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La historia que no fue: Cedin, sí­mbolo del fracaso del Gobierno en su plan de ganarle al dólar

Al cumplirse el plazo legal para el ingreso de dólares "en negro" y su canje por títulos del Banco Central, muestran un pobre resultado del 6,5 por ciento
30/09/2013 - 07:04hs
La historia que no fue: Cedin, sí­mbolo del fracaso del Gobierno en su plan de ganarle al dólar

Un repaso de las noticias de mayo puede resultar por demás sorprendente: el debate sobre el Cedin ocupaba una enorme porción de los medios de comunicación, tapas de diarios, espacios de radio, televisión y era un tema caliente en los foros de Internet.

Se especulaba sobre la cantidad de cosas que podría hacerse con este título, desde comprar propiedades hasta pagar en los supermercados, estaciones de servicios y shopping centers.

Hasta se llegó a contemplar con que podría llegar a circular a la par del peso, como una segunda moneda, al estilo del CUC cubano. No sólo eso, se lo postuló como un gran candidato para sustituir al dólar blue.

Hoy -cuando la palabra Cedin ya fue borrada de la memoria por la enorme mayoría de la población-, la lectura de aquellos encendidos debates parece casi una obra de ciencia ficción. Parece mentira que desde aquellos días hayan transcurrido apenas cuatro meses.

Y es imposible reprimir una sonrisa irónica al contrastar la grandilocuencia con la que se hizo el anuncio y la alta temperatura de la discusión en el Congreso con el paupérrimo resultado del plan.

Al cumplirse tres meses desde su debut, la suma ingresada es un irrisorio 6,5% de la meta fijada. Y, para peor, los Cedines emitidos tuvieron muy corta vida.

Al contrario de lo que planteaba el Gobierno -es decir, que fueran usados como medio de pago y circularan ampliamente en la economía- fueron canjeados rápidamente por dólares.El Cedin no cumplió ninguna de las funciones para el que había sido creado. Tanto, que es casi imposible encontrar a alguien que haya visto un certificado.

Y, por cierto, nadie sabe cuánto vale, porque como no ha habido operaciones en el mercado secundario, el papel no tiene un precio real.

De manera que aquellos que se alarmaban ante la posibilidad de que fuera un "nuevo patacón" pueden respirar aliviados: aparte de los funcionarios del Banco Central y unos pocos agentes inmobiliarios, casi nadie vio un Cedin de verdad.

Finalmente, la realidad parece haberle dado la razón a quienes desde el comienzo se mostraron escépticos respecto del entusiasmo que este blanqueo de capitales podría despertar en la población.Un parche para el "modelo"

Pero, en medio de este fracaso tan estrepitoso, es posible que el Cedin tenga otra "utilidad" todavía no advertida: la de haberse convertido en un símbolo de esta época de la Argentina. Como si fuese casi una parábola sobre los vaivenes, euforia y desencanto que genera el "modelo K".

Es que todas las características del certificado -empezando por los motivos económicos que le dieron vida, siguiendo por los errores de implementación y terminando en el intento por transformar en compulsivo algo que había nacido para ser voluntario-, son una especie de síntesis del estilo kirchnerista en el manejo de la política económica.

Para empezar, el propio nacimiento del Cedin es bien elocuente respecto de cierta falta de comprensión sobre la sociedad argentina: llegó como un reconocimiento a que el Gobierno había sufrido una derrota en la "batalla cultural contra la dolarización".

El año y medio de vigencia del cepo cambiario había demostrado de manera contundente que esta restricción era algo mucho más grave que esa caricatura sobre "tilingos" de clase media-alta enojados por no tener dólares para ir a Miami

Por el contrario, si algo quedó en evidencia fue que desplomó la actividad inmobiliaria y que, además, fue interpretado por la población como que se les prohibió la posibilidad de ahorrar. El Cedin venía a corregir esos errores.

No obstante, la mayoría de los economistas advirtió tempranamente que no habría forma de que tuviera aceptación, en la medida en que no se atacaran los problemas de fondo que habían disparado la fuga de capitales, que luego derivó en el cepo. Es decir, mientras no se resolviera la inflación y la distorsión de precios causada por el atraso cambiario.

"Como mucho podría ser un sedante, pero no resolverá los problemas de fondo", afirmaba en su entonces Luciano Cohan, director de la consultora Elypsis.

En tanto Caamaño Gómez, economista jefe de la consultora Ledesma, decía que la estrategia del Cedin estaba destinada a "fracasar con todo éxito".

En definitiva, lo que los analistas ponen de manifiesto es que todo lo que rodeó a su nacimiento (como medida desesperada), su instrumentación dificultosa y el rechazo del mercado es, ni más ni menos, el costo oculto derivado de los problemas irresueltos que enfrenta la economía.El costo oculto del "relato" económico

En definitiva, el Cedin es el verdadero costo de todo lo que el "relato" muestra como logros principales de la política económica.

Una prueba clara de ello es cómo la negativa a recurrir al crédito en el mercado internacional (que ha sido levantada como un principio innegociable de un gobierno progresista) llevó finalmente a que la única alternativa a la que se echara mano para tratar de conseguir algo de dólares fuera la amnistía para los evasores fiscales con fondos de origen dudoso.

