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La relación Fernández-Bolsonaro empezó en los peores términos: cuáles son los peligros de una crisis bilateral

En las últimas horas, el presidente electo y el mandatario brasileño estuvieron lejos de mostrar una actitud conciliadora. ¿Primará el pragmatismo?
29/10/2019 - 00:01hs
La relación Fernández-Bolsonaro empezó en los peores términos: cuáles son los peligros de una crisis bilateral

Cuando el domingo por la noche Alberto Fernández salió a hablarle a los militantes por segunda vez, una vez consumada la victoria en las elecciones presidenciales, y gritó por la libertad del expresidente brasileño Lula Da Silva, los grandes empresarios argentinos contuvieron su respiración unos segundos, sabiendo que este tipo de declaraciones políticas no iban a pasar de largo para un mandatario del estilo de Jair Bolsonaro.

"Hay muchísima preocupación entre los directivos. Esto lo veo todos los días porque asesoro a cámaras sectoriales y a grandes compañías. El clima de tensión afecta muchísimo los negocios y lo peor es la incertidumbre que se teje alrededor de esto", plantea el analista y consultor Marcelo Elizondo.

"Es inédito. Estamos ante la peor relación bilateral de las últimas tres décadas. El problema no es que haya diferencias; el tema es cuando, en diplomacia presidencial, se hacen públicas esas diferencias. Ahí sí hay un problema", agrega el experto.

Es que la reacción de Bolsonaro no se hizo esperar: criticó los resultados de los comicios señalando que la Argentina había elegido mal y además señaló que no iba a felicitar a Fernández hasta ver sus primeras señales en materia de política exterior.

En este contexto, Gustavo Segré, CEO de la consultora Center Group, plantea que, lógicamente, en el oficialismo brasileño "el mensaje del presidente electo por el Frente de Todos cayó muy mal, porque al referirse a Lula se metió en cuestiones jurídicas. No fue una buena decisión, así como Bolsonaro no debería meterse en la política argentina".

Para Elizondo, el riesgo en términos de política exterior fue alto: "No hacía falta hablar de Lula, ya había pasado la elección. Creo que la reacción de Fernández tuvo más que ver más con las simpatías de la coalición a la que pertenece que a un tema de agenda estratégica".

Sobre este punto, Raúl Ochoa, ex subsecretario de Comercio Exterior, advierte por un potencial conflicto en la agenda bilateral. 

El Supremo Tribunal Federal (STF) viene discutiendo si es constitucional que el preso más célebre de Brasil esté tras las rejas a partir de condenas en segunda instancia, como sucedió con su sentencia a ocho años y diez meses.

"Si logra la libertad con el aval de la Justicia, entonces la oposición al bolsonarismo encontrará una figura que hoy no existe", señala Ochoa, que reconoce que un Lula libre será un símbolo muy tentador para un albertismo en el poder, que podría crispar aún más la relación bilateral.

Sobre este punto, ¿cuál sería la postura de Fernández, de Cristina o de un futuro funcionario del próximo gobierno si Lula deja la prisión? ¿Habrá referentes que viajen a Brasil, como ya lo hicieron cuando fueron a visitarlo a la cárcel? De darse esta situación, ¿qué chances hay de que Bolsonaro no considere esto como una provocación grave?

Para Ochoa, una postal de este tipo en territorio brasileño podría terminar derivando en una crisis bilateral mucho más delicada que la actual escalada verbal. 

Los peligros de la divergencia

Es llamativa la virulencia con la que se expresó el canciller brasileño, Ernesto Araújo, quien utilizó las redes para lanzar munición gruesa: dijo que "las fuerzas del mal están festejando" la victoria del Frente de Todos. 

Además, aprovechó para anticipar un nuevo "cepo" importador: "No hay mucha ilusión de que el Fernández-kirchnerismo pueda ser diferente del kirchnerismo clásico. Las señales son las peores posibles. Cierre comercial, modelo económico retrógrado y apoyo a las dictaduras parece ser lo que se viene", disparó.

Elizondo señala que, más allá de la mala relación que puede existir a nivel personal entre el presidente brasileño y Fernández, "lo más grave es que haya una agenda económica demasiado divergente".

