La euforia de Milei tras el dato de inflación: mejora real en jubilaciones y menor suba en la canasta de pobreza
Justo en su momento más delicado desde el punto de vista político, cuando la ofensiva opositora en el Congreso hace dudar sobre el superávit fiscal y cuando el alza del dólar hace temer por el fin del "ancla cambiaria", el Gobierno recibió una de las mejores noticias del año.
El IPC de junio no solo dio muy por debajo de lo que habían proyectado las consultoras privadas, sino que, además, implica una recuperación de la confianza sobre el plan económico. La euforia -también podría interpretarse como el alivio- quedó más que elocuente en el tuit de Javier Milei, en el que felicita a su equipo económico y dice que el 1,6% "lo festejan los argentinos de bien y lo llora todo mandrilandia".
Como se encargó de marcar el ministro Luis Caputo, es un número que no se veía desde 2018 -exceptuando el registro de abril 2020, atípico porque obedecía al momento de mayor parálisis económica por la cuarentena-.
Ya ese solo dato sería, en sí mismo, motivo para el festejo político. Pero la fiesta resultó completa por el hecho de que, el mismo día, se comunicó la inflación de la canasta básica -la que marca la línea de pobreza- y la canasta alimentaria -la que indica la línea de indigencia-.
En otras palabras, se cerró el primer semestre con un abaratamiento relativo de las canastas que consumen las franjas de menores ingresos de la sociedad. Y eso implica que el próximo dato semestral de pobreza -que se publicará en septiembre, en pleno cierre de la campaña electoral para las legislativas- muy posiblemente volverá a marcar una mejora.
El último censo, que se publicó en marzo pasado y midió el segundo semestre de 2024, dio una pobreza de 38,1% de la población y una indigencia de 8,2%.
Inflación baja y alivio para la franja más pobre
Puesto en números, la canasta de pobreza registró en junio un 1,6%, lo que implica que el acumulado del año está en 10,1%. En cuanto a la canasta de indigencia, su variación mensual fue de 1,1%, con lo cual el encarecimiento acumulado en el primer semestre del año llega a 12,4%.
Es decir, ambos indicadores tuvieron una evolución inferior al IPC general, que en lo que va del año acumuló un 15,1%. Lo que explica esta situación es el hecho de que tanto en la canasta de pobreza como en la canasta alimentaria hay una ponderación menor de los servicios y gastos de recreación, mientras que los alimentos ocupan la mayor parte a la hora de medir la inflación.
Y, en lo que va del año, los alimentos tuvieron una variación menor a los de rubros consumidos por la clase media, como la de educación privada, servicios de comunicación, restaurantes, combustibles y servicios no subsidiados de electricidad, gas y agua.
Es por ello que las canastas básica y alimentaria han tenido casi siempre una evolución inferior al IPC, con la excepción de marzo, cuando por cuestiones estacionales -y por la elevada incidencia de la carne en la estadística del Indec-, los alimentos tuvieron un pico inusual de aumentos.
En esa ocasión, el rubro alimenticio había sido el de mayor incremento -un 5,9%- impulsado por una fuerte suba de precios en carnes y verduras. Como consecuencia, ese mes empeoró la situación de los más pobres, dado que la canasta básica registró una suba de 4% y la de indigencia un 5,9%.
Esa situación se revirtió en los tres meses siguientes, a tal punto que en mayo la canasta alimentaria registró, por primera vez, una deflación -es decir, un abaratamiento nominal-.
¿Cómo está ahora la estadística? Hablando en plata, a fines de junio una familia de dos adultos y dos menores tenía que contar con un ingreso de $1.128.398 para estar por encima de la línea de pobreza. Y el ingreso familiar para estar sobre la línea de indigencia -es decir, para poder consumir una dieta capaz de reponer nutrientes y mantener la salud- se ubicó en $506.008.
Un dato ideal en el debate por las jubilaciones
Para el gobierno, la utilidad política del IPC de junio tiene un "timing" inmejorable, porque además le permite reforzar su argumento en el debate jubilatorio, luego del paquete de reformas aprobado por la oposición.
En ese mes, el ajuste para jubilaciones y pensiones fue de 2,78%, de acuerdo con la nueva fórmula indexatoria, que toma la inflación pasada. En otras palabras, un haber jubilatorio que evoluciona notoriamente por encima de los precios, con el IPC de 1,6%.
Claro, ese 2,78% refiere a la "jubilación pura", sin tener en cuenta el bono extraordinario que cobran los jubilados de la mínima. Dado que ese bono continúa congelado en $70.000, se produce un efecto de achatamiento relativo de la mínima respecto del resto de las jubilaciones.
Aun así, considerando la variación total -jubilación más el bono- los jubilados de la franja mínima también le ganaron a la inflación en junio, aunque por un margen menor: 2,2% de incremento en el cobro frente al 1,6% del IPC.
La revancha política
Tal como había ocurrido el mes pasado, el mayor motivo de festejo para el equipo económico es el hecho de que los precios se movieron muy por debajo de lo que habían pronosticado los economistas críticos.
Después del 3,7% de marzo, las consultoras económicas habían pronosticado que en los meses siguientes se registrarían cifras más altas para el IPC, redondeando un acumulado no menor a 12% para el trimestre abril-junio. En contraste con ese pronóstico, el acumulado trimestral dio 6%, la mitad de las proyecciones.
Aun cuando en mayo la situación se normalizó con un IPC de 1,5%, igualmente los economistas siguieron manifestando sus dudas, por los movimientos cambiarios que se generaron tras el levantamiento del cepo. En junio, particularmente, se notó un regreso de los pequeños ahorristas al atesoramiento de billetes verdes, al tiempo que el tipo de cambio, en apenas 10 días de junio, registraba un salto de 5,5%.
Esto llevó a que entre los economistas se especulara sobre el fin del ancla cambiaria y un inevitable contagio del dólar a los precios. Sin embargo, no es lo que ocurrió en junio. Y el gobierno sostiene que tampoco se verá ese efecto en julio, dado que la apertura comercial con rebajas de aranceles opera como un factor que neutraliza la suba del dólar.
Lo cierto es que Milei está dispuesto a aprovechar políticamente este empujón que le da el alivio inflacionario. Ya en el fin de semana se había hecho eco de una encuesta de la consultora Opinaia en la que se reflejaba cómo una mayoría de 63% de los argentinos está de acuerdo con que es necesaria una reducción del gasto público. Y, en otra demostración de su avance en la "batalla cultural", una mayoría de 56% reconoce un vínculo directo entre el déficit fiscal y la alta inflación.
Es, para el gobierno, una de las mejores noticias posibles, mientras enfrenta la aprobación de un paquete legislativo que, según estima Caputo, este año tendría un costo fiscal de 1,5% del PBI y el año próximo de 2,5%. Es decir, algo que amenaza seriamente el objetivo de terminar este año con un superávit de 1,6% del PBI.
Otro de los tuits que Milei replicó y celebró fue un gráfico "contrafáctico" -publicado por la diputada Sabrina Ajmechet- en el que se proyectó cuál sería el nivel actual de inflación si se hubiera seguido con la expansión del gasto que realizaba Sergio Massa en el final del gobierno anterior. La inflación de junio habría dado, según esa proyección, un 60% en el mes.