensos a mostrar el impacto de este perfil de suelos en su fase aromática que los tintos. 

En este sentido, Fósil muestra algo de eso, con toques de frutas blancas, cítricos y hierbas, pero todo con absoluta sobriedad. Es un vino que habla poco y bajo. En boca tiene un paso bien fresco y filoso, pero es una acidez armónica y no desfasada. 

Las aguas están divididas entre los vinos mordientes: de un lado están los blancos chispeantes y más festivos. Del otro, este tipo de ejemplares, nada estridentes. 

Es un estilo que claramente responde al perfil de Sebastián Zuccardi como enólogo. Se nota su búsqueda. Y se noa que no es forzada. 

"Es un vino especial, que habla de la pureza de lo que estamos haciendo", relata el enólogo. 

Esto lo convierte en una etiqueta particular para un público particular. En concreto, consumidores que estén interesados en investigar y que estén en la búsqueda de algo nuevo en materia de blancos. Su precio también lo ubica en un radar muy definido de compradores

Recuerdos de FranciaZuccardi asegura que Fósil es el resultado de la experiencia que vivió en 2004 en la región de Champagne, en Francia, cuando participó de una vendimia y descubrió la pasión que le generaban sensaciones como la tensión, la verticalidad y la acidez

En este sentido, el enólogo asegura que en el "ADN" de Fósil, "hay algo de la esencia que descubrí en Champagne" y también, algo del "prueba y error" cuando inició el proyecto Alma 4. 

En cuanto a la elaboración, utilizó un huevo de concreto y dos barricas de 500 litros de tercer uso. 

"Lo que busqué fue más el desarrollo de boca, con nada de maloláctica, porque quería conservar ese corazón frío, el nervio y la tensión", apunta. 

"La palabra electricidad tiene sentido en algunos vinos, porque desde que entran hasta el final están conectados. Y eso me sucede con este blanco", señala. 

"Me emociona, porque en vez de ganar aromas, se va cerrando más y más", concluye Zuccardi, que hoy abraza más que nunca el concepto de austeridad

© Por J.D.W. Editor Vinos & Bodegas