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La increíble historia de una "pionera" de la estafa piramidal que engañó a medio Madrid y terminó sus días en Buenos Aires

La madrileña Baldomera Larra inventó el primer fraude piramidal del que se tiene noticia, en el siglo XIX. Cómo operaba y su llegada al país
15/02/2021 - 14:36hs
La increíble historia de una "pionera" de la estafa piramidal que engañó a medio Madrid y terminó sus días en Buenos Aires

Si le preguntaban en qué consistía su negocio contestaba: "Es más simple que el huevo de Colón". Si le interrogaban sobre cuál era la garantía de su exitosa empresa, la famosa Caja de Imposiciones, ante una posible quiebra declaraba: "La única garantía es tirarse del Viaducto". El recién construido puente madrileño ya era conocido por ser un imán para los suicidas.

Baldomera Larra Wetoret, tercera hija del escritor Mariano José de Larra y Josefa Werotet, era un personaje célebre en el Madrid de 1875. Para algunos, "la madre de los pobres", por los favores que hacía a las gentes humildes. Para otros, "La Patillas", por los dos tirabuzones que tenía muy cerca de las orejas.

Para todos, la famosa prestamista que convertía en oro lo que tocaba, a razón de un 30% de ganancia mensual. Un negocio de préstamos que revolucionó los mentideros de la Villa y Corte y convirtió a doña Baldomera en la pionera de las estafas piramidales, señala La Vanguardia.

Todo comenzó cuando la hija de Larra, después de disfrutar de una vida acomodada, se encontró en una delicada situación económica. Casada con Carlos de Montemayor, el que fuera médico del rey Amadeo de Saboya, gozó, según afirma el escritor Juan Eslava Galán, "de una buena posición entre la nueva clase burguesa que alardeaba de posibles paseando por el Prado en carretela propia y luciendo vestidos que sus modistas copiaban de figurines de moda parisinos".

Todo se torció cuando Amadeo regresó a Italia en 1873. Su médico se vio impelido a abandonar el país tras la llegada al trono de Alfonso XII y se exilió en Cuba. Baldomera permaneció en Madrid sola con sus tres hijos.

Cuando uno de ellos enfermó, la situación adquirió tintes dramáticos. Entonces decidió pedir prestada a una amiga una onza de oro y al mes siguiente le devolvió dos. Ante la sorpresa de la vecina, la hija de Larra explicó que había conseguido tanta ganancia "invirtiendo con cabeza".

Los ecos de su hazaña corrieron como la pólvora por la ciudad y atrajeron a muchos pequeños ahorristas que le confiaban su dinero a cambio de un correspondiente recibo. En el curso de un mes recibían un suculento beneficio. La fama de la prestamista no hacía más que crecer.

Pronto doña Baldomera se vio sobrepasada por el éxito de su negocio individual y fundó la Caja de Imposiciones, que, tras pasar por varias ubicaciones, se estableció en la céntrica plaza de la Paja. La empresa ya contaba con cinco empleados: el secretario Saturnino Iruega, los escribientes Enciso, Rojas y Casanova y un recadero, Nicanor.

Sus clientes eran en su mayoría pequeños ahorradores, llegados incluso desde los pueblos cercanos a Madrid. Según las cifras que constan en la causa judicial, recogidas en un trabajo de la procuradora Mercedes Albi, hubo un total de 5.322 imponentes que depositaron un capital de 19.894.053 reales de vellón, una fortuna en la época.

¿Cómo consiguió doña Baldomera engañar a medio Madrid? Durante meses todo marchó sobre ruedas y sus clientes recibieron sin problema los beneficios prometidos. Se calcula que entre mayo y octubre de 1876 su banco dio salida a cerca de seis millones de reales, apuntalando la confianza y seguridad de los inversores.

Baldomera Larra fue un personaje muy popular en el Madrid del siglo XIX.
Baldomera Larra fue un personaje muy popular en el Madrid del siglo XIX.

El carbonero impaciente

Sin que se supiera muy bien por qué, la intranquilidad comenzó a hacer mella entre los clientes de la Caja de Imposiciones. Incluso corrió el rumor de que doña Baldomera ya no vivía en Madrid y se había fugado con el dinero.

Un día de diciembre, un carbonero, alarmado por estas noticias, acudió al domicilio de la prestamista en busca de su dinero. Doña Baldomera le atendió sin excusas y el humilde ahorrador se marchó con el bolsillo lleno y el espíritu sereno. Pero para la hija de Larra la visita había sido un serio aviso de lo que podía ocurrir si todos los impositores decidían retirar sus ahorros a la vez de forma repentina.

Doña Baldomera se marchó de Madrid con nocturnidad y sigilo llevándose consigo las ganancias que había amasado durante apenas siete meses de actividad. Para no despertar sospechas, se dejó ver en su palco privado del teatro de la Zarzuela, pero ya no regresó a su casa. Huyó a Francia con más de veinte millones de reales en su poder y dejando atrás a más de 5.000 ahorradores estafados.

