Llegan partes de guerra desde Clarín
Las crónicas sobre la guerra entre Clarín y el gobierno muestran las declaraciones de funcionarios y abogados, los comunicados públicos y los análisis políticos. Pero hay un costado que raramente se ve reflejado: la vida cotidiana de los cientos de periodistas de Clarín que se sienten el jamón del sándwich.
En esta crónica, un periodista del diario cuenta esa historia oculta: cómo es transitar los pasillos del "gran diario argentino", escuchar todo tipo de rumores sobre intervenciones del gobierno, reestructuraciones, despidos y crisis varias. Qué se siente al ver compañeros llorando en la redacción, jefes anunciando que hay que prepararse para tiempos difíciles. Y la sospecha de que el diario puede aprovechar el conflicto con el gobierno como excusa para realizar un gran ajuste de personal.
En definitiva, contada desde la verdadera trinchera, ésta es la crónica de quienes sufren las consecuencias de encontrarse, involuntariamente, en medio de "la madre de todas las batallas".
Por tercera vez en lo que va del año, el martes 29 de octubre, el clima en la redacción de Clarín era de gran desconcierto.
Apenas se conoció el fallo a través del cual la Corte Suprema declaró constitucional la Ley de Medios y durante las horas siguientes, todos nos mirábamos en busca de respuestas. ¿Quién podría tener información de último momento? ¿Cómo iba a reaccionar Clarín? ¿Cuál era el plan B?
Recién después de la reunión de las 6 de la tarde (habitualmente ahí se terminan de definir los temas del diario del día siguiente), se retomó una apariencia de normalidad. Se había dado a conocer el comunicado oficial del Grupo que anunciaba el respeto al fallo y la posibilidad de seguir en nuevas instancias internacionales e incluso nacionales defendiendo los derechos adquiridos por la empresa. Y con el comunicado hubo algunos gestos de distensión.
"A nosotros no nos afecta." "La ley es audiovisual, el diario está afuera." "No va a pasar nada." Esas eran las frases más escuchadas del lado de los optimistas. También el mensaje que no oficialmente se trató de transmitir desde la conducción del diario. A diferencia de lo que había pasado en anteriores crisis, el martes no existió bajada de línea oficial para los jefes de secciones. Sólo a nivel de editores generales hubo contactos "desde arriba" (el cuarto piso del edificio de Clarín, en Tacuarí 1840, donde está la gerencia del Grupo). Y en el tercer piso, el de la redacción general, pasada la expectativa de algún tipo de comunicación, la mayoría volvió a sus tareas pensando en el cierre del día.
Eso sí, del lado de los pesimistas, las cosas no fueron tan sencillas. Entre los que lagrimeaban por la "injusticia de la Corte", los que fantaseaban con el día que La Cámpora tomara el diario (desde que en mayo pasado se habló de una posible intervención del Grupo por la Comisión Nacional de Valores, el chiste de La Cámpora ocupando los puestos clave siempre vuelve) y otras visiones apocalípticas, la noticia del fallo de la Corte cayó en terreno demasiado fértil.
LA REESTRUCTURACION DEFENSIVA
Es que pocos días antes se había anunciado, esta vez sí oficialmente, que se venía una gran restructuración en la redacción de Clarín: las secciones actuales se fusionarán para dar lugar a cinco mega-secciones con sus respectivos mega-jefes, y muchos redactores y jefes de sección podrán ser "relocalizados".
"El País" (producto de la unificación hace años de las viejas secciones de "Política" y "Economía), "El Mundo" (ex "Internacionales") y el suplemento económico del diario, se unirán para formar un gran eje de contenidos, se desconoce aún a cargo de quién. Habrá una mega sección llamada Ocio -que supuestamente agrupará a la mayoría de los suplementos y no se sabe qué más-, y otras de Sociedad y Deportes. Y lo que es más importante, se terminará de unificar a la redacción del diario sobre papel con la de Clarin.com. Una vieja deuda de la dirección de Ricardo Kirschbaum que viene acercando las dos redacciones desde hace tiempo, pero nunca ha logrado un real trabajo conjunto entre los periodistas del mundo papel y el digital.
Según se dice, "Opinión", "Cultura", la Revista Ñ y el suplemento de The New York Times que Clarín publica semanalmente en español quedarán como en una pequeña isla, aislados de estos futuros cambios.
Hace meses que se sabe que el editor general adjunto de Clarín, Ricardo Roa, está armando un grupo de trabajo para este cambio/fusión de Clarín papel y el Clarin.com. Pero ese trabajo permanece en las sombras y oculto para la mayoría de la redacción. Roa es de los personajes/jefes más temidos en la redacción de Clarín en términos de restructuración, porque se sabe -y él se ufana de eso- que elige armar proyectos exitosos con mínimos recursos (leáse salarios y personal), poniendo, sin dilemas, la carga sobre los trabajadores.
Además, el viernes 26 de octubre, en la reunión donde se informó parcialmente sobre los cambios que se vienen, se hizo hincapié en que se "había detectado" que un muy alto porcentaje de redactores y editores del diario y sus suplementos (incluyendo los zonales) están ociosos el 50 por ciento de sus horas de trabajo, y en que esa situación cambiará drásticamente cuando se implementen los cambios (se cree que en marzo de 2014 ya estará funcionando plenamente la nueva estructura).
ECONOMIA DE GUERRA
Y en ese sentido la noticia de la abrupta caída de las acciones del grupo, conocida durante la misma tarde del 29/10 también preocupó. El miedo siempre es que se aproveche el contexto desfavorable para implementar un ajuste severo, más vinculado en realidad a la crisis de los diarios en papel que a la situación real del Grupo.
