Cristina Fernández, en el acto realizado ante militantes de La Cámpora y de otras organizaciones afines al kirchnerismo en el Centro Cultural de la Memoria, recomendó enfáticamente mirar la película Good Bye Lenin.

Ese film alemán del año 2003 narra los esfuerzos de un hijo para ocultarle a su madre –una fervorosa comunista que había entrado en coma poco antes de la caída del muro de Berlín y recuperado la conciencia en una Alemania reunificada y capitalista– los cambios sucedidos en la realidad política durante su estado de inconciencia. La alusión a esa historia se dio en el contexto del análisis de CFK sobre el capitalismo global, el rol del estado y, particularmente, la relación con el Fondo Monetario Internacional.

La vicepresidenta se encargó de recordar que Juan Domingo Perón nunca había dejado entrar al organismo multilateral en nuestro país y que Néstor Kirchner le había pagado toda la deuda en 2005 para sacárselo de encima.

Mientras tanto, en los Estados Unidos, el Jefe de Gabinete Juan Manzur y el ministro de economía Martín Guzmán están negociando, precisamente, los términos de un acuerdo con el principal acreedor de la República Argentina para despejar el horizonte de vencimientos que no se pueden pagar en los plazos oportunamente establecidos por la gestión de Mauricio Macri. Ficción y realidad.

Sectores del Frente de Todos cuestionan un acuerdo con el Fondo, mientras Guzmán apura la negociación.

La Argentina del 2021 poco tiene que ver con las presidencias del fundador del justicialismo o con el primer mandato kirchnerista. Este presente, signado por la alarmante escasez de dólares en el BCRA, una inflación superior al 50% anual, el riesgo país por arriba de los 1.600 puntos y el valor de los activos nacionales por el piso, requiere de un esfuerzo superior al del protagonista de la película para ocultar lo inocultable: los cambios sucedidos en los últimos años en Argentina han esfumado los stocks de reservas y cajas del Estado y la posibilidad de financiar los déficits fiscales tomando deuda.

Tampoco dejan margen para seguir recurriendo a la emisión monetaria o insistir en los congelamientos de precios para superar la situación.

Veinticuatro horas después del encuentro en la ex ESMA, la Plaza de Mayo y sus alrededores se llenaron de manifestantes que fueron a celebrar la fecha más importante de la liturgia peronista: el Día de la Lealtad. El mérito de los concurrentes radica en la pasión y las convicciones que los llevaron a movilizarse aun ante las idas y vueltas de los dirigentes con respecto a la organización.

Esa elogiable actitud de los manifestantes estuvo acompañada de otras escenas curiosas, interpretadas por personajes más afines al recordado clásico de Alejandro Doria "Esperando la carroza". Quienes tomaron la palabra ante la multitud lo hicieron para criticar sin disimulo al presidente Alberto Fernández por su intervención en el Coloquio de IDEA y por instruir a sus funcionarios para avanzar en el acuerdo con el FMI. Paradojas de la política que ninguno de los oradores de la más significativa de las efemérides justicialistas tenga origen en esa tradición política y, sin embargo, se autoproclamen custodios celosos de su doctrina.

La tarde del lunes dio lugar a otra movilización, esta vez convocada por la CGT y en la cual solo se leyó un documento consensuado por los distintos actores del mundo gremial, sin referencias personales o particulares. Quizás esa marcha pueda ser interpretada como la carta de presentación de la próxima conducción colegiada de una Central ampliada por el regreso de entidades que se habían alejado años atrás y que aspira a un mayor protagonismo en la segunda mitad del mandato del Frente de Todos.

El acuerdo con el FMI, punto que concentra tensiones en la coalición de Gobierno.

Tres días, tres actos y la confirmación de que la derrota de las primarias del 12 de setiembre pasado abrió un estado deliberativo que todavía no deja ver el punto de su resolución. Aun si las urnas trajeran noticias de cierta recuperación para el oficialismo, nada indica que los problemas vinculados al proceso de toma de decisiones se resolverán fácilmente.

Las diferencias expuestas exceden cuestiones formales para sumergirse en cuestiones conceptuales de fondo. Y del Fondo. Porque todos descartan que entre los requerimientos de la gente de Kristalina Georgieva para otorgar más plazos se encuentran dos muy relevantes: acumular reservas y reducir el déficit. En buen romance, devaluar y aumentar tarifas.

Y ese guión no es agradable ni fácil de interpretar. Pero, claro está, no siempre las actrices y los actores encarnan los papeles que más les gustan o los más simpáticos para los espectadores, sino los que le tocan en suerte. En esos casos, deben recordar que en muchas oportunidades hubo elencos profesionales que salvaron películas mediocres. Ojalá sea esta una de esas ocasiones.