El lunes 4 de diciembre de 1876, las puertas de la famosa Caja de Imposiciones permanecieron cerradas, mientras el pánico se extendía entre los clientes. "La madre de los pobres" había desaparecido sin dejar rastro.

"Las iras de los estafados se dirigieron entonces hacia el hermano de la prófuga, Luis Mariano Larra, conocido escritor de obras de teatro y zarzuelas, entre las que destaca El barberillo de Lavapiés", cuenta Mercedes Albi. Una turba encolerizada se presentó en el teatro donde el autor estrenaba su zarzuela La africanita escenificando tal protesta que tuvieron que acudir las fuerzas del orden, pensando que se trataba de un motín político.

¿Absuelta por ser casada?

Baldomera Larra vivió dos años en el barrio parisino de Auteil escondida bajo la identidad de Madame Varela. Tras descubrirse su paradero, España pidió al país galo su extradición con el fin de juzgarla por alzamiento de bienes. Una vez en la capital se celebró el correspondiente juicio. La sentencia fue portada de los periódicos El Imparcial y La época el 26 de mayo de 1879.

De los más de 5.000 estafados, solo se presentaron en la vista 55 afectados. Baldomera Larra fue condenada a seis años de prisión. El fallo no tuvo en cuenta el argumento de la defensa de que se había apropiado de esas cantidades debido al estado de penuria en el que se encontraba. Sin embargo, la famosa prestamista tan solo pasaría un año entre rejas gracias a varios factores.

Mariano José de Larra, padre de Baldomera.
Mariano José de Larra, padre de Baldomera.

Tiempo después, el asunto llegó al Tribunal Supremo gracias a la iniciativa del abogado defensor de su secretario, Saturnino Iruega, condenado como cómplice de la trama. El letrado Felipe Aguilera argumentó que doña Baldomera no pudo cometer delito alguno porque, al ser casada, carecía del permiso marital y por tanto de la capacidad legal para contratar. De esta forma, los contratos de préstamo eran nulos y no podía hablarse de alzamiento de bienes, porque jurídicamente no existían como tales al no estar autorizadas las operaciones por su legítimo esposo.

La sentencia, dictada el 1 de febrero de 1881, absolvía tanto a Baldomera Larra como a su colaborador Iruega. "Es indudable que no participa de todos los requisitos que la ley exige para constituir el delito por cuanto al abrir doña Baldomera Larra, sin autorización de su marido, la caja de imposición, ofreciendo a los imponentes ganancias tan pingües [...], semejantes actos no pudieron constituir obligaciones legítimas", rezaba el veredicto judicial.

Al mismo tiempo y, de manera sorprendente, se había iniciado una campaña de recogida de firmas para solicitar su indulto en la que participaron desde personas sencillas hasta aristócratas. Doña Baldomera era un icono en las calles madrileñas, y su gigantesca estafa parecía haber sido perdonada por la mayoría de los perjudicados, indica La Vanguardia.

Entre las clases populares circulaban con ironía coplas como Doña Baldomera o El gran camelo: "El dinero que era nuestro, / Baldomera se llevó, / Baldomera ha aparecido / Pero nuestros cuartos no".

Pionera de la estafa piramidal

Tras pasar por la cárcel, la vida de doña Baldomera se pierde en el misterio. "Unos dicen que vivió el resto de su vida con su hermano, el compositor Luis Mariano Larra; otros, que se reunió con su marido en Cuba y que emigró a Buenos Aires, ciudad en la que falleció ya anciana", relata Eslava Galán.

Lo cierto es que "la madre de los pobres" se retiró de la vida pública y nunca más se volvió a saber de ella. Su particular idea de negocio se convirtió en el primer fraude piramidal del que se tiene noticia. Para el cronista Luis Carandell, la hija de Larra fue "una de las primeras gescarteristas de la historia financiera madrileña".

En efecto, su método es el germen del llamado esquema Ponzi, puesto en práctica por el italoamericano Carlo Ponzi (1882-1949), quien en los años veinte estafó a un buen número de inversores prometiendo un 50% de beneficios en el plazo de 45 días o un 100% en 90.

Carlo Ponzi, reconocido como el inventor del la estafa piramidal, tuvo una antecesora en Madrid.
Carlo Ponzi, reconocido como el inventor del la estafa piramidal, tuvo una antecesora en Madrid.

El inversionista bursátil y asesor financiero Bernard Madoff podría considerarse también un aplicado aprendiz de doña Baldomera. Su empresa Madoff Investment Securities se desmoronó como un castillo de naipes en diciembre de 2008 cuando el banquero fue detenido por el FBI. La gigantesca estafa alcanzó los 64.800 millones de dólares, el mayor fraude cometido por una sola persona.

La prensa se apresuró entonces a explicar en qué consistía el famoso esquema Ponzi, empleado por el banquero neoyorquino para engañar a entidades bancarias, grupos inversores y a miles de ahorradores. La patente, como sabemos ahora, pertenecía en realidad a doña Baldomera y había nacido en las calles del viejo Madrid.