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Murió Carlitos Balá, el animador infantil más querido de la Argentina: su legado atraviesa generaciones

A lo largo de su extensa carrera en cine y televisión, el animador alegró a millones de chicos. Tenía 97 años y estaba internado en el Sanatorio Güemes
23/09/2022 - 08:16hs
Murió Carlitos Balá, el animador infantil más querido de la Argentina: su legado atraviesa generaciones

El humorista y actor Carlitos Balá falleció a los 97 años tras haber sido internado de urgencia en el Sanatorio Güemes para someterse a diferentes estudios ordenados por los médicos tras sufrir una dolencia y "algunos mareos".   

La triste noticia la confirmó su nieta  Laura Gelfi, quien confirmo que el deceso del querido artista se produjoel jueves a las 21.30.

"Estamos devastados pero unidos y así se fue él, con la familia unida y mucho amor", dijo con tristeza Gelfi sobre la partida de su abuelo.

"Tuvo mareos en su casa, lógico de su edad, y lo llevaron al sanatorio. Los médicos decidieron dejarlo en observación hasta mañana (por este viernes) y hacerles los estudios correspondientes que por suerte dieron bien", había señalado su representante, Maximiliano Marbuk.   

Carlitos Balá, el ícono del humor argentino que con sus chistes y su ingenio marcó a todas las generaciones

El artista que supo formar parte de la vida de varias generaciones de chicos, había cumplido el pasado 13 de agosto 97 años.

Fue autor de frases como "sumbudrule", "Angueto quedate quieto" y "qué gusto tiene la sal", pero también instauró el "chupetómetro", en el que los nenes iban a dejar allí el chupete.   

Carlitos Balá, siempre con una sonrisa, y su tradicional
Carlitos Balá, siempre con una sonrisa, y su tradicional "gestito de idea"

Justamente, una de sus frases más recordadas es cuando decía: "¡¡¿Qué gusto tiene la sal?!!" y todos los chicos contestaban gritando "¡¡¡Salaaaado!!!".   

El propio artista contó que la idea nació en 1969, en una tarde tranquila en Mar del Plata, cuando un chico lo miraba atento y Balá haciendo como que no lo veía preguntó varias veces en voz alta: "¡El mar! ¿Qué gusto tendrá el mar?".   

El nene permanecía silencioso y él siguió: "Ahhh, el mar tiene gusto a sal. Pero, ¿qué gusto tiene la sal?". Y antes de salir corriendo el chico le respondió: "¡Pero, qué gusto va a tener la sal! ¡Salada!". Y así nació un éxito que atravesó cuatro generaciones.

Un estilo combinaba la picardía con el humor más inteligente de todos: el absurdo

Carlos Salim Balaá, tal cual era su verdadero nombre, nació el 13 de agosto de 1925 en Chacarita y ya desde pequeño mostró que su vida estaba destinada al humor. Si bien sus padres preferían que su carrera fuera otra, luchó contra los prejuicios de la profesión y dio sus primeros pasos entre risas y aplausos. Sus incipientes shows fueron abordo de los colectivos de la línea 39, después llegó la radio -tras haber ganado un concurso donde utilizó un nombre falso por miedo a que en su casa lo retaran- y posteriormente el gran salto a la pantalla chica con el que tuvo tanto éxito durante su vida.

A principios del los años ‘60 el corte taza de su lacia cabellera se volvió el más pedido en las peluquerías. Todos los niños querían parecerse a él. Desde entonces, el teatro y la televisión se convirtieron en su hogar. Generaciones de argentinos crecieron con su compañía.

Los éxitos de Balá son innumerables, como así también las anécdotas que rodean su vida. Desde el comienzo de su carrera, no dejó ninguna oportunidad ante la audiencia para expresar su eterno amor tanto al barrio de sus orígenes, como al club Chacarita. No obstante, hubo un detalle que sorprendió a sus seguidores: a pesar de su gran fanatismo, nunca había ido a la cancha. A los 94 pisó por primera vez aquellas instalaciones donde se le retribuyó su pasión por los colores con un inmenso mural con una de sus emblemáticas frases.

Ingenuo y creativo, encontró la forma de sacarle una sonrisa a millones. Incluso, logró que latiguillos suyos como "¿un gestito de idea?" y "un kilo y dos pancitos" se volvieran de uso cotidiano en nuestro país. Siempre fue muy gracioso y también muy tímido.

Una extensa trayectoria, siempre vinculada al humor 

También trabajó como repartidor, empleado administrativo y peón de imprenta. Hasta que en 1955 cumplió el primer paso genuino de su larguísima carrera artística sumándose al elenco de La revista dislocada, el gran éxito radiofónico de Délfor. "Estuve 30 años haciendo reír a la gente gratis, hasta que empecé a trabajar en La revista dislocada", confesó muchos años después.

