Sepa si usted califica como un ganador o perdedor de las siete políticas K
Una lección de la historia argentina reciente es que puede haber grandes diferencias entre lo que un "modelo económico" proclama que va a hacer y la consecuencia real que trae dicha aplicación.
Este tema ha sido objeto de estudio de sociólogos, como Manuel Mora y Araujo, quien suele repetir, en sus exposiciones, que "una cosa es en nombre de quién se hacen las políticas y otra cosa es a quién realmente benefician".
Y en ese sentido ha mencionado cómo, durante los años ’90 la principal beneficiaria de las mismas fue la clase media y no los sectores de ingresos bajos.
En los tiempos que corren, el objetivo declarado de la gestión Kirchner es reducir la pobreza.
Sin embargo, más allá de los discursos, los datos que se manejan a nivel privado dicen que el índice de pobreza se estancó, para ubicarse en un nivel comparable con el previo a la recesión iniciada en 1998.
Y la brecha entre ricos y pobres también muestra resultados modestos. La investigación de Leonardo Gasparini, docente de la Universidad de La Plata y experto en temas de distribución del ingreso, es elocuente.
Usa el "coeficiente de Gini", que establece en 0 la situación totalmente igualitaria y en 1 el escenario donde un sector se queda con todo el ingreso y el resto no recibe nada. El gráfico muestra cómo, a pesar de una mejora tras el colapso de 2001 y la devaluación, la tendencia es a un amesetamiento de este índice.
El nivel argentino, en torno de 0,46, es comparable con la mayoría de los países latinoamericanos y se ubica por encima de los europeos, que están en un rango de 0,3 (Suecia, el más igualitario, tiene 0,23)

¿Darse gustitos en el shopping o resignarse sólo con ir al súper?
Si hay algo en que el Gobierno muestra convencimiento es que la "lluvia de pesos" resulta ser la clave para que el país crezca en base al consumo.
Esto, a pesar de que esta abundante oferta de moneda -que supera holgadamente a la demanda- ponga a la Argentina en el podio de los países con mayor inflación.
"En sólo un mes la cantidad de circulante creció $6.000 millones. El Gobierno cree que emitiendo va a generar un mayor crecimiento, pero lo que produce es una mayor inflación, que se va comiendo el poder adquisitivo de los argentinos", advierte Martín Redrado, ex titular del Banco Central.
Sin embargo, este bombeo al consumo no muestra el mismo efecto en los diferentes segmentos sociales. Para tener presente:
- La facturación de los supermercados (en pesos) creció un 23% en el primer semestre.
- La de los shopping centers repuntó, en ese mismo lapso, casi el doble, un 43%.
Jorge Todesca, director de la consultora Finsoport, señala que, en el caso de los súper, el factor fundamental para la recuperación fue la creación de la Asignación Universal por Hijo, que puso efectivo en manos de los sectores de menores ingresos.
En cambio, en los shopping, donde el rubro principal no es el alimenticio sino la indumentaria y la electrónica, el disparador fue el boom del crédito.
Ganadores y perdedores
Si bien este año la economía crecerá cerca de un 7% y el espíritu consumista está alto, la "foto" muestra diferentes sonrisas entre los distintos grupos que forman parte de la imagen.
Es que, como se dice en la jerga de los economistas, se están produciendo transferencias de recursos a partir de las cuales una parte de la sociedad termina financiando las compras que realiza otro grupo.
¿Por qué se da esto? Por varios efectos distorsivos, tales como los que se muestran a continuación:
1. Cambios de precios relativos
Es uno de los efectos más notables de la actual política. Consiste en un brusco encarecimiento de algunos productos respecto de otros, de tal forma que se altera la relación tradicional de precios.
Estos cambios pueden ir en direcciones opuestas. Es decir, se puede dar un abaratamiento de los alimentos -que benefician a aquellos de menores recursos- o, justamente, la contracara.
Esto último es lo que está ocurriendo en la Argentina: la canasta básica se ha ido encareciendo sistemáticamente más que el resto de los productos.
Ante una inflación promedio del 23%, el incremento de la canasta básica corrió seis puntos por encima (29%). En tanto, los alimentos y bebidas se encarecieron un 30, según el sitio especializado Inflación Verdadera.

"No se trata, como sostiene a veces el Gobierno, de que una mayor demanda internacional fue la causante de la suba en los precios de los alimentos. Eso se ve con claridad cuando se compara la inflación argentina con la de sus países vecinos, que no tuvieron un encarecimiento relativo tan significativo", sostiene Luciano Cohan, economista jefe de la consultora Analytica.
En conclusión: aquellos sectores que destinan una mayor proporción a la alimentación pierden por la distorsión que se está produciendo en los precios.
2. Inflación como lubricante de la economía
Los analistas sostienen que la inflación no perjudica a todos por igual, sino que aquellos que tienen ingresos fijos o los que no pueden acceder al mercado formal de trabajo son los primeros que ven decaer su poder de compra.
Un ejemplo de esta situación se puede ver con el nivel adquisitivo real de los jubilados. El efecto de los aumentos nominales es cada vez más breve y marginal.
Tomando en cuenta los dos ajustes de este año, las jubilaciones aumentaron 26,4%. El año pasado habían subido 20% y el anterior 16%. Y, sin embargo, el nivel en términos reales no ha mejorado y se ubica debajo del máximo registrado en 2007.
La predicción es que en el futuro el efecto de la inflación sobre el segmento de la población con ingresos fijos se hará más evidente. Para Todesca, el primer síntoma será el consumo.
"El aumento simultáneo de la inflación y del endeudamiento de las familias no logrará ser plenamente compensado por las mayores transferencias del sector público, lo que afectará negativamente a la tasa de crecimiento del consumo privado", señala en su último reporte.
En conclusión: la inflación como lubricante del consumo no sólo es cada vez menos efectiva, sino que perjudica a quienes no tienen mecanismos para indexar su ingreso a la suba de precios (jubilados, trabajadores fuera de convenio e informales).
3. Política salarial de negociación paritaria
Uno de los efectos más notables del modelo de crecimiento con inflación se evidenció este año: el solapamiento salarial y empleados ganando más que sus jefes quedó a la orden del día.
Pertenecer o no a un sector protegido por un sindicato fuerte marca la diferencia entre empatarle a la inflación o perder poder adquisitivo.
Así, con el aval oficial, hubo sectores que negociaron aumentos salariales nominales superiores a 30%. En tanto, los trabajadores fuera de convenio recibieron ajustes que se ubican aproximadamente en la mitad de esa cifra.
Según Ernesto Kritz, director de la consultora SEL, sólo accedió a las mejores condiciones de negociación el segmento privado formal, mientras que han quedado relegados los empleados estatales, los informales y autónomos y aquellos que, por ocupar posiciones jerárquicas, no están alcanzados por los acuerdos sindicales.
Su estimación es que quienes recibieron los mayores ajustes no son más de un tercio de la población activa.
La aceleración inflacionaria indica que la tendencia es que este efecto se acentúe durante el año próximo.
En conclusión: la combinación de las negociaciones paritarias con un entorno de alta inflación ha dejado como ganador a los sectores privados sindicalizados y, como perdedores, a quienes no tienen la protección de un mecanismo indexatorio.
4. Planes de asistencia social
Luego de los antecedentes de los planes "Trabajar" en los años 90 y "Jefes y Jefas de Hogar" durante la fase más aguda de la crisis, así como de subsidios a cooperativas, se lanzó hace un año el programa de asistencia social más ambicioso.
La Asignación Universal por Hijo alcanza a 3,7 millones de niños y su remuneración inicial fue de $180. Hace algunas semanas el Gobierno anunció un aumento de 22%, que llevó esta asistencia a $220.
Los analistas elogiaron el diseño del plan, al considerar que cumple con mayor eficiencia que los anteriores el cometido de llegar a los segmentos más bajos de la pirámide de ingresos.
Pero claro, en un entorno de alta inflación, este beneficio queda acotado por el efecto de la licuación.
"Cuando la asignación cumpla un año, la inflación habrá alcanzado un registro de 24%, mientras que el beneficio tuvo una suba de 22%. O sea que este aumento va a tener un impacto en los primeros meses, y luego va a haber que pensar en un ajuste adicional", afirma Juan Luis Bour, economista jefe de FIEL.
En conclusión: los nuevos planes han sido efectivos en ayudar a los estratos más bajos, aunque la inflación implica que se necesite de reajustes continuos para que no se licúe el beneficio.
5. Aumento del gasto público
El gasto del Estado viene en una sostenida expansión desde 2003. Un estudio de la consultora SEL indica que un tercio de los ingresos de los hogares proviene de fuentes públicas.
Desde 2003, este ingreso subió un 40% per capita en términos reales.
Pero la investigación de Kritz advierte que, contrariamente a lo que pueda suponerse, este gasto público no ha contribuido a disminuir la brecha entre ricos y pobres.
Por el contrario, la distribución de este dinero ha sido más desigual que la del sector privado.
"El 30% inferior de los hogares recibe sólo el 7% de los salarios por empleo estatal. En tanto, el 10% más alto concentra un tercio del total de esta fuente", afirma Kritz.
La prueba de este situación es que el índice de desigualdad en el ingreso es peor en el sector público que en el privado.

En conclusión: la expansión del gasto público no ha tenido como principal beneficiario a los sectores de ingresos más bajos, sino a los medios y altos, que son los que acceden al empleo estatal.
6. Subsidio de las tarifas de energía
Las tarifas son la contracara de la carne. Prácticamente no han tenido suba nominal de precios, al punto que los economistas no dudan en calificar a los servicios públicos como "ancla" inflacionaria.
Una estimación de la consultora Ecolatina muestra que, para las familias de clase media, los alimentos incrementaron su peso 7,6% en el presupuesto familiar mientras las tarifas disminuyeron un 9% la participación en el lapso de un semestre.
Y Miguel Kiguel, titular de la consultora Econviews, señala que, en relación con las tarifas de la Argentina, los precios promedio globales son 50% más altos en el petróleo, 310% más en energía eléctrica y 400% más en gas natural.
Pero el beneficio de tener servicios públicos varias veces más baratos que los países vecinos no es igual para todos. Y claramente es mucho menor para los más pobres.
Ocurre que donde la tarifa subsidiada tiene mayor impacto es en las zonas urbanas, que cuentan con red de cañería para la distribución de gas natural.
En cambio, en las zonas suburbanas, la población debe abastecerse con garrafas. Que, por otra parte, este invierno escasearon y muchas veces debían ser compradas en el mercado negro al triple del precio oficial.
En conclusión: el subsidio de las tarifas energéticas implica un mayor beneficio a los sectores de clase media y alta del centro urbano.
7. Inflación en dólares
Un dólar que se desliza a un 10% anual contra precios que suben al 25% traen como consecuencia un fenómeno ya conocido: la inflación en dólares.
Ahora se ubica en un 15% anual, y todo indica que esa situación continuará al menos un año.
El resultado es que los productos y servicios que tienen precios internacionales empiezan a tornarse más baratos, mientras que los servicios que se ajustan con los costos internos empiezan a hacerse más caros.
Esta situación trae efectos mixtos. Para el consumidor de clase media suele ser positivo, ya que le permite un mejor acceso a los productos tecnológicos.
Pero donde resulta más evidente la apreciación del peso es en la vuelta de los argentinos al disfrute del turismo externo.
Según estadísticas oficiales, el último año fueron cinco millones los ciudadanos que viajaron al exterior, donde gastaron u$s4.000 millones.
Hay que remontarse hasta el emblemático año 2001 para encontrar una cifra similar de turistas que recorrían el mundo y disfrutaban su "plata dulce".
El efecto de revaluación del peso determinó que el costo de un pasaje a Madrid, que hace cuatro años costaba 2,3 salarios medios, hoy bajó a 1,3.
En conclusión: la continua apreciación del peso ha beneficiado ampliamente a la clase media, que ahora ve más accesible el consumo de productos de alta tecnología o viajar al exterior.
Fernando Gutiérrez
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