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En el barrio Los Piletones, en Villa Soldatti, encara el último proyecto de su obra: un centro de oficios para jóvenes. Cómo es el día a día del comedor
19/11/2017 - 06:04hs

"Me voy a sentar a disfrutar lo que he hecho, nada más". Con estas palabras, Margarita Barrientos, la mujer que hoy le da de comer a más de 2.100 personas por día en su comedor de Los Piletones contesta la pregunta referida a cuál será su próximo emprendimiento y le pone un cierre a la obra que inició hace 21 años y que, ahora, quiere mirar, disfrutar, sin encarar ningún proyecto nuevo más. Lo hecho a través de la fundación que lleva su nombre es grandioso.

En el barrio Los Piletones, en Villa Soldatti, Margarita no sólo le da de comer, por estos meses, a más de 2.100 personas gracias a la colaboración de un grupo de empresas. Ella misma se encarga de enumerar lo realizado en estos dos décadas: "Centro de salud, centro odontológico, centro de costura, la sala de música ..."

A lo que se suman el centro de violencia familiar, una farmacia social, una biblioteca, un centro de día para abuelos, el jardín Thiago Andrés, un vivero y, próximamente, un restaurante que funcionará en uno de los viejos vagones de madera del subte A además de un centro de oficios, destinado a los jóvenes del barrio.

Todo esto sin olvidar San Cayetano, otra de las dos guarderías de la Fundación, ubicada en Santiago del Estero, que, en una charla informal con periodistas de diversos medios de comunicación, recuerda como el último lugar que disfrutó su marido, Isidro, fallecido hace unos meses.

La muerte de su compañero la hizo reflexionar sobre el vértigo con el que se vive en estos tiempos. Hasta cuando se trata de ayudar a los demás.

"El estaba en la obra cuando falleció. La obra ya tenía un 80%, ya tenía muchas cosas", dice, hace una pausa, y sigue: "Nunca nos dimos cuenta de lo apurados que íbamos. Nunca nos dimos cuenta".

Por eso ahora quiere disfrutar. De lo hecho. Se intuye que será para ella un desafío sentarse a mirar. Porque ella misma se advierte acelerada, apurada. Así lo cuenta:

"Y hoy me pasa a mí. Salgo a las 12 de aquí y estoy apurada por llegar a Rafaela. Y cuando llego ya calculé que he hecho 500 kilómetros, que me faltan 500 kilómetros más. Entonces ya cuento la hora: hacemos 100 kilómetros por hora y en cinco horas llegamos a Añatuya. ¿Por qué tiene que ser eso? ¿Por qué no puedo sentarme o tirarme al lado de la ruta y decir ´acá me voy a dormir un rato´? No sé por qué no lo hicimos nunca", cuenta, en tono de reflexión.

Margarita logró abrir "una sucursal" de Los Piletones en Añatuya, en Santiago del Estero. San Cayetano es una guardería que para chicos de uno a cinco años, a los que se les da el desayuno, el almuerzo y la cena, mientras sus mamás trabajan. Ella quería ayudar también en la zona donde nació.

Cuando se vuelve a hacer un silencio, repite que quiere "disfrutar de todo lo que hicimos en la vida", incluidos sus hijos, los biológicos y los del corazón.

Y esas ganas de disfrute reiterado como en una plegaria vuelven a toparse con las urgencias que atiende. Hasta con su manera de ser. "Las soluciones que llevás a la gente son a las apuradas, todo es apurado. Pero si uno no es así ... para mí no sería vida si fuera todo lento. Yo voy siendo con todo muy acelerada", sonríe con cierta resignación que se acepta y que no.

Ya soy así. Pero hoy que no tengo a Isidro me gustaría disfrutar un poco más", vuelve a reconocer, cuando está cerca de cumplir 58 años.

"Ya tengo que pensar en tomar la vida de otra manera", reitera, como en un ejercicio de autoconvencimiento.

"El antepenúltimo viaje que hicimos con Isidro llevábamos un trailer con mercadería y, pasando un pueblo, se nos rompió el fierro que va enganchado a la camioneta. En un barquinazo se partió el fierro. Ya habíamos pasado el pueblito y había una sola luz. Me acuerdo que Isidro salió a buscar ayuda para hacerlo arreglar", cuenta.

Encontró a dos policías, que se acercaron a dar una mano. Ese día, su marido le dijo: "Magui, hubiéramos esperado a mañana para hacer arreglar el carro". Ella reconoció que sí, que hubiese sido mejor esperar. Lo vio cansado y le recomendó que se quedara en la camioneta y durmiera un rato. El aceptó.

Pero inmediatamente se levantó y le dijo: "No, porque voy a perder tiempo. Voy a perder tiempo". Margarita agregó: "Yo pienso lo mismo. A veces mis hijos se enojan. Uno a veces no mide el tiempo y salir a las corridas para todos lados".

Ahora la reflexión es doble. Porque el último fin de semana, de tanto salir a las apuradas para acá y para allá, Margarita y su hijo Juan, que llevaban ayuda una vez más, chocaron en la ruta. "La camioneta quedó irreconocible. Gracias a Dios no nos pasó nada, solamente dolores musculares. Y eso por llegar rápido a todos lados", agregó.

¿Una razón más para sentarse, mirar y disfrutar? Tal vez.

Aunque gran parte de la obra de Margarita Barrientos se conozca, siempre vale volver sobre ella. Tal vez ahora más que antes porque decidió que, tal como se dijo al principio, una vez que esté concluido el centro de oficios, ya no proyectará más nada. Quienes la conocen aseguran que, cada vez que encaraba una nueva iniciativa, Margarita ya estaba pensando en la siguiente. Pero ya no. Parece que ya no.

En su deseo de sentarse a mirar lo que creó, tal vez se esconda otra acción, no menos grandiosa: que sean otros, y sean más, los capaces de continuar con esa obra. Tal como lo hacen los verdaderos líderes. Una manera de echar raíces profundas.

Y también un mensaje para los actores de la sociedad civil y del sector privado que trabajan con ella en cada uno de los proyectos que se crearon para contener a los habitantes de Los Piletones y de las villas que hay alrededor. Y de lo hecho en Añatuya, en Santiago del Estero.

En números fríos la tarea diaria de Los Piletones puede describirse así: 2.100 por día, 650.000 al año. La primera cifra corresponde a la cantidad de personas que, cada día, asiste al comedor Los Piletones. La segunda, a las raciones que dona Carrefour cada 12 meses, hecho que lo convierte en el principal aportante de alimentos de la obra creada por Margarita Barrientos.

La cadena de supermercados francesa es, desde hace seis años y por medio de la Fundación Carrefour, colaboradora de la iniciativa. La donación de comida se canaliza a través de acciones de promoción concretas vinculadas con la venta de los productos de marca Carrefour.

La campaña "Un año de comida" se realiza desde hace dos años. En 2017 se identificó bajo el nombre "Con C de compromiso" a tono con la línea de mensajes de Precios Corajudos, la campaña por la que la cadena se comprometió a congelar los precios de su marca durante seis meses, y que se extenderá hasta el próximo 31 de enero.

A esto se suma la cesión de espacios en diferentes supermercados para que las personas que asisten a los talleres que se dan en los distintos centros de la Fundación puedan vender lo que producen, como prendas, plantas hidropónicas en colaboración con la Fundación Huella Verde y, a futuro, lo que surja del centro de oficios. El centro de oficios que, una vez listo, le permitirá a Margarita sentarse a disfrutar.