El dólar blue tomó temperatura y se disparó a $1300, tras la derrota del oficialismo en el Congreso
En la última rueda de la semana, el dólar minorista se mantuvo estable en $1.275 en las pantallas del Banco Nación, apenas por debajo de su máximo histórico de $1.280 alcanzado el lunes pasado. En el mercado informal, el dólar blue subió cinco pesos, a $1.300, y siguió siendo la variante más cara del mercado cambiario.
En el segmento financiero, el contado con liquidación (CCL) ganó 0,1% y se ubicó en $1.275, mientras que el dólar MEP avanzó 0,1% hasta los $1.270. Por su parte, el tipo de cambio mayorista registró un repunte de $6,60, y se posicionó en $1.261,50.
La economía argentina transita un período en el que la política cambiaria se transformó en la herramienta principal para sostener la estabilidad nominal y frenar la inflación. Analistas coincidieron en que el tipo de cambio flotante logró moderar la volatilidad de las cotizaciones y contener la suba de precios en los últimos meses, pero también generó tensiones crecientes sobre el frente externo. Mientras la demanda de dólares por turismo y atesoramiento se mantuvo elevada, la cuenta corriente acumuló déficits históricos, una señal de alarma que el Gobierno siguió de cerca.
Según los expertos, la apreciación del peso —producto de un enfoque monetario restrictivo y de un superávit fiscal sostenido— tuvo impactos heterogéneos sobre la economía real. Por un lado, los salarios medidos en dólares alcanzaron máximos de siete años y permitieron un acceso más amplio a bienes y servicios, incluyendo viajes al exterior. Por otro lado, la competitividad externa se vio erosionada, lo que reforzó la presión sobre las reservas internacionales y encareció la formación de activos externos.
La comparación histórica mostró que el tipo de cambio real se ubicó muy por encima de los niveles de 2001, un dato que, aunque llamativo, requiere matices. La estructura productiva, la carga impositiva y el volumen de inversión extranjera directa configuran un escenario muy diferente al de aquel año. Aun así, la demanda persistente de dólares como reserva de valor expuso las limitaciones del esquema y su dependencia de flujos exportadores extraordinarios.
En paralelo, la flotación cambiaria presentó altos niveles de arbitraje y una brecha prácticamente nula entre las cotizaciones oficiales y financieras. Este fenómeno inusual en la historia reciente reflejó un delicado equilibrio entre oferta y demanda, sostenido por la liquidación del agro y la expectativa de financiamiento externo.
La apreciación cambiaria y su impacto sobre salarios e inflación
Desde 1816 señalaron que el Gobierno de Javier Milei centró su estrategia económica en la baja de la inflación, respaldado por un ajuste fiscal profundo y una política monetaria restrictiva. La flotación cambiaria funcionó como un ancla nominal que permitió, junto con el recorte de la emisión directa, que los precios se desaceleraran con fuerza tras el salto inicial de diciembre de 2023.
Los datos de alta frecuencia, no obstante, mostraron que la inflación de junio probablemente superó la de mayo, marcando un punto de inflexión que podría anticipar nuevas presiones inflacionarias si el peso continuaba apreciándose o si la demanda de divisas no cedía. Mientras tanto, los salarios expresados en dólares llegaron a niveles no vistos desde 2018, generando percepciones de mejora del poder adquisitivo en algunos segmentos.
Para la consultora, este proceso exhibió fuertes contrastes. Los ingresos del sector privado registrado se encontraban en abril de 2025 apenas en línea con los vigentes al inicio de la gestión de Milei. En cambio, los empleados públicos nacionales soportaron una caída real del 31,6%, un desplome que afectó a provincias y municipios con baja capacidad recaudatoria.
Este diferencial profundizó desigualdades geográficas y sectoriales. Aunque el consumo en sectores de ingresos medios mostró cierta recomposición, otros segmentos permanecieron rezagados y con menor capacidad de gasto. En conjunto, esta heterogeneidad limitó la recuperación sostenida de la actividad.
