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Dólar versión 2019: por qué no entusiasma a los industriales y complica a economías regionales

La inflación y el billete verde planchado preocupa a exportadores. Productores de frutas, vinos, maní y demás alimentos, también protestan
06/02/2019 - 11:00hs
Dólar versión 2019: por qué no entusiasma a los industriales y complica a economías regionales

Extraña paradoja enfrenta el Gobierno, que viene de un año en el que el precio del dólar pegó un salto del orden del 100% y, ahora que intenta plancharlo un poco para tratar de enfriar los precios y llegar sin sobresaltos cambiarios a las elecciones, empieza a recibir los reclamos de los industriales.

Los hombres de negocios observan que una cosa es la competitividad cambiaria versión septiembre 2018 y otra muy diferente es la de la actualidad.

Contando desde ese mes, el dólar no solo que bajó unos centavos en términos nominales, sino que además se terminó acumulando un avance de la inflación de más de 20 puntos.

Y la estrategia que comenzó a desplegar el Banco Central, de ampliar su poder de intervención en el mercado para salir a comprar divisas y así contener cualquier mínima escapada de la cotización, preocupa a los industriales, a punto tal que desde la cúpula de la UIA quisieron enviarle un mensaje contundente al Gobierno cuando deslizaron que se "agarran la cabeza" cuando ven cuál es el plan oficial para con la divisa.

Sin embargo, si algo caracteriza al debate económico en la Argentina es su tendencia al maniqueísmo: así como hay quienes ya levantan la voz argumentando que se está perdiendo buena parte del colchón de competitividad ganada en 2018, también hay sectores productivos que protestan porque el salto del billete verde no sólo les disparó los costos sino que terminó afectando a un ya golpeado mercado interno, como consecuencia de la pérdida de poder adquisitivo de los consumidores.

Desde bodegas enfocadas al negocio local, hasta productores de frutas, las quejas se multiplican: se dispararon los precios de los insumos -dolarizados- y de los servicios, principalmente el costo de los fletes, al tiempo que la demanda doméstica no hizo más que achicarse, dejando el peor efecto de la devaluación. 

Es decir, una divisa versión 2019 que no conforma ni a uno ni a otros. 

Ventas al mundo: lejos del boom

Respecto de los planteos que vienen haciendo desde el sector industrial, la competitividad cambiaria experimentó un fuerte salto, mejorándoles la ecuación casi instantáneamente a los sectores exportadores.

Pero también es cierto que el plafón que había en septiembre de 2018, se terminó erosionando sin pausa:

-En aquel entonces, la Argentina tenía un tipo de cambio real multilateral (conformado por los países con los que más se comercia) comparable al que regía a fines de 2009 y principios de 2010, en épocas de Cristina Kirchner, antes de que arreciara el atraso cambiario y que el gobierno de ese entonces impusiera el cepo.

-Ahora, el índice es similar al que regía en febrero de 2014, luego de que el entonces ministro Axel Kicillof propiciara una devaluación para descomprimir la olla a presión en la que se había convertido la economía.

Al evaluar la performance de las exportaciones, está claro que se estuvo muy lejos del boom, en parte también por el efecto sequía, que restó mucho stock de granos.

En 2018, las exportaciones no solo no crecieron sino que cayeron 0,5%, medido en volúmenes. Solo el factor precio permitió que cerraran con una tibia alza del 5%.

El intercambio con Brasil también muestra que no es posible todavía vislumbrar un boom exportador. Es verdad que en enero último el saldo arrojó un resultado positivo para la Argentina de u$s144 millones, que contrastó con un déficit de u$s478 millones.

Pero también es cierto, según advierten desde Abeceb, la consultora fundada por el ahora ministro de Producción, Dante Sica, que dicha mejora fue más una consecuencia del desplome de la demanda interna que de una gran performance exportadora.

En efecto: la caída de las importaciones fue responsable de casi 90% de esa reversión del déficit, mientras que las ventas al mayor socio comercial contribuyeron con apenas un 10%.

"En 2018 el dólar se encareció notoriamente, disminuyeron los costos argentinos en dólares… y aun así, las economías regionales continúan en problemas. Este mismo planteo se ha dado con la industria argentina. ¿Hubo un error en el diagnóstico, creyendo que un dólar más caro automáticamente favorecería a estas actividades? La respuesta es sí. La devaluación del peso no parece haber proporcionado alivio, lo que sugiere que un tipo de cambio alto tampoco es la panacea", advierte el economista Jorge Day, de Fundación Mediterránea.

Luces y sombras

La Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) presentó hace pocos días un preocupante relevamiento que refleja "el agravamiento de la crisis" que atraviesan 32 complejos productivos y que generan miles de empleos.

Tal es el caso, advierte la entidad, de sectores como legumbres, leche, vino, tabaco, miel, yerba, cítricos, frutas finas y verduras, entre otros, donde "se registra un nulo o escaso nivel de rentabilidad que impide cualquier planificación a corto y mediano plazo".

