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100.000 muertes por Covid: una triste marca que abrió un nuevo capítulo en la "guerra de relatos"

La oposición fustigó al Presidente, a quien le recordó su fallido pronóstico al inicio de la pandemia. El oficialismo contraataca y apuesta a las vacunas
15/07/2021 - 06:36hs
100.000 muertes por Covid: una triste marca que abrió un nuevo capítulo en la "guerra de relatos"

Argentina es así: ni siquiera ante la tragedia puede evitar que la grieta política se haga presente. Y es por eso que ante la triste marca de los 100.000 muertos por Covid, en la agenda pública se instala un debate desagradable pero inevitable: a quién perjudicará más la situación ante los ojos de la opinión pública y si tendrá algún correlato electoral.

En el corto plazo, es una noticia que enluta al país y deja en un segundo plano algunos datos positivos, como la progresiva disminución en los contagios diarios y cierto desahogo en las terapias intensivas de los hospitales. También opaca los últimos anuncios sobre llegadas de vacunas y la rúbrica de nuevos acuerdos con laboratorios, como el que permitirá la llegada de la vacuna Moderna.

Y es en ese contexto que la oposición adopta nuevamente una actitud de acusadora y el Gobierno intenta defenderse. En definitiva, una pelea en la cual cada uno de los bandos pugna por imponer al otro la mayor responsabilidad por lo ocurrido.

La oposición, por lo pronto, apela a la expresión "genocidio" -que históricamente la izquierda ha asociado con la dictadura militar y también para políticas de ajuste económico- para describir la situación sanitaria. No es una elección gratuita, sino que, por el contrario, apunta al centro de la sensibilidad del sector "progresista".

Y, como ocurrió en otras oportunidades, apeló al archivo que deja mal parado a Alberto Fernández. Es así como en las últimas horas han retornado a las redes las cadenas televisadas del año pasado en las que el Presidente se jactaba de los buenos resultados que estaba teniendo la cuarentena, en comparación con otros países que sufrían altas cifras de mortalidad.

Pero el mayor impacto surge del contraste entre los 100.000 muertos actuales con las previsiones del inicio. Por caso, se le recordó a Alberto Fernández cuando advertía, hace un año, sobre la tragedia que significaría que Argentina llegara a 10.000 muertos, como ocurría en ese entonces en Brasil.

Eran los tiempos en que Alberto acusaba a Mauricio Macri de haberle recomendado una apertura económica aunque ello implicara que "se mueran los que se tengan que morir". Una frase que Macri siempre negó pero que los partidarios del Gobierno han reflotado ante cada situación conflictiva vinculada a la política sanitaria.

En plena discusión con la oposición sobre si era necesario mantener una cuarentena estricta, el Presidente justificaba "No quiero pensar qué sería de mi conciencia si dejara que murieran 40 mil personas. No duermo más, no vivo más en paz. Eso no fue nunca un dilema, nunca dudé de eso".

La escalada de casos fatales puso la pandemia en el centro del debate político
La escalada de casos fatales puso la pandemia en el centro del debate político

Alberto y el efecto boomerang

Hoy aquellos temores parecen insignificantes ante la crudeza de la estadística actual. Pero el énfasis de la oposición no es solamente la cantidad de muertos -que sostiene podría ser de hasta 30.000 personas menos si se hubiese cumplido el plan vacunatorio tal como fue prometido- sino que, además, se hizo a expensas de una crisis económica mayor que la de los países de la región.

No por casualidad, en las redes se reflotó una de sus frases más polémicas de Alberto Fernández: "Prefiero tener 10% más de pobres y no 100 mil muertos en la Argentina".

Hoy, con un nivel de pobreza que el Indec mide en 42%, aquella frase se transformó en un boomerang, porque ambos temores se terminaron concretando.

La oposición ya había dejado en claro que el tema sanitario sería uno de sus pilares de campaña, sobre todo después del escándalo sobre el "vacunatorio VIP". Y en estas horas esa tendencia se está intensificando, como dejó en claro Patricia Bullrich, al publicar un cuadro negro en señal de luto como mensaje personal en las redes sociales.

Fue un gesto de alto impacto, que de inmediato empezó a ser imitado por los simpatizantes de la presidente del PRO.

El argumento acusatorio principal de la oposición está centrado en la mala gestión de la campaña vacunatoria, a la cual se tiñó de sospechas por el debate en torno al frustrado contrato con el laboratorio Pfizer y que terminó en una acusación judicial del propio Presidente contra Bullrich.

La campaña vacunatoria, arma de doble filo

Lo cierto es que al Gobierno se le hizo difícil recuperarse de los golpes de la campaña. Primero, por los incumplidos pronósticos del ex ministro Ginés González García, que había anunciado que en marzo, para la fecha del inicio de las clases, habría dos millones de personas vacunadas, incluyendo a todos los docentes.

Pero cuando llegó la fecha, los vacunados eran la décima parte, y los opositores se cebaban en las burlas a los intentos del kirchnerismo por construir un relato épico con los vuelos de Aerolíneas Argentinas a Moscú en busca de dosis de la vacuna Sputnik.

