Para calificadoras de riesgo, la Argentina es un "país africano"
Las calificadoras de riesgo le asignan a nuestro país una nota de B+ para el caso de Standard & Poor's y de B3 en el caso de Moody's. Estas notas la ubican muy por debajo del apetecible "investment grade" que en algún momento de la década del '90 fue el objetivo inicial del Gobierno.
Si se compara esta calificación con la de otros países, surgen dudas sobre si está bien o mal asignada. En primera instancia, es dificil aceptar compartir una calificación con un grupo de países que, en función de sus indicadores económicos, están por debajo de la realidad de nuestro país.

Según S&P, la Argentina se encuentra, entre otros muchos países, por debajo de Guatemala, El Salvador o Vietnