Efecto Shein: importaciones explotan por dólar planchado y amenazan con comerse el superávit
El "efecto Scott Bessent" se sintió a pleno en la balanza comercial de octubre: gracias a la ayuda del secretario del US Treasury, se transcurrió el cierre de la campaña electoral con dólar controlado, lo que llevó al "efecto Shein": una explosión de las importaciones por parte de quienes sospechaban que habría una devaluación post electoral.
Por otra parte, se contabilizó en ese mes una parte de las exportaciones correspondientes al "tax holiday" para los productores agropecuarios y que llevó a un ingreso extraordinario de "sojadólares".
El dato de octubre, en sí, es positivo, porque fue uno de los meses de mayor intercambio comercial, y dejó un saldo positivo de u$s800 millones. Las malas noticias aparecen cuando se hacen las proyecciones a futuro, porque mientras es muy difícil que se puedan sostener en el mismo nivel las exportaciones -sobre todo las de productos primarios y manufacturas de origen agrícola-, todo indica que el incentivo para la importación se tonificará.
En octubre, cuando el dólar mayorista llegó a $1.490 -muy cerca del techo de la banda-, en el mercado de futuros se reflejaba la expectativa de una devaluación, con todos los contratos por encima de la banda de flotación. Sin embargo, el cambio de clima político y el ingreso de dólares por el canal financiero han hecho que el tipo de cambio se desplomara al entorno de $1.400.
Pero esto no significa que hayan desaparecido las expectativas devaluatorias. Más bien al contrario, son muchos los economistas que le reprochan al gobierno no aprovechar el momento favorable para comprar mayor volumen de reservas y critican el uso del "ancla cambiaria" para controlar la inflación. De hecho, actualmente el mercado de futuros vuelve a mostrar la voluntad de cobertura cambiaria por parte de los inversores, que esperan que en los próximos meses el dólar se ubique nuevamente sobre el techo de la banda.
Importaciones, pero de consumo
Este nuevo escenario implica que las importaciones tienen probabilidad de continuar cerca del nivel de u$s7.154 millones que se registró en octubre. Y con un detalle agravante: los bienes de consumo final y los autos ya constituyen el primer rubro de compras en el exterior -entre ambos suman un 24,3% del total, seis puntos porcentuales más que hace un año- mientras que los bienes de capital representan un 18,7%.
Es un dato que contradice el discurso oficial, dado que el ministro Luis Toto Caputo suele argumentar que no le preocupa el alto nivel de las importaciones -y el eventual déficit de cuenta corriente- porque lo ve como un síntoma de una economía en recuperación.
Y, efectivamente, los economistas coinciden en para que crezca la producción nacional es necesario que haya importaciones de bienes de capital y de insumos para la industria. La relación que suele aceptarse es la de tres puntos de aumento de la importación por cada punto de incremento del PBI.
Sin embargo, en un escenario complicado para la industria -el relevamiento de la fundación FIEL registró la cuarta caída consecutiva, con una baja interanual de 5,3% en octubre-, la tendencia de las importaciones es que los bienes de consumo final ocupen cada vez mayor espacio. Es, precisamente, el punto que critican los industriales locales, que ven con temor la combinación de bajas arancelarias y retraso cambiario.
Los números son elocuentes sobre esta tendencia: mientras los bienes de consumo final crecen a un ritmo de 49% anual, los bienes de capital lo hacen al 20%.
¿Adelgaza el superávit?
Del lado de las exportaciones, volvió a registrarse un muy buen nivel del sector agrícola, que sumó u$s4.689 millones, entre materias primas y productos industrializados. Si se consideran los últimos dos meses, la exportación del agro llegó a u$s9.696 millones.
Pero se trata de una situación excepcional, generada por el período de "retenciones cero" que tuvieron un efecto de adelantamiento de ventas. Es decir, se espera que en los próximos meses se note la otra cara de esa política: un bajón exportador, dado que ya se vendió el remanente que estaba previsto para el verano.
Es cierto que hay buenas noticias del trigo, el principal cultivo que aporta dólares en la temporada estival. Sin embargo, los analistas del negocio agrícola advierten sobre el exceso de euforia. Para empezar, porque en el caso del trigo, los precios del mercado internacional no han tenido la misma explosión que otros cultivos: cotiza en Chicago a u$s200 por tonelada, cuando el máximo de este año había sido de u$s222. Y, en el mercado local, tras la baja del dólar, los productores reciben u$s178.
Es por eso que la situación cambiaria juega como un desincentivo: el fortalecimiento post electoral del peso implica, como es habitual, una mayor cautela, ante la expectativa todavía vigente de una devaluación a mediano plazo si se abandona el esquema de banda de flotación.
Esto lleva a que expertos del agro prevean que, aun con la buena cosecha triguera, es probable que en el verano habrá un ingreso de divisas menor al del año pasado.
El rubro que sigue brillando como la nueva esperanza de ingreso de dólares es el petrolero, que en octubre dejó u$s913 millones y en el año acumula ventas por u$s9.019 millones, contra importaciones de gas por apenas u$s2.951 millones.
La pelea que viene
¿Qué es lo que viene? A juzgar por lo que proyectan los economistas que participan en la encuesta REM del Banco Central, el año terminará con un saldo comercial positivo de u$s8.287 millones. Hasta ahora, el superávit de 10 meses es de u$s6.846 millones, lo cual supone que, para que se cumplan los pronósticos, en el bimestre final tendría que haber exportaciones por un promedio mensual de u$s6.620 millones, e importaciones por u$s5.900 millones.
La proyección de exportaciones luce relativamente realista, porque implica una caída de 17% respecto del nivel actual, lo cual va en línea con una caída en las ventas de la producción agrícola.
En cambio, hay muchas más dudas respecto de que se produzca una caída de casi 20% en las importaciones. Más bien al contrario, con un dólar contenido y la temporada navideña, todos los incentivos alineados para que las compras continúen en su nivel actual.
En síntesis, no está en riesgo el superávit de la balanza comercial, aunque podría ser bastante más exiguo de lo esperado. Y, como en el rubro servicios sigue gozando de buena salud la salida de dólares por turismo y compras online, hay certeza de que sí se registrará un déficit de la cuenta corriente.
Ese es, de hecho, el gran debate que viene. El gobierno ya asume que en 2026 el desbalance de dólares podría superar los u$s5.700 millones, pero que eso se compensará por los dólares que ingresen por el canal financiero y por inversión externa directa.
Es más, el argumento de Caputo es que hay más probabilidades de comprar reservas cuando hay déficit en la cuenta corriente que cuando hay equilibrio. Es un tema que está lejos de generar consenso, al punto que entre los que cuestionan la visión oficial está nada menos que el Fondo Monetario Internacional.