"Los problemas argentinos son básicamente inventados, más autoinflingidos que reales, que sólo pueden resueltos si las medidas gozaran de credibilidad", resume Diana Mondino, docente de finanzas de la Ucema.

Precisamente este punto, el de la confianza, es recurrentemente señalado por los analistas a la hora de explicar el fracaso del Cedin.

"Hay que entregar los dólares físicos al Banco Central. O sea que se tienen que cambiar billetes emitidos por la primera economía del mundo por papelitos impresos por un país que ha estafado varias veces a los depositantes y que ha repudiado el peso con una inflación del 25%", graficaba José Luis Espert cuando comenzó a hacerse evidente la reticencia del público.

Lo que otros advierten es que un mal resultado del blanqueo no tendría efecto neutro, sino que hasta podría acelerar los problemas.

"Si el monto que ingresa es finalmente muy bajo, eso debilitaría todavía más la confianza en el Gobierno", apunta Alvarez, de Analytica.El sello de la mala praxis

Además de los problemas económicos y de la falta de credibilidad del mercado, hay otro aspecto en el que el plan Cedin también refleja fielmente al estilo K: la falta de profesionalismo para implementar medidas.

Ya desde el comienzo existían muchas dudas sobre cómo estos certificados iban a poder canjearse por billetes verdes.

Los analistas financieros señalan que, además del factor confianza, el Cedin sufrió la competencia de otras alternativas de inversión en el mercado que le han restado protagonismo, al ser vistas como menos riesgosas para los inversores.

Además de los bonos dolarizados, Jorge Todesca, titular de la consultora Finsoport, menciona al cupón PBI, que paga si la economía crece por encima del 3,29%. Y esto es algo que los economistas consideran como muy probable a juzgar por las estadísticas que publicó el Indec.

Por otra parte, medidas restrictivas sobre operaciones como el "conta con liqui" se convirtieron en una presión adicional sobre el precio del dólar blue, lo que hizo que el billete informal siga acaparando la atención.

Pero, sobre todo, nunca se logró que el Cedin tuviese un mercado secundario con un precio claro, ni que fuera percibido como un medio de pago con capacidad de aceptación de la sociedad.

Para el ex ministro Domingo Cavallo, era previsible que esto ocurriese, a no ser que se permitiera que también los ahorristas con dólares "en blanco" pudieran adquirir este instrumento.

Y justificaba tal afirmación en que quienes hoy se niegan a soltar sus dólares para hacerse de $5,79 iban a tener una forma legal de cambiarlos a un precio más alto y cercano al del blue.

Irónicamente, esta sugerencia -que en su momento fue ignorada- ha sido promovida por funcionarios que han tratado de convencer a los bancos de que canalicen parte de sus depósitos "blancos" en dólares hacia los Cedines.El costo moral de "cedinizar" a la fuerza

Hay, finalmente, otro ingrediente clave que transforma al Cedin en un símbolo K: la tentación de terminar imponiendo "por las malas" un título que originalmente había sido pensado para ser adquirido voluntariamente.

Las primeras señales llegaron temprano: a las pocas semanas de iniciado el blanqueo, y con la constatación de que el tema venía lento, Guillermo Moreno empezó con sus poco sutiles insinuaciones respecto de que el Gobierno consideraba casi una obligación de los empresarios traer dólares para esta causa.

Fue en ese marco que el inefable secretario de Comercio avisó a directivos de la industria que en las reuniones los quería ver con "un Cedin pegado en la frente". "No me vengan con que no tienen dólares para blanquear", enfatizaba.

Pero también ahí se ve uno de los problemas a los que ahora se enfrenta el "modelo": los métodos de amenaza, que alguna vez fueron eficaces, ya no surten el mismo efecto.

Y empieza a quedar claro, "para todos y todas", que en la pulseada contra el mercado, el intervencionismo siempre lleva las de perder.

"Con un dólar blue que está un 70% encima del oficial, y con permanente caída de reservas, es evidente que el mercado se está adelantando a lo que pueda ocurrir y que el margen de acción del Gobierno se va reduciendo", sintetiza Aldo Pignanelli, ex titular del Banco Central.En las últimas semanas, a medida que la fecha límite para el final del blanqueo se acercaba y quedaba en claro que el Cedin no levantaba vuelo, Moreno volvió a reunirse con empresarios, especialmente con aquellos con capacidad de conseguir dólares -petroleras, cerealeras, bancos- para reiterar su presión.

En ese sentido es que se planteó la prórroga en el plazo: con el doble objetivo de evitar el "papelón político" en plena campaña electoral y para darle al castigado Cedin y a su hermanito menor, el Baade, una última oportunidad de demostrar que podían cumplir una función.

Queda para el debate, claro, si los dólares que eventualmente se logren recaudar por el método de imponer un "bono patriótico" compensarán al costo de enviar otra señal de desconfianza al mercado.

A fin de cuentas, si se llega al extremo de violentar la letra de la ley que creó el Cedin y se obliga a grandes empresas a aportar "de prepo" dólares blancos -que en casos como los bancos ni siquiera son propios-, ¿cómo podrá convencerse a un pequeño ahorrista de que no puede ser "cedinizado" compulsivamente en nombre de la causa nacional?

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