Desde la CAME apuntan directamente al efecto colateral que generó la devaluación, que fue acompañada por una dolarización de los insumos, a lo que se sumaron otros factores, como el incremento de la energía, la suba de tasas y la presión tributaria, que no disminuyó.

Entre los sectores más castigados, CAME destaca a los productores de peras y manzanas, localizados en provincias como Río Negro y Neuquén, donde "los costos de producción superan por amplio margen los precios finales que recibirán los productores".

En este complejo, según la CAME, que da trabajo a 28.000 personas, se está pagando $6 el kilo de manzana y $4 el de pera, cuando el costo de producción ronda los $12.

Aquí, los productores del Alto Valle se quejan de que las empresas exportadoras, para no resignar rentabilidad, están trasladando al sector primario de la cadena el costo de las retenciones y la pérdida de reintegros, medidas que tomó el Gobierno como consecuencia del ajuste fiscal.

Desde CAME también advierten que en el caso de los duraznos, cuyo foco de producción se centraliza en Mendoza, se espera para este 2019 una menor oferta (por baja cosecha) y una mayor demanda externa (dólar y Brasil), "y aun así, los productores se quejan por los bajos precios de esta fruta".

El sector del maní también ya está hablando de pérdida de competitividad por el combo que conjuga derechos de exportación, baja de reintegros y suba de costos, lo que generó que el valor FOB de cada tonelada exportada pase a ser u$s150 más elevado que el precio que maneja Brasil.

Desde la Cámara del Maní advirtieron que "los costos de mano de obra, logística y energía", también son decisivos y están generando, por ejemplo, que la Argentina ya esté siendo desplazada por el país vecino en algunos mercados estratégicos, como Rusia.

Desde CAME también hacen referencia al contexto negativo que está transitando el sector olivícola, dominado principalmente por emprendimientos ubicados en las provincias de La Rioja y Catamarca.

En este complejo, según el documento presentado por la entidad, se está abonando apenas $22 por kilo de aceitunas, mientras que el costo de producción se ubica en un nivel cercano a los $20.

En la industria vitivinícola tampoco están descorchando. Los bodegueros hablan con cautela cuando se refieren al efecto de la devaluación y nadie se permite hablar de un "boom".

Desde el Observatorio Vitivinícola Argentino (OVA), advierten que la erosión de la mejora cambiaria incluso afecta a los exportadores que producen con mayor valor agregado.

"Lamentablemente, los incentivos a exportar vino embotellado derivados de un mayor tipo de cambio parecen haberse diluido debido al proceso inflacionario que sufre la economía doméstica", explican.

Los responsables del organismo plantean que hablar de competitividad "implica tomar en consideración una multiplicidad de variables", entre las que figuran impuestos, costos internos y de transporte, entre otros factores.

"Los insumos transables, como etiquetas, cápsulas y tapones, no se indexaron a la tasa de inflación sino que incrementaron sus precios en base a la tasa de devaluación", advierten desde el OVA. El otro problema es que lo hicieron tomando en consideración el valor del dólar cuando marcó un pico y tocó los $42.

La suba de costos, sumada a la imposición de derechos de exportación de $3 por cada dólar exportado y un costo financiero que "tomó relevancia a partir de las tasas de interés", generó que el vino argentino haya estado lejos de haber mejorado su competitividad.

Este organismo elaboró un índice que permite medir esta última variable y contrastarla con Chile y España, dos de los principales competidores del vino nacional. Y la conclusión es que el combo devaluación y alta inflación provocó que no se haya recompuesto el deterioro que se viene sufriendo desde 2011.

Por eso no es llamativo que 2018 haya culminado con una caída interanual del 2,7% en el volumen de envíos al exterior de vino fraccionado.

El peor problema, en tanto, lo están sufriendo las bodegas que orientan la mayor parte de su producción al mercado interno: con un consumo per cápita que en 2018 perforó el piso de los 20 litros, el menor registro histórico, las bodegas no pudieron trasladar los mayores costos al precio de góndola, lo que se tradujo en un nuevo golpe a la competitividad.

Desde Fundación Mediterránea, Garzón rememora que, durante el kirchnerismo, el atraso cambiario era un problema porque se traducía en costos altos en dólares (especialmente los laborales), y se agravaba porque, por el proteccionismo, era difícil traer insumos y equipos importados baratos.

"Pero, ahora, para una buena parte de las economías regionales y de la industria argentina, el dólar es también un problema", agrega.

Quienes exportan se quejan de que los márgenes están cada vez más finitos y que los cambios en retenciones y reintegros, sumado al tema inflacionario, les quitó buena parte del colchón que supieron tener el año pasado.

En paralelo, quienes apuestan al mercado interno, se encuentran con costos dolarizados elevados y consumidores que vieron cómo su poder de compra se redujo cerca de 17 puntos a lo largo de 2018.