El propio Ginés pagó el costo político por los casos de los "vacunados VIP", todo un gesto que demostró hasta dónde el Gobierno se sentía herido por el descrédito ante la opinión pública. En esos momentos, las encuestas reflejaban más de un 60% de desconfianza sobre la gestión de la campaña vacunatoria.

Y, además, se reveló un dato que inquietó al oficialismo: cuando se encuestaba a gente que todavía no había sido vacunada, los propios votantes del Frente de Todos manifestaban su intención de votar a la oposición.

Fue por eso que el oficialismo hizo de la campaña el centro de sus preocupaciones y que la comunicación política del Gobierno se centró en los avances, a medida que se normalizaron situaciones problemáticas, como la que había retrasado la llegada de vacunas AstraZeneca.

El efecto de corto plazo fue una mejora en las encuestas hacia mayo: los ya vacunados tendían a mejorar su percepción sobre la gestión gubernamental, aun cuando el país estuviera sufriendo las consecuencias de la "segunda ola".

En ese momento, el Gobierno se planteó el objetivo de llegar a la fecha de las elecciones -es decir, septiembre- con un 75% de la población vacunada, aunque eso implicara que las utilizar las vacunas que estaban previstas para darse como segunda dosis.

Pero luego se constató que esos efectos no eran duraderos. Porque a medida que pasaban los meses y quienes habían recibido su primera dosis no conseguían la segunda, la polémica retornó.

Y en la guerra de estadísticas, hoy el Gobierno volvió a quedar en desventaja. Su esfuerzo comunicacional para demostrar que Argentina está entre los países con mayor porcentaje de la población cubierta ya perdió eficacia. Es cierto que el 46% de la población vacunada con una dosis la pone entre los mejores de América latina, junto a Uruguay, Chile y República Dominicana.

Pero cuando se mide la cantidad de países que han suministrado las dos dosis, entonces Argentina, con apenas un 11% de la población cubierta, cae al fondo de la tabla.

El contraataque oficialista

La apuesta del Gobierno es que el mal momento actual -que, en definitiva, no está causado por una desmejora en la situación sanitaria sino por el impacto simbólico de la cifra 100.000- pase rápido.

Mientras tanto, la estrategia comunicacional es la de responder las acusaciones en la línea que marcó Cristina Kirchner en sus discursos de campaña en el conurbano. Es decir, recordar que la oposición sembró dudas sobre la confiabilidad de las vacunas, lo cual implicaba una irresponsabilidad. "Dejemos la pandemia fuera de la disputa política", fue su frase más recordada.

El oficialismo apuesta que la campaña vacunatoria, hoy objeto de críticas, termine dándole rédito ante la opinión pública
El oficialismo apuesta que la campaña vacunatoria, hoy objeto de críticas, termine dándole rédito ante la opinión pública

El otro punto fuerte de la defensa es la acusación sobre el deterioro que sufrió el sistema de salud pública durante la gestión macrista y los esfuerzos por mejorar la infraestructura hospitalaria en las zonas más carenciadas.

También se pone énfasis en que el discurso "libertario" que se opuso a la cuarentena, a las restricciones de movilidad, a los hisopados obligatorios para turistas y, más recientemente, a la normativa que dejó miles de "varados", es una muestra más de la falta de solidaridad de un sector privilegiado de la sociedad.

Es la línea argumental según la cual el peligro del ingreso al país de la nueva cepa Delta es causado por individuos egoístas que, tras disfrutar sus vacaciones en Miami, transgreden su aislamiento obligatorio.

Un discurso que ha resultado difícil de sostener a medida que se conocieron historias dramáticas por parte de miles de "varados", muchos de los cuales padecen enfermedades que se complicaron como consecuencia de la inesperada prolongación de su estadía en el exterior.

En esa "guerra de relatos", lo más probable es que los argumentos sólo tengan el efecto de reforzar las convicciones de quienes ya habían tomado partido. Es decir, un tema que ocupa a las "minorías intensas" en sus peleas de redes sociales, mientras la mayoría continúa su dura lucha cotidiana por la supervivencia.

Si algo le da esperanza al Gobierno es que lo que ha demostrado tener efecto ante las críticas opositoras es la vacunación: una campaña exitosa puede hacer que la depresión por las 100.000 muertes sea un efecto transitorio.

Pero tiene un problema: que lo que en un momento pareció suficiente -75% de la población con una dosis en septiembre- hoy ya no parece una meta a celebrar. Para colmo, las dificultades logísticas en la vacunación -y la revelación de que hay miles de vacunas almacenadas y sin aplicar- hasta ponen en duda que ese número sea factible.

Y, además, los encuestadores también hicieron otra constatación inquietante: el efecto de alegría y alivio por la vacunación es de corta duración. De hecho, una vez que la gente recibió su dosis, manifiesta nuevamente la preocupación tradicional por la falta de empleo y el avance de la inflación.

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