El drama Felicitas, una argentina de 22 años que se casó con un estadounidense y está por ser deportada
Felicitas Lauría, de 22 años, creyó que su pesadilla había terminado cuando salió de prisión con una tobillera electrónica. Pero la joven cordobesa ahora enfrenta una audiencia de deportación que podría separarla para siempre de su esposo estadounidense y sus sueños de una nueva vida.
La historia de esta villamariense se transformó en un calvario que comenzó el 25 de noviembre pasado. Ese día, Felicitas llegó junto a su marido a las oficinas de inmigración de San Diego para realizar la entrevista conyugal que le permitiría obtener la residencia permanente en Estados Unidos.
Lo que parecía ser el último trámite burocrático se convirtió en el inicio de una pesadilla. En lugar de recibir la aprobación esperada, un agente del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) la detuvo por supuestamente permanecer en el país más tiempo del permitido por su visa.
El laberinto burocrático que terminó en tragedia
La ironía del caso radica en los detalles del proceso migratorio. Mariana Lozita, madre de Felicitas, explicó que su hija tenía derecho legal a permanecer en Estados Unidos mientras tramitaba el ajuste de estatus matrimonial.
"En marzo se le vencía la visa, pero podía permanecer en Estados Unidos porque estaba en pleno trámite de ajuste sin necesidad de salir del país", detalló Lozita en declaraciones a El Doce. El matrimonio ya había sido reconocido y solo faltaba completar la documentación final.
Sin embargo, en una de las últimas instancias del proceso, todo se desmoronó. "Ellos fueron muy contentos porque era el último trámite, y de atrás salió una persona del ICE que la detuvo", relató la madre con dolor.
Diez días de tortura física y psicológica
Lo que siguió fueron diez días infernales que marcaron para siempre a la joven cordobesa. Las primeras 48 horas resultaron las más traumáticas: estuvo encadenada de manos y pies en una comisaría del centro de San Diego.
Durante esas horas iniciales, Felicitas no tuvo acceso a su medicación para el hipotiroidismo, durmió en el piso de cemento y solo contó con un jabón para toda su higiene personal. Las condiciones fueron descriptas por su madre como "inhumanas".
"La tuvieron encadenada, con los tobillos esposados y una cadena que subía por la cintura y le sujetaba las muñecas", denunció Lozita. Posteriormente, trasladaron a la joven múltiples veces entre la comisaría y el centro de detención Otay Mesa.
Cada traslado implicaba nuevas humillaciones. Las autoridades la sometían a revisiones físicas completas cada vez que ingresaba a una nueva instalación, agregando trauma psicológico al sufrimiento físico.
La audiencia fantasma que enfureció a la jueza
El 5 de diciembre estaba programada la audiencia judicial que definiría el destino de Felicitas. Sin embargo, las autoridades penitenciarias ni siquiera la trasladaron al juzgado, provocando la ira de la magistrada a cargo del caso.
La jueza, molesta por la falta de respeto al proceso judicial, decidió otorgar a Felicitas la fianza más baja posible. Finalmente, la joven pudo salir de prisión, aunque con una tobillera electrónica que la acompaña las 24 horas.
Ahora enfrenta una audiencia de deportación que será decisiva para su futuro en Estados Unidos y su matrimonio con el ciudadano estadounidense que eligió como compañero de vida.
La historia de Felicitas Lauría refleja las complejidades y tragedias del sistema migratorio estadounidense. Una joven de **22 años** que siguió todos los procedimientos legales ahora lucha contra la deportación, con su vida y su familia en la balanza de una decisión judicial.