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En la medida en que se desconoce qué profesiones seguirán existiendo en los próximos años, mantener la empleabilidad es la única opción
10/01/2018 - 15:09hs

Tecnología mediante, vivimos en una era en la cual el conocimiento y el aprendizaje están descentralizados, democratizados, fluidos, e inclusive, vueltos sobre sí mismos.

Hoy día el propio concepto de carrera tal cual se lo concebía en el mundo de la educación está en crisis.

Ahora vamos hacia un mundo donde todo está por hacerse y donde cada acto que hacemos es una experiencia nueva, de aprendizaje.

Y en ese mundo en el que los paradigmas cambian permanentemente, está claro que la respuesta no está en los formatos y sistemas de formación tradicionales.

Pensar en formación de grado, posgrado o en horas de capacitación es hacer más de lo mismo y sucumbir a la tentación de lo que Ken Robinson denomina "inflación académica"; o sea, la tentación de pensar que el aprendizaje es acumulativo, sobre todo en un escenario como el actual, donde los saltos cuánticos y disruptivos están a la orden del día.

El avance de la tecnología se da a un ritmo tal que el impacto en el mundo del trabajo es aún incierto y difícil de predecir y genera un escenario de incertidumbre sin precedentes.

Casi a diario surgen nuevas tendencias, nuevos conceptos y nuevos paradigmas. Muchos "nuevos conocimientos" comienzan a ser básicos y excluyentes para desarrollarse en muchas profesiones.

Profesiones que están también cambiando con el impacto de la digitalización y la tecnología. Algunas caen en desuso, otras nuevas aparecen.

No sabemos que competencias requerirá el mundo del trabajo de aquí a diez, veinte o treinta años. No sabemos qué tipo de formación debemos darle a los médicos, abogados o contadores del futuro. De hecho, no sabemos si en el futuro esas profesiones serán ejercidas por personas o máquinas, o siquiera si existirán como tales.

En este contexto, todos, en mayor o menor medida, tenemos que estar atentos a la evolución de un mercado laboral en permanente cambio y trabajar para mantener nuestra empleabilidad.

Allí es donde la predisposición y la capacidad de aprender y desaprender permanentemente -"learnability", como se la denomina últimamente en inglés-, surge como la competencia clave del momento.

Este concepto surge como respuesta a la incertidumbre que plantean la trasformación digital y su impacto en el mundo del trabajo, y se traza como la garantía que las organizaciones tienen en un contexto en el que la digitalización hace inciertas las competencias y las habilidades que una determinada posición a futuro va a demandar.

En este contexto, la capacidad de aprender y desarrollar nuevas habilidades de forma permanente por parte de los profesionales adquiere cada vez mayor relevancia.

Así, la empleabilidad de las personas ya no depende tanto de lo que se sabe, de lo que se aprendió en el pasado, sino del potencial que tienen para adquirir conocimientos de forma constante dado que los ciclos de aprendizaje son cada vez más cortos.

Estado, sector privado, la sociedad civil y la comunidad educativa tienen que trabajar juntos para encontrar un nuevo paradigma que plasme esta nueva realidad en el que el objetivo es aprender a aprender.