El dólar oficial volvió a subir y se acercó a los $1.500: escenarios probables para el 2026
El dólar oficial opera este lunes 3 de noviembre avanza quince pesos, a $1.490, en la pizarra del Banco Nación. En el segmento mayorista, la divisa se negocia con tendencia alcista a $1.462. En cuanto a los dólares financieros, el contado con liquidación se vende $1.512 (+0,55%), y el MEP se ubica a $1.490 (+0,9%). Por último, en el segmento informal, el blue se negocia con una caída de quince pesos, a $1.430.
Tras los cambios en el gabinete, el mercado argentino entró en una fase nueva tras las elecciones de medio término. La reacción inicial fue inmediata en acciones y bonos, con un salto de precios históricos y una compresión fuerte del riesgo país. Sin embargo, el movimiento del tipo de cambio mayorista fue más acotado y oscilante, lo que dejó instalada la pregunta más sensible para el público general: qué pasará con el dólar una vez que se asiente el polvo y la política señale el rumbo para 2026. El foco de los inversores ya no está en el resultado de las urnas, sino en cómo se administrará la liquidez, cuáles serán las definiciones del esquema cambiario y qué tan rápido podrá recomponerse el poder de fuego del Banco Central para acumular reservas sin recalentar la inflación.
La clave ahora es el delicado equilibrio entre tres fuerzas: la necesidad de remonetizar una economía que quedó seca de pesos en la previa electoral; la obligación de sostener la calma cambiaria en una banda donde el dólar opera cerca del techo; y la urgencia por robustecer reservas para que el riesgo país siga cediendo. La dinámica entre esas variables definirá la trayectoria del dólar en el corto y el mediano plazo. En la práctica, eso implica administrar con precisión quirúrgica la liquidez que entra por licitaciones del Tesoro, por compras de divisas en el mercado y por ajustes regulatorios que alivian tensiones sin perder anclas nominales.
Hay también un componente de expectativas que no se resuelve sólo con números. La señal de coordinación política posterior a los comicios, sumada a la discusión presupuestaria que marcará el arranque de 2026, condiciona el humor del mercado. Si el frente político confirma gobernabilidad, el premio por riesgo podría seguir cayendo y el tipo de cambio tendría espacio para una mayor previsibilidad. De lo contrario, el dólar volvería a capturar la ansiedad de carteras que todavía conservan reflejos defensivos.
En los próximos meses, la hoja de ruta del dólar estará atravesada por decisiones finas: hasta dónde se afloja el apretón monetario, cómo se dosifica la liquidez para que no se traslade a cobertura cambiaria y qué señales se dan sobre la calibración del esquema de bandas. La euforia de la primera rueda es un punto de partida, no un punto de llegada: el mercado exigirá consistencia entre discurso, instrumentos y resultados medibles.
Tras la euforia, el termómetro del dólar: señales de corto plazo
Desde Mega QM señalaron que, con el resultado electoral ya incorporado, el mercado recalculó precios y redujo la probabilidad de una corrección brusca del tipo de cambio. Esa lectura derramó en expectativas de inflación algo más bajas por la menor percepción de pass-through inmediato y en un descenso del nivel de tasas de equilibrio. La consecuencia práctica fue un corrimiento de las carteras hacia activos de mayor duración, tanto en pesos como en dólares, aprovechando la compresión de primas de riesgo.
Los expertos de la sociedad de bolsa explicaron que el movimiento del mayorista quedó contenido respecto del rally de acciones y bonos. La razón es que el shock electoral operó más como revalorización de activos financieros que como disparador de un giro instantáneo del régimen cambiario. Con el dólar cerca del techo de la banda, la atención se concentró en la señal que pueda dar la autoridad monetaria respecto de eventuales compras de divisas y el ritmo de normalización de tasas.
Sus analistas apuntaron que el gran reto es remonetizar sin recalentar el tipo de cambio. La economía necesita más pesos para normalizar transacciones y tasas, pero esa oferta de dinero no debe convertirse en demanda de cobertura en el mercado cambiario. De ahí que el "timing" con que se inyecta liquidez —sea por licitaciones del Tesoro, flexibilización de encajes u operaciones en el secundario— resulta decisivo para sostener la calma del dólar.
Para Mega QM, el margen de mejora adicional en precios de activos existe pero es más acotado que a comienzos de año. En ese contexto, el dólar seguirá funcionando como variable testigo: si la liquidez encuentra contrapartida en mayor demanda de instrumentos en pesos, el tipo de cambio podría estabilizarse; si, por el contrario, se traduce en cobertura, reaparecerán tensiones en la parte alta de la banda.
