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El desafí­o del "Capriles argentino"

El desafí­o del "Capriles argentino"
25/09/2013 - 06:00hs
El desafí­o del "Capriles argentino"

Es "el hombre del momento". Sabe la importancia de que todos hablen de él, y se las ingenió para estar en el centro de la escena sin necesidad de decir mucho.

Pero Sergio Massa también sabe que, en la política argentina, el hecho de estar en el centro del escenario durante una campaña electoral no es, en absoluto, garantía de una carrera política promisoria. Y si no, que lo digan Ricardo López Murphy, Roberto Lavagna, Elisa Carrió, Pino Solanas o el propio Francisco de Narváez. Todos, en su momento, supieron estar al tope de las encuestas y liderar a la oposición, para luego caer bruscamente.

Por eso el intendente de Tigre diseñó una estrategia que le ayude a sentar su proyecto presidencial sobre bases sólidas. Y consiste, básicamente, en ponerse por fuera de la antinomia kirchnerismo-antikirchnerismo que desde hace años domina el debate nacional.

Massa tomó como modelo de campaña al opositor venezolano Henrique Capriles, que tras más de una década de chavismo logró construir una alternativa real de gobierno por comprender que había que dar un giro al estilo opositor. Así, abandonó el antichavismo acérrimo y se presentó como el candidato del post-chavismo, para lo cual no sólo reconoció aspectos positivos del gobierno, sino que hizo suyo parte del discurso y del estilo "bolivariano".

Como describe el politólogo Mariano Fraschini, el gran logro de Capriles fue adoptar el eslogan "nosotros no somos la oposición, somos la solución".

"Dicha estrategia le permitió crecer en recursos institucionales y proyectar una imagen de responsabilidad política para presentarse como una alternativa viable al chavismo gobernante. Es decir, y aquí está lo paradójico en una sociedad tan polarizada en lo ideológico: Capriles, para tener chances de triunfo, debe tomar banderas chavistas", afirmó el analista y bloguero, tras asistir en Venezuela al ajustado triunfo de Nicolás Maduro.

El tema comenzó a ser objeto de estudio entre los intelectuales afines al kirchnerismo, que se preguntaban si podría replicarse el "fenómeno Capriles" en la Argentina. Rubén Weinsteiner, del Centro de Estudios Sociales y Sindicales, también analizó el tema con agudeza al observar que Capriles, con su apropiación del vocabulario chavista y la reivindicación de la imagen de Simón Bolívar, logró una empatía con el votante oficialista.

"Cuando se demoniza una figura, se está demonizando a aquellos que desarrollaron sentimientos más o menos importantes hacia ella. Es difícil seducir a alguien cuando se le dice ‘sos un estúpido'", argumenta el analista.

Y, haciendo una analogía con la situación argentina, plantea: "El kirchnerismo será superado solo por una construcción posterior, no en términos temporales, sino en términos estructurales, es decir por una propuesta que lo reconozca, valore, incluya y supere, y legitime de esta manera los sentimientos y convicciones de los que adhieren a este espacio".

El manual en la mano
Massa parece haber tomado nota de estas advertencias. Sus primeros pasos como candidato a diputado con proyección presidenciable parecen salidos del "manual del perfecto Capriles".

En su primera entrevista, dejó en claro que no hará antikirchnerismo.

"Argentina tiene que aprender a cuidar todas las cosas buenas que se logran y corregir las malas. Y que todos somos simplemente albañiles en la historia", dijo con cuidado de no sonar agresivo hacia el gobierno.

Tal vez será por eso que, en medio de una furibunda campaña opositora por sospechas de corrupción en el kirchnerismo, Massa se haya pronunciado en contra del "cabaret de la denuncia".

Luego reivindicó los programas de asistencia social (el mismo día en que Hugo Moyano hablaba de los "planes Descansar"), defendió la estatización de las AFJP y también la política de juicios a los represores de la dictadura militar.

"Somos de los que creemos que la Argentina ha tenido grandes logros a lo largo de estos años", afirmó.

Pero claro que lo difícil es el equilibrio. Porque su gran riesgo es pasar a ser visto como un "kirchnerista light", lo cual lo dejaría expuesto a los ataques de quienes, como De Narváez, plantea que "el massismo es más de lo mismo y no tiene nada de renovador".

Al mismo tiempo, tiene el desafío de no perder la línea cuando el kirchnerismo contra-ataca adoptando parte de su discurso, como está ocurriendo en temas de inseguridad y de política impositiva.

De manera que la estrategia debe llevar ingredientes de crítica y de defensa del modelo K en dosis iguales. Algo difícil de lograr en una campaña en la que, tanto el gobierno como la oposición juegan el juego de la polarización.

¿Podrá Massa transitar por ese estrecho camino y cumplir su estrategia "caprilista"? Es la interrogante que se develará en el futuro cercano.

De momento, parecería que lo está logrando. Su filiación peronista (pero con formación liberal), su juventud, su estilo "dialoguista" y su sonrisa fotogénica lo ayudan. Pero, sobre todo, lo ayuda su perfil "ejecutivo" ganado gracias a la alta visibilidad de un partido turístico como Tigre.

En un país castigado por el colapso de la infraestructura -reflejado dramáticamente en accidentes de trenes e inundaciones- hay poco lugar para los discursos grandilocuentes y se privilegia las figuras de los "hacedores".

Ahí, "Massita", como lo llamaba algo burlonamente Néstor Kirchner, tiene su gran capital: su figura coincide con el perfil que se valora en el nuevo momento político.

También allí es donde está su riesgo. El kirchnerismo conoce su estrategia, y empezó a atacarla prolijamente. En el discurso, destaca que ningún intendente puede arrogarse haber logrado avances en forma independiente de un gobierno. Y en los hechos, siempre está a mano el arma presupuestaria. ¿Billetera matará intendente?

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