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Punto débil en el plan de Massa para el dólar: por qué el FMI puede rechazar la "devaluación indirecta"

La aplicación de un impuesto de 30% sobre importaciones surgió como alternativa a la devaluación. Pero podría generar fuertes roces comerciales
04/07/2023 - 13:00hs
Punto débil en el plan de Massa para el dólar: por qué el FMI puede rechazar la "devaluación indirecta"

Cómo llevar el dólar a $350 de golpe sin que eso genere un trauma económico ni un golpe político al Gobierno y que, además, no complique las relaciones internacionales del país: ese es el gran punto sobre el que se debate con el Fondo Monetario Internacional, en la recta final para un nuevo acuerdo. Y una de las posibilidades sobre las que más se ha comentado en el mercado en los últimos días, la de aplicar un impuesto de 30% a las importaciones -similar al impuesto PAIS- o una percepción de cuenta de otro impuesto a devolver el año próximo, podría encontrarse con más problemas de lo previsto.

A primera vista, esa podría ser una solución viable para dejar contentos a ambas partes: el Fondo vería el efecto equivalente a una devaluación, que pondría un freno a las importaciones, mientras que el Gobierno mantendría el tipo de cambio actual para el pago a los exportadores. Y, sobre todo, al no hacer la devaluación en forma directa, se evitaría el impacto social que suelen tener los saltos cambiarios bruscos.

Pero los expertos en este tipo de negociaciones han señalado escollos imprevistos. El más importante es que ese impuesto a la importación pueda colisionar con las normativas de la Organización Mundial de Comercio, donde se pueda considerar que Argentina está implementando medidas para-arancelarias.

El país, como todos sus socios del Mercosur con quienes comparte un arancel externo común, tiene consolidados en la OMC impuestos máximos para la importación, que respetan un consenso internacional. Si la aplicación de un nuevo impuesto de 30% implicara un monto tal que sobrepasara el tope permitido por la OMC, quedaría expuesta a que se la acuse de prácticas comerciales desleales.

"Espero que los funcionarios argentinos hayan hecho bien las cuentas. Porque la aprobación va a depender de que voten directores de los países que eventualmente pudieran verse afectados en su flujo exportador. Y dudo que el staff del FMI recomiende al directorio algo que pueda vulnerar las recomendaciones de la OMC", afirmó Héctor Torres, ex representante argentino ante el FMI, entrevistado en FM Milienium.

Esa advertencia marca el punto débil de la estrategia de negociación argentina: la convivencia de múltiples tipos de cambio en el marco del "cepo" está acercándose a su límite. Por más que conceptualmente puedan ser comparables el impuesto PAIS que se aplica a los ahorristas y al turismo y el que eventualmente se pueda aplicar a los importadores, hay diferencias respecto de qué intereses se ven afectados.

Sergio Massa con Kristalina Georgieva, directora del FMI: el ministro intenta resistir las presiones para una devaluación
Sergio Massa con Kristalina Georgieva, directora del FMI: el ministro intenta resistir las presiones para una devaluación

La apuesta de Massa para no devaluar

Lo cierto es que, si ese impuesto fuera rechazado por parte del FMI, Argentina quedaría bajo la presión de una devaluación en sentido estricto, ya sea mediante un salto discreto o con una aceleración en el "crawling peg" mensual.

Para el ministro-candidato Sergio Massa esto implica una difícil disyuntiva: si acelera el ritmo de devaluación mensual, se congraciará con el FMI y podrá mostrar una voluntad de disminuir la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo, pero también arriesga a una aceleración de la inflación, justo en la previa de las elecciones.

Desde la corrida cambiaria de abril, que había llevado la brecha a un 118%, se produjo una corrección, al punto que a fines de junio quedó en un nivel más "normal" de 91%. Si la referencia se toma con el dólar "contado con liquidación", se observa la misma reducción de la brecha: desde un pico de 112% en la última semana de abril hasta un nivel actual de 93%.

Massa basa su argumentación anti-devaluatoria en esa evolución, y manifiesta su confianza en que gradualmente la brecha continuará bajando, con lo que se aliviarían las tensiones del mercado. Después de todo, las críticas que hacen los economistas apuntan más a la distorsión generada por el cepo que a la cotización nominal del dólar.

Cuánto es una brecha "normal" es algo que constituye un tema de controversia: los economistas críticos señalan que, como herramienta, el cepo ha perdido eficacia y recuerdan que, en su primera versión, durante la gestión de Cristina Kirchner, la distancia entre el blue y el oficial raramente superaba el 60%, pero en esta segunda versión el "piso se estableció más arriba". Y, en momentos de pánico, como el ocurrido hace un año, tras la renuncia del ministro Martín Guzmán, se llegó a una brecha récord de 149%.

Un diagnóstico inamovible

Pero más allá de que la brecha cambiaria haya disminuido, los funcionarios del FMI no cambiaron su diagnóstico fundamental: el país tiene un problema de atraso cambiario, que se ha ido agravando mes a mes, desde que el Gobierno, preocupado por la escapada de la inflación, volvió a ralentizar la tasa devaluatoria y al clásico recurso de usar al dólar como "ancla".

Puesto en números, el tipo de cambio oficial apenas se movió un 35% entre enero y mayo, mientras la inflación acumulada en ese período fue de 42,2%. Es una situación que contradice expresamente las recomendaciones del Fondo, que en su última revisión había marcado expresamente: "Para mejorar la acumulación de reservas, la tasa de devaluación deberá ubicarse de manera consistente por encima de la inflación". Y, más contundente aun, había estimado en hasta un 25% la sobrevaluación del peso.