El rebote económico y las primeras señales de enfriamiento
Tras la recesión del primer semestre de 2024, la actividad registró un rebote en V impulsado por la normalización de precios relativos y el shock de confianza inicial. No obstante, desde 1816 advirtieron que a partir de septiembre del año pasado comenzaron a aparecer síntomas de estancamiento. Entre los factores principales figuraron el freno de los salarios reales y la caída del empleo privado, que no logró recuperar el terreno perdido durante la crisis.
La consultora remarcó que el mercado laboral mostró rigideces que impidieron una reactivación plena de los puestos de trabajo formales. A esto se sumó un contexto financiero caracterizado por tasas reales elevadas y restricciones de acceso al crédito bancario. La mora en préstamos a familias, si bien no llegó a niveles críticos —3,7% en abril—, creció de manera sostenida.
El crédito al consumo se encareció, mientras que las empresas pequeñas y medianas enfrentaron dificultades crecientes para financiar su capital de trabajo. Según los analistas, la tensión sobre la liquidez y el escaso dinamismo de la inversión conformaron un escenario con riesgos latentes para la sostenibilidad del repunte.
Al mismo tiempo, la apreciación del tipo de cambio contribuyó a la desinflación pero impactó en la competitividad externa. Este efecto colateral fue uno de los principales motivos por los cuales la balanza de pagos empezó a deteriorarse en el inicio de 2025.
Déficit de cuenta corriente y fuga hacia el dólar
El informe de 1816 destacó que el déficit de cuenta corriente alcanzó 5.200 millones de dólares en el primer trimestre, impulsado por la apreciación cambiaria, la reapertura comercial y la recuperación del consumo privado. Se trató de uno de los registros más altos en términos históricos, aun descontando la vigencia del régimen blend en parte del período.
Entre enero y mayo, la formación de activos externos cobró un protagonismo inédito: solo en mayo, la compra neta de billetes sumó casi 2.000 millones de dólares, cifra superior a los picos de demanda observados durante la gestión de Mauricio Macri. La adquisición de divisas para atesoramiento se consolidó como un factor estructural, pese a la estabilidad de la cotización.
Según Mega QM, este comportamiento puso de manifiesto que la preferencia por el dólar como refugio de valor persiste, aun cuando la brecha cambiaria se redujo a niveles mínimos. De hecho, en junio el spread entre el dólar oficial y el contado con liquidación se ubicó por debajo del 1%, un fenómeno que sorprendió incluso a los operadores más experimentados.
El contexto internacional, con un Dollar Index en mínimos desde 2022, alivió parcialmente la presión sobre las cuentas externas. Sin embargo, los expertos advirtieron que el flujo constante de divisas del agro se convirtió en una condición necesaria —aunque no suficiente— para sostener el equilibrio precario.
La oferta del agro y las perspectivas cambiarias
Mega QM explicó que las cerealeras liquidaron en junio unos 3.700 millones de dólares y presentaron declaraciones por otros 8.150 millones, que deberían efectivizarse en julio. Este volumen, si se cumple en tiempo y forma, podría convertir al mes en uno de los más altos en liquidación de la historia reciente.
No obstante, en las primeras ruedas de julio los exportadores optaron por retrasar sus ventas, habilitando un ajuste del dólar que se frenó recién cuando la cotización alcanzó los 1.243 pesos. Recién entonces aparecieron la oferta agrícola y el arbitraje de inversores externos.
La consultora consideró que este comportamiento refleja la cautela de los actores del mercado frente a un escenario de déficit externo creciente y una apreciación cambiaria que puede tornarse insostenible. Al mismo tiempo, la dinámica política podría amplificar la volatilidad en el segundo semestre.
Para 1816, la definición de alianzas electorales en Buenos Aires y la confirmación de candidaturas nacionales serán un punto clave para la confianza de los agentes económicos. La combinación de incertidumbre política y presión externa consolidó un clima de expectativas frágiles.