Antes de lograr la consagración individual, Balá fue ganando reconocimiento en compañía de Jorge Marchesini y Alberto Locati, con quienes formó un trío de enorme popularidad durante los años 50. Junto a ellos, Balá llegó por primera vez a la televisión en 1958, como integrantes del elenco de El show de IKA, el primero en la historia del medio en colocar cámaras en lugares elevados del estudio. Poco después el trío se disolvió tras un par de experiencias fallidas con programas propios: La vuelta al mundo en 80 años y Los Tres en apuros.

Sin dudas, la década del 60 fue el pináculo de la carrera Balá. La comenzó como heredero del Joe Bazooka que dejó vacante Alberto Olmedo y la cerró en 1970 con uno de sus mejores ciclos de sketches, Balabasadas. Allí supo enriquecer su estilo con el valioso aporte de Juan Carlos Calabró en los libros y la actuación.

Esa colaboración, que se extendió a otros ciclos, no fue casual. 

Los éxitos se sucedieron uno tras otro. Primero brilló en Telecómicos como un desopilante pescador de merluzas y poco después arrancaron sus exitosos ciclos con nombre propio: Balamicina (con producción de los hermanos Sofovich), El soldado Balá, El clan Balá y Balabasadas. Y casi en paralelo, protagonizó en el cine entre 1963 y 1965 tres películas con un personaje hecho a la medida de su comicidad: Canuto Cañete.

Carlos Balá junto a Tino Pascali y Raúl Rossi
Carlos Balá junto a Tino Pascali y Raúl Rossi

El circo en la televisión (y la televisión en el circo)

Ese reconocimiento indiscutido como una de las grandes figuras del humor en los medios audiovisuales, fue acompañado por una popularidad nunca alcanzada antes de sus programas circenses. Heredero a partir de esa década de una fórmula impuesta por José Marrone, alcanzó con esa fórmula televisiva y programas como el Circus Show cifras de rating y de convocatoria sin precedentes en su trayectoria. En esos ciclos le sumaba a los números habituales del circo apariciones musicales y coreográficas pensadas para atraer al público adulto.

También procuró no abandonar su perfil de comediante. "La gente me encasilló como artista de niños, pero yo hago el trabajo de un actor -reconoció-. El Indeciso, Petronila y Miserio son personajes que trabaja un actor.

Yo soy más adulto para los chicos, no soy actor de cuentito. Angueto quedate quieto es un sketch con actores". Los 70 fueron años de éxito masivo en la tele, en los shows circenses para las vacaciones (veranos marplatenses, inviernos en la Capital), en la venta de discos (el "Aquí llegó Balá") y en el cine, aunque en los últimos años llegó a ser recriminado con fuerza desde algunos sectores por el tenor de su participación en un par de películas junto a Palito Ortega (Dos locos en el aire y Brigada en acción) realizadas entre 1976 y 1977.

"¿Qué tenían que ver las películas con las dictaduras? Hay tanto que reflexionar en la Argentina. ¿Por qué no se unen para tratar de solucionar el tema del desempleo, de la inseguridad. Pero no el oficialismo, todos. Todos juntos. Sin banderías políticas. Seamos un poco más nacionalistas. Yo no creo en los partidos políticos. Sí creo en los hombres", reaccionó una vez frente a una consulta sobre un tema del que no quería hablar.

El reconocimiento de todos

El circo y el cine siguieron para Balá, de allí en adelante, con algunos altibajos y cerraron sus ciclos casi al unísono, para fines de la década del 80. En 1988 filmó su última película como protagonista (Tres alegres fugitivos) y ese mismo año se vio por Teledós la última temporada de El circo de Carlitos Balá.

Pero aquélla presencia constante que iba apagándose de a poco en las pantallas creció sin pausas fuera de ellas: a través de muñecos, máscaras, recuerdos y toda clase de memorabilia compartida por fans de todo el país, junto a la ayuda de fervorosos seguidores como el productor de TV Esteban Farfán, Balá fue adquiriendo en todo el país la condición de figura de culto y el reconocimiento a su trayectoria no hizo más que crecer a pesar de un silencio televisivo muy pocas veces interrumpido por alguna aparición especial.

Carlitos Balá trabajó hasta sus últimos días como invitado de Panam
Carlitos Balá trabajó hasta sus últimos días como invitado de Panam

También vivió con felicidad el rescate que Julián Weich hizo del Chupetómetro, una ocurrencia de Balá para alentar a los chicos a dejar el chupete.

Aquéllos reproches que recibía de parte de quienes opinaban que deformaba el idioma jugando con algunas palabras (fórmula que en México también llegó a desarrollar Roberto Gómez Bolaños en El Chavo) se transformaron en consignas utilizadas por los devotos de la obra de Balá para reconocerse y compartir códigos comunes.

También se revalorizó su prédica contra el mal gusto y las palabrotas, así como sus apariciones en reuniones y convocatorias de homenaje y recuerdo de los viejos tiempos. Así fue encontrando en algunos artistas que lo admiraban el espacio para volver a los escenarios. Primero, como coequiper de Piñón Fijo y más tarde, hasta el final de sus días, como invitado de Panam.