El dilema de Massa: acelerar el crawling peg para achicar la brecha con el dólar paralelo, o ralentizarlo para no fogonear la inflación
El dilema de Massa: acelerar el crawling peg para achicar la brecha con el dólar paralelo, o ralentizarlo para no fogonear la inflación

Desde que se firmó el "stand by" con el FMI a comienzos de 2022, solamente en un cuatrimestre -de septiembre a diciembre del año pasado- se cumplió con esa premisa, con un "crawling peg" que llegó a 28% contra una inflación de 24,4%.

De hecho, en los cinco meses que van del año ya se acumuló una inflación en dólares de 5%, y si la tendencia se mantuviera en el resto de 2023 -suponiendo una inflación relativamente controlada y un crawling peg similar al actual- la suba de precios medidos en moneda estadounidense terminaría en torno del 14%. Aun si estos números son corregidos por la inflación interna de Estados Unidos, la pérdida de competitividad argentina seguiría siendo inevitable, porque el IPC estadounidense, que el año pasado fue de 12,5% -el más alto en 40 años- ya está bajando al entorno de 6%.

Además, Argentina está mostrando una evolución peligrosa en un punto que el FMI considera importante: el saldo de la balanza de pagos. Este año podría terminar con un déficit de 2% en la cuenta corriente, por un mix de factores que incluyen la sequía, el déficit fiscal y el calendario de pagos de la deuda, que este año obliga a pagar más de lo que entra como préstamos (se estima un flujo negativo de casi u$s4.000 millones, a diferencia del año pasado, positivo en casi u$s8.000 millones).

Hablando en plata, ese déficit podría ubicarse este año en unos u$s12.000 millones, una cifra que hace parecer pequeño el "rojo" de u$s3.788 del 2022.

El FMI, atento a los errores del pasado

Pero al staff técnico que responde a la directora Kristalina Georgieva no solamente le preocupa la pérdida de competitividad de la economía argentina, sino -acaso más importante que eso- que no se les pueda achacar que estén repitiendo el error de 2018, que les costó el puesto a varios de sus antecesores: la fuga de dólares del FMI en un inútil intento por pulsear con el mercado financiero.

En aquel momento, también se planteó el argumento de que Argentina es un caso diferente al resto, por su economía bimonetaria, y que una suba del dólar no resolvería los problemas porque sería rápidamente neutralizada por un pico inflacionario. Curiosamente, el mismo argumento que el peronismo plantea hoy para pedir la revisión del acuerdo "stand by".

El FMI bajo la dirección de la francesa Christine Lagarde "compró" el argumento y en pocas semanas se esfumaron miles de millones de dólares sin que se pudiera evitar una sucesión de derrotas contra el mercado. Cuando se pidió la ayuda al Fondo, en mayo de 2028, el dólar había saltado a $23, y en menos de un mes ya estaba en $29 a pesar de las ventas que había realizado Federico Sturzenegger, que renunció el 14 de junio.

Su sucesor, Luis "Toto" Caputo intentó un sistema de subastas diarias, que le permitió un respiro de un mes y medio, pero a mediados de agosto la cotización saltó de $28 a $30 e inició una escalada que llegó hasta los $40 por dólar a fin de mes. Cuando Caputo renunció, el 25 de septiembre, el dólar ya cotizaba a $42. A esa altura, el FMI había desembolsado u$s15.000 millones sin que Argentina pudiera cumplir las metas macroeconómicas comprometidas, y con un fracaso total en la defensa del tipo de cambio.

El cepo cambiario, bajo la lupa del FMI, que teme que su asistencia financiera pueda esfumarse rápidamente
El cepo cambiario, bajo la lupa del FMI, que teme que su asistencia financiera pueda esfumarse rápidamente

Con ese antecedente sobre la mesa, ¿qué sugerirá ahora el FMI? Otra de las versiones que circularon en las últimas horas apunta a que se habilitaría un desembolso por una suma un tercio menor al que aspiraba Massa, en torno de los u$s6.800 millones. Dado que esa suma se usará para recomponer reservas del Banco Central y, además, hacer frente a nuevos vencimientos, el remanente que quede para que Massa pueda intervenir en el mercado en caso de una corrida cambiaria sería acotado.

El FMI está enviando una señal: hasta que no esté claro cómo quedará el panorama político post electoral, no piensa hacer desembolsos importantes ni arriesgarse a que nuevamente sus dólares se esfumen en una pulseada con el mercado.

Y cada vez habrá menos tolerancia con el cepo cambiario. Una pista en ese sentido se vio la semana pasada con el acuerdo firmado entre el organismo y el gobierno de Pakistan, donde se puso como condición para una nueva asistencia, el fin de las restricciones cambiarias y los tipos de cambio múltiples.

Aunque la nación asiática pueda parecer muy diferente de Argentina, desde el punto de vista del Fondo guarda muchas semejanzas. Ambos incumplieron las metas económicas alegando problemas climáticos, ambos estuvieron a punto de caer en default y lo evitaron gracias a la ayuda china, ambos tienen un cepo cambiario, ambos tienen fuertes subsidios a la energía y ambos tienen una elección en octubre, en la cual el oficialismo lleva las de perder.