Nadie ignora, además, que el fallo de la Corte cae sobre el diario Clarín en un año donde el cepo publicitario y la caída de las ventas del diario papel han reducido de manera importante los ingresos.
En abril de este año, Ricardo Kirschbaum convocó a una reunión "muy importante y obligatoria" a los editores del diario donde se informó sobre la notable caída en los ingresos y la necesidad de reducir drásticamente los gastos de producción del diario. En ese momento incluso se habló de la posibilidad de pagar en cuotas el aguinaldo (cosa que después no se concretó) y de lo difícil que sería implementar algún aumento de salarios. Pocos días antes, todos los empleados de Clarín recibimos por correo electrónico una carta del gerente de Recursos Humanos, Héctor Aranda, que hablaba de la crisis, de la necesidad de "reducir los gastos como nunca, suspender inversiones e implementar un sistema de retiro voluntario".
En ese contexto algunos se acercaron a Personal a preguntar por las condiciones de tal retiro y volvieron con un mensaje contundente: "Ya no es como antes, te pagan sólo lo que dice la ley, sin extras ni beneficios adicionales".
Al parecer, el momento de irse en muy buenos términos ya había pasado. Pronto supimos que los que nos quedamos, con o sin convicción, quedábamos para pelearla con la empresa. Esa era la sensación general.
ENTRE LA INTERVENCION Y EL RESURGIR GREMIAL
El fallo de la Corte también resucitó el fantasma de la intervención. En mayo pasado había ocurrido otro llamado urgente a editores. Esta vez para informarles que la Comisión Nacional de Valores tenía la clara intención de intervenir al Grupo -aduciendo cuestiones técnicas que tenían que ver con su manejo societario- y que nadie sabía qué podría pasar ante una intervención de este tipo.
Ese día también fue Ricardo Kirschbaum el portavoz. A la salida de la reunión el aire en la redacción cortaba como una navaja. Varios editores habían propuesto que los periodistas de Clarín firmaran una nota de apoyo al Grupo y en defensa de las fuentes de trabajo, y se pusieron a redactarla. Incluso hubo quien dijo que se publicaran las firmas siguiendo el orden de los empleados en la nómina de Personal.
Eran días raros, con la redacción dividida por una paritaria demasiado larga, y asambleas semanales inusualmente numerosas para un medio que estuvo más de una década sin votar a una Comisión Interna. Cuando la nota en defensa del Grupo ya circulaba, y muchos en las secciones físicamente más cercanas a la Secretaría General del diario (El País y El Mundo, principalmente) ya la habían firmado, la voz sensata de Ismael Bermúdez -uno de los pocos periodistas históricos del diario que tiene consenso general en la redacción- sugirió que en cambio fuera la Asamblea quien redactara el comunicado y lo sometiera a votación. Y así fue. Muchos suspendieron francos y se fueron al diario para la asamblea de las 7 de la tarde. Todo fue tensa vigilia hasta que finalmente se votó la propuesta de Bermúdez: que la Comisión Interna redactara un comunicado, que la Asamblea lo apruebe y que el diario lo publicara.
Al día siguiente, el histórico comunicado se aprobó. De inmediato se publicó en la web de Clarín.com, y un día después salió en el diario papel. Para los periodistas de Clarín fue un doble triunfo. Por un lado, que se oyera su voz y no la de un texto dictado por la empresa. Por el otro, con la publicación, la Comisión Interna -que hasta ese momento había sido ignorada y cuestionada por la empresa- fue aceptada de hecho. Eso sí, antes de la publicación del comunicado hubo que cambiar una palabra. El comunicado original terminaba con la oración: "Los trabajadores no podemos ser la variable de ajuste de una pelea que nos es ajena", y el que finalmente se consensuó con la empresa y publicó decía: "Los trabajadores no podemos ser la variable de ajuste de una pelea que nos excede."
Sutilezas, sin duda.
LA DEVALUACION DEL "APELLIDO DE CASADA"
El jueves 31 de octubre llegó otro sobresalto. Esta vez la mayoría de los redactores de Clarín se enteró por los medios, a las 11.30 de la mañana, que el titular de la Afsca, Matín Sabatella, había llegado al diario para notificar a los directivos sobre la continuidad del proceso de adecuación de oficio a la Ley de Medios.
Otra vez hubo desasosiego. Pero duró menos. Los periodistas de Clarín ya nos estamos acostumbrando a los sobresaltos y rumores. Mientras esperamos que se terminen de anunciar los cambios en la estructura de la redacción, seguimos pensando en lo raro que se ha vuelto todo.
Estamos en Clarín. "El gran diario argentino". El lugar donde, hasta hace poco, todos querían estar. El que pagaba los mejores sueldos. El que te daba el mejor apellido de casado -"XX de Clarín"- para cuando querías llamar a una fuente o franquear alguna puerta. La Ley de Medios Audiovisuales "no nos va a afectar", pero aún sigue ahí, en la cartelera de Personal -al lado de los ascensores de la Planta Baja del edificio de Tacuarí y de los anuncios de cumpleaños del día- el cartel que anuncia el retiro voluntario y la necesidad de ajuste. Y seguimos recibiendo periódicamente mails de despedida de redactores, fotógrafos y editores del diario.
En general, sus cartas dicen siempre lo mismo: aprendí mucho, fue una excelente experiencia y el tajante diagnóstico final: "trabajar acá ya no me entusiasma como antes".
No me pasa a mí. Persiste mi entusiasmo. Mi única duda entre tanta agitación es ¿hasta cuándo?