"Están claros los objetivos: Brasil pretende bajar el Arancel Externo Común y flexibilizar el Mercosur y el próximo gobierno de Argentina no parece que vaya a acompañar esta agenda", explica.

Bolsonaro pretende adelantarse a una eventual llegada de Fernández y reducir el Arancel Externo Común de un 35% al 12% para el caso de los autos y bajarlo de un 12% a un 4% para productos e insumos estratégicos como acero o bienes de capital.

Tal como informó iProfesional, hace dos semanas estuvo en Buenos Aires Rubens Barbosa, presidente del Consejo Superior de Comercio Exterior de la FIESP, la poderosa central fabril paulista. Durante su visita se reunió con algunos empresarios y con parte del think tank de Cambiemos y confirmó que la idea de Bolsonaro es avanzar con una apertura de la economía.

Para Segré, la idea de abrir la economía va a ser uno de los primeros "muros" contra el cual chocará la relación bilateral.

"No me parece que sea negocio para nadie que haya una crisis bilateral pero sí creo que en el futuro inmediato hay riesgos de una retracción del Mercosur, porque Brasil no va a dejar de abrirse al mundo y se prevé que, como contrapartida, la nueva administración del Frente de Todos proceda a cerrar más la economía pretendiendo cuidar el empleo", explica.

Respecto de la divergencia en la relación bilateral, Elizondo agrega que "México podría ser el primer destino de Alberto Fernández y hasta se rumorea que participará de una cumbre de partidos de centroizquierda. Esto marcaría su posición política en la región y claramente mostraría un alejamiento de la agenda de Brasil".

El experto advierte que todos los objetivos que se planteó Bolsonaro, los cumplió, como es el caso del esquema de privatizaciones o la reforma laboral.

"La apertura de la economía brasileña forma parte de su programa económico. Por lo tanto, está decidido a avanzar con esto. Sería importante que Fernández ya esté enviando un equipo para entrevistarse con funcionarios brasileños, pero esto no está ocurriendo. Los dos países podrían estar tomando caminos muy diferentes y esto preocupa a la comunidad de negocios", señala Elizondo. 

Segré también ve riesgos en un choque de agendas con objetivos contrapuestos: "Brasil quiere bajar el arancel externo del 35% al 12% para el intercambio automotor y para una canasta de productos muy amplia. Las empresas argentinas tendrían serias dificultades para competir en esas condiciones. Esto también puede derivar en un enfriamiento muy fuerte de las relaciones bilaterales".

De hecho, el propio Bolsonaro amenazó con excluir a la Argentina del bloque si Fernández avanzaba con medidas de tinte proteccionista.

Respecto del acuerdo con la Unión Europea, Elizondo advierte por el riesgo de que el Parlamento brasileño apruebe el TLC y comience a funcionar y que, en la Argentina, se dilate la decisión. Si bien es el Congreso el que debe aprobarlo, es el Presidente quien debe firmar el pacto.

Raúl Ochoa, agrega que hay otros puntos clave en la agenda, además del acuerdo Mercosur-Unión Europea, como son los múltiples acuerdos de libre comercio que el bloque, con Macri en la Presidencia, vino negociando junto con Brasil: Canadá, Singapur y Corea, entre otros.

¿Será el fin acaso de toda esta agenda aperturista?

En medio de todo este ruido, Enrique Mantilla, presidente de la Cámara de Exportadores (CERA) plantea a iProfesional que antes de patear el tablero, Fernández muy posiblemente muestre su faceta pragmática.

"En un momento se tomará conciencia de que van a necesitarse dólares. Y la única manera de generarlos de manera sostenible es con inversiones y exportaciones. Por eso nosotros confiamos en que, cuando llegue diciembre, prevalecerá el pragmatismo", apunta.

Claro que es un camino no libre de riesgos. A Bolsonaro le gusta provocar y no tendrá reparos en marcar sus diferencias para con el referente del Frente de Todos. Fernández, en tanto, iniciará su mandato con tensiones internas: tendrá como desafío mejorar la situación económica pero habrá una tropa muy pendiente de los gestos políticos y los simbolismos.