Liquidez, encajes y futuro cambiario: la bisagra operativa
Desde Ecolatina explicaron que, luego de la victoria oficialista, la política económica comenzó a relajar gradualmente el apretón monetario de la previa electoral. Las tasas de corto plazo habían escalado a niveles muy altos por la escasez de pesos, y la respuesta combinó inyecciones de liquidez desde el Tesoro y ajustes regulatorios del Banco Central sobre el cálculo de encajes, que pasaron a un esquema de promedio mensual con exigencia diaria elevada pero ya no total.
Para la consultora económica, ese alivio es una bisagra operativa: permite normalizar el mercado de dinero sin perder el anclaje nominal, pero exige prudencia porque coincide con un dólar que opera cerca del límite superior de la banda. En esa coyuntura, el riesgo es que una liquidez mal dosificada se vuelque a la cobertura, presionando el tipo de cambio y forzando una intervención más costosa más adelante.
Sus analistas apuntaron que la autoridad monetaria ve espacio para comprar divisas sin esterilizar en la medida en que la demanda de dinero repunte desde los pisos de la dolarización preelectoral. Si ese proceso se confirma, se fortalecerán las reservas y el mercado podría convalidar una trayectoria de riesgo país descendente, condición necesaria para pensar en financiamiento más accesible en 2026 y en un dólar más previsible en el mediano plazo.
Para Ecolatina, el mensaje de fondo es que el dólar no tendrá una única historia: su recorrido dependerá de cómo se recalibre el esquema cambiario-monetario y de cuán claras sean las definiciones oficiales. Mientras la hoja de ruta mantenga coherencia —compras de divisas, liquidez administrada, coordinación fiscal—, la presión cambiaria puede morigerarse; si la comunicación se vuelve difusa, el mercado reaccionará en la parte alta de la banda.
Fundamentos y bandas: dónde están los márgenes
Los especialistas del bróker Mega QM detallaron que los fundamentos muestran luces y sombras. El frente fiscal luce más ordenado que meses atrás, aunque con menos holgura que al inicio del año. El endeudamiento en pesos es más alto y la economía en dólares todavía no recupera un ritmo robusto. En paralelo, el tipo de cambio real se ubica más apreciado que en tramos anteriores, lo que reduce colchones ante shocks.
Para Ecolatina, la mejora de reservas existe pero parte de niveles bajos en relación con el tamaño de la economía, y gran parte del refuerzo provino de desembolsos multilaterales. Ese punto condiciona la potencia de intervención si la demanda de cobertura regresara. A la vez, la compresión del riesgo país tras las elecciones es un viento de cola que, de sostenerse, abarata el costo de estabilizar el mercado cambiario.
Ambas miradas coinciden en que el dólar se mueve cerca del techo de la banda y que ese hecho es a la vez un termómetro y una oportunidad. Si la expectativa de recomposición de reservas se materializa, la cotización podría transitar una zona más estable; si esa acumulación no llega o la liquidez desborda, el precio buscará nuevamente el límite superior y pondrá a prueba la reacción de la política económica.
La conclusión operativa de este tramo es que los márgenes existen pero son finitos. El mercado exige señales coordinadas: licitaciones que no saturen, encajes que alivien sin desbordar, y un Central que compre dólares cuando el flujo lo permita. Con esa combinación, el dólar podría evitar saltos disruptivos y ganar previsibilidad hacia 2026.
Escenarios probables para el dólar: cómo luce el mapa 2026
Para Ecolatina, un escenario constructivo luce posible si se profundiza la acumulación de reservas y se consolida la baja del riesgo país hacia umbrales compatibles con el acceso a mercados internacionales. En esa trayectoria, el dólar mayorista tendería a moverse dentro de la banda sin quebrar la calma, con el BCRA aprovechando ventanas para recomprar divisas y recalibrar gradualmente el régimen.
Desde Mega QM subrayaron que el ritmo de remonetización será la pieza que puede inclinar la balanza. Si la nueva liquidez encuentra instrumentos atractivos en pesos, la demanda de cobertura no se encenderá. Si, por el contrario, los agentes perciben que la velocidad de emisión supera la capacidad de absorción, el dólar se volverá el refugio natural y exigirá más intervención.
Ambas miradas remarcan que el contexto externo podría aportar viento de cola si la Reserva Federal avanza con un ciclo de tasas a la baja y el apetito por riesgo emergente mejora. Eso ayudaría a sostener una tendencia descendente del riesgo país y brindaría más aire para administrar la banda sin sobresaltos. Aun así, la variable determinante seguirá siendo doméstica: la consistencia entre política fiscal, monetaria y cambiaria.
El mapa de 2026, entonces, dependerá de la sintonía fina. Si el Gobierno capitaliza el impulso postelectoral con definiciones claras —bandas, intervención, liquidez, deuda en pesos—, el dólar podría transitar una pendiente de menor volatilidad. Si las señales se diluyen, el mercado volverá a testear límites y el tipo de cambio será el primer canal por donde se filtre la incertidumbre.