Cómo invertir en objetos deportivos y qué rentabilidad pueden dejar
La memorabilia deportiva se ha convertido en mucho más que un objeto de admiración para fanáticos. Hoy representa un mercado multimillonario que combina historia, emoción y rentabilidad. Desde camisetas usadas en finales históricas hasta pelotas firmadas o entradas de eventos icónicos, cada pieza cuenta una historia única y, al mismo tiempo, puede transformarse en una inversión con apreciación sostenida.
Durante los últimos años, este universo de recuerdos deportivos se consolidó como activo alternativo dinámico global. Lo que antes era un pasatiempo de coleccionistas apasionados, hoy atrae a fondos de inversión, plataformas digitales y casas de subastas internacionales.
En un contexto donde los inversores buscan diversificación y activos tangibles, los objetos deportivos suman un componente emocional que pocas inversiones pueden ofrecer.
Un universo que proyecta crecimiento continuo
El mercado mundial de memorabilia deportiva alcanza en 2025 un valor estimado superior a los u$s464.000 millones, con una tasa de crecimiento anual compuesta del 7,2% hasta 2035. Solo el segmento de objetos deportivos como camisetas, trofeos, pelotas o medallas, representa u$s33.000 millones y podría multiplicarse superando los u$s270.000 millones en la próxima década.
Este crecimiento no solo responde a la demanda de coleccionistas tradicionales. Cada vez más inversores institucionales y nuevos compradores jóvenes ingresan al sector atraídos por el rendimiento promedio del 7% anual, impulsado por la escasez, la autenticidad y el estado de conservación de las piezas.
Las grandes casas de subastas internacionales registran cifras récord en ventas, mientras plataformas especializadas incorporan herramientas de verificación digital y comercialización global. La memorabilia deportiva ya compite con mercados más tradicionales como el arte o la relojería de lujo, pero con una ventaja distintiva: su capacidad de conectar emocionalmente con millones de personas alrededor del mundo.
Hoy, una camiseta usada en un evento histórico puede tener el mismo potencial patrimonial que una obra de arte contemporáneo. La diferencia está en la historia que encierra, en el sentimiento que despierta y en la certeza de que, como todo lo que combina rareza y pasión, su valor solo tiende a aumentar con el tiempo.
Del recuerdo al récord: las ventas que redefinieron el valor del deporte
Impulsado por la nostalgia, la escasez y el respaldo de la autenticación profesional, en el período 2022–2025 se concretaron tres de las ventas más caras de la historia de camisetas.
El podio lo encabeza una leyenda del béisbol: la camiseta que Babe Ruth (ex beibolista norteamericano) que vistió en la Serie Mundial de 1932, durante su célebre "tiro cantado", alcanzó los u$s24,1 millones en 2024. El monto duplicó el récord anterior y marcó un antes y un después en la tasación de artículos deportivos. En segundo lugar, figura la camiseta que Michael Jordan usó en el primer juego de las Finales NBA de 1998, más conocido como su "Last Dance", subastada en u$s10,1 millones. El tercer lugar lo ocupa el fútbol: la casaca que Diego Maradona vistió ante Inglaterra en el Mundial de México 1986, escenario de sus dos goles más icónicos, fue adquirida por u$s9,2 millones en Sotheby’s, cifra récord para una prenda futbolística.
El fenómeno no se detiene ahí: en 2023, un lote de seis camisetas utilizadas por Lionel Messi durante el Mundial de Qatar se vendió por u$s7,8 millones, confirmando el poder simbólico y económico del campeón del mundo.
En paralelo, este espacio económico caracterizado por su ampliable frontera a nuevos formatos, logró que la tarjeta "Dual Logoman" firmada por Kobe Bryant y Michael Jordan alcance los u$s12,9 millones, transformándose así en la tarjeta deportiva más cara del planeta.
La tendencia muestra que los coleccionistas ya no solo buscan reliquias, sino piezas con historia, autenticación y rentabilidad comprobable. Una camiseta que valía u$s500 en 2020 hoy puede cotizar entre u$s.1500 y u$s2.000, un ROI de entre 200% y 300% en apenas cinco años. Los objetos deportivos de emblemas deportivos como Maradona, Messi, Jordan, Ruth y Bryant ya no son simples recuerdos: son activos culturales de alta rentabilidad.
Autenticación y certificación: la garantía detrás del valor
La base de todo este mercado es la autenticidad: sin ella, no hay confianza ni relevancia económica duradera. En un ámbito que mueve cientos de miles de millones de dólares y donde abundan las falsificaciones, la certificación de un objeto puede significar la diferencia entre una pieza histórica y una simple imitación.
El formato más clásico es el Certificado de Autenticidad (COA), un documento físico o digital que acredita la legitimidad del artículo acompañado por un sello holográfico o un número de serie que impide su falsificación. Puede ser emitido por expertos independientes, peritos deportivos o casas de subastas reconocidas, y es un requisito indispensable para determinar la cotización real de un objeto. En muchos casos, una camiseta con COA puede multiplicar varias veces su precio de mercado frente a una similar sin documentación.
Otro actor clave es PSA (Professional Sports Authenticator), hoy considerada la autoridad general en verificación de objetos deportivos y tarjetas coleccionables. Su sistema de calificación en una escala de 1 a 10 establece un estándar universal para medir estado, rareza y legitimidad. El proceso de certificación, de por ejemplo tarjetas deportivas coleccionables, puede costar entre u$s18 y u$s600 según el tipo y agrega una capa de transparencia que los compradores institucionales valoran enormemente. Los objetos autenticados por PSA incluso pueden almacenarse en bóvedas de alta seguridad o listarse en plataformas globales como eBay, facilitando la liquidez del activo.
Pero la nueva frontera de acreditación está en la tecnología blockchain. Su capacidad para registrar de forma inmutable el origen y la propiedad de cada artículo abre una era de transparencia total. Iniciativas como Chiliz y Socios.com, que tokenizan objetos y vínculos con clubes como el FC Barcelona o el PSG, muestran cómo los fans pueden acceder a coleccionables verificados y trazables digitalmente.
En paralelo, los NFT (Tokens No Fungibles) redefinen la noción de propiedad deportiva. Cada token es único, inalterable y rastreable, y puede representar tanto una camiseta de un partido histórico como un "momento digital" de una jugada icónica. En este ecosistema, la autenticación deja de ser solo una firma: se convierte en una garantía tecnológica de procedencia y valor.
El impacto económico es contundente: un objeto certificado puede valer hasta diez veces más que uno no verificado. En un espacio donde la emotividad se combina con la inversión, la autenticación es el contrato invisible que convierte un recuerdo en un activo seguro.
Entre goles y millones: lo que viene para 2026 con el Mundial de fútbol como protagonista
Cada evento deportivo de tenor actúa como un catalizador del coleccionismo deportivo. De cara a la Copa del Mundo 2026 de fútbol, el interés por camisetas, cartas y objetos vinculadas a este deporte vuelve a dispararse. Los analistas del sector ya detectan el llamado "efecto Mundial" dado que las búsquedas de artículos de selecciones y jugadores emblemáticos crecen y los precios de memorabilia comienzan a ajustarse al alza.
En el terreno físico, las prendas oficiales marcan la tendencia. Las nuevas colecciones que incorporan ediciones limitadas, después del torneo pueden transformarse en verdaderas joyas de colección.
Algunas de las grandes marcas del coleccionismo, como Topps y Panini, preparan una expansión más allá de las clásicas tarjetas o cromos. Están explorando productos "game-used" (objetos usados en partidos) que incluyen trozos de redes, fragmentos de balones o incluso piezas de equipamiento. Lo que hoy se presenta como un detalle de marketing podría convertirse mañana en memorabilia oficial de altísimo valor.
Mientras tanto, en el ecosistema digital, los fan tokens y NFTs también anticipan su propio boom: aquellos vinculados al Mundial suelen aumentar su precio y demanda en la fase previa al torneo, para luego estabilizarse una vez terminada la competencia. Este comportamiento cíclico sugiere una estrategia clara para los inversores digitales: entrar antes del inicio y salir durante el pico del entusiasmo global.
El negocio de las licencias deportivas también se prepara para un año récord. Las proyecciones indican que el merchandising oficial del Mundial 2026 podría superar los u$s27.000 millones, mientras que Fanatics estima ingresos de u$s3.000 millones solo en su línea de trading cards.
Además, el coleccionismo vive un nuevo punto de inflexión: entre leyendas que se despiden, como Lionel Messi, y figuras emergentes como Lamine Yamal, Mbappé, Julián Alvares o Vinícius Jr., el Mundial 2026 promete ser también una subasta de emociones y oportunidades, donde cada jugada puede convertirse en historia y cada recuerdo, en una inversión con valor propio.
La memorabilia deportiva es una inversión que se mide en rendimientos y emoción. Es un mercado y al mismo tiempo un fenómeno cultural que llegó para quedarse