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La decisión contradice los deseos de Donald Trump y supone un giro de 180 grados en los planes de la empresa estadounidense. Incertidumbre por el TLC
07/12/2017 - 21:30hs

A un año del anuncio del repliegue de parte de su producción en México, Ford Motor decidió voler a apostar a Latinoamérica y trasladará la producción de uno de sus nuevos vehículos eléctricos al país azteca.

La movida supone un cambio radical con respecto a al plan inicial de dejar de lado la actividad fabril en país latinoamericano, idea que presuntamente respondía a las amenazas lanzadas por Donald Trump a las firmas automotrices que utilizan México como gran plataforma manufacturera.

El interés de los fabricantes de autos estadounidenses es dirigir a México, fundamentalmente, la producción de los utilitarios más pequeños. El motivo principal es la mano de obra mucho más barata.

En este caso se trata de un Ford crossover o SUV impulsado únicamente por un motor eléctrico que tiene una autonomía de 480 kilómetros sin necesidad de recargar sus baterías. El plan de la firma con sede en Dearborn es que las primeras unidades empiecen a ensamblarse en el verano de 2020 en la fábrica que opera en Cuautitlán (Estado de México), en lugar de Flat Rock (Michigan).

La dirección de Ford busca que el nuevo vehículo llegue a potenciales clientes globales de una manera más efectiva. México, de hecho, se utiliza también como principal plataforma de los gigantes automovilísticos estadounidenses para distribuir sus vehículos a escala internacional, aprovechando el enorme abanico de acuerdos comerciales (12 con 46 países) firmados por el país latinoamericano.

El anuncio supone un revés para la administración Trump en plena renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), que quiere inhibir cualquier nueva inversión estadounidense en su vecino del sur. El sector automotriz es el mayor catalizador del comercio trilateral y el mayor responsable del abultado déficit comercial estadounidense con México.

La decisión de Ford Motor de trasladar esta línea a México, sin embargo, hacer pensar que el pacto comercial es factible pese a las diferencias. Siempre y cuando EE.UU. no acompañase su potencial salida del TLC de una salida de la Organización Mundial del Comercio (OMC), el árbitro que regula todas las transacciones a escala global, la mayoría de expertos coinciden en que los intercambios apenas se verían afectados: el diferencial de costes de mano de obra entre México y EE.UU. es tan amplio y las cadenas de producción están tan integradas en toda la región, que las automotrices preferirían pagar el nuevo arancel y seguir adelante con su producción en el país norteamericano.

En enero, justo después de comunicar el abandono de una inversión de u$s1.600 millones de dólares en San Luis Potosí (centro de México) para contentar a Trump, la automotriz anunció el desembolso de u$s700 millones en el desarrollo de su planta de Flat Rock para que también pudiese producir vehículos eléctricos.

Aunque pierda una parte del dinero –la que ya haya destinado a la transformación de su fábrica en Michigan–, la empresa gana por otro lado: hace más rentable la producción de un tipo de vehículo, el eléctrico, que sigue arrojando números rojos en las cuentas de resultados de casi todas las firmas automovilísticas del planeta, señala El País.

Ford Motor está dirigida desde mayo por James Hackett, que tomó el relevo de Mark Fields –en cuyo mandato, la compañía decidió la cancelación de sus multimillonarios planes de inversión en México–. Al trasladar la producción del vehículo eléctrico, la compañía trata de destinar más recursos al desarrollo del coche autónomo, donde se está concentrado la gran batalla de la movilidad para las próximas décadas.

La compañía de Michigan piensa que la oportunidad en ese segmento emergente es mayor de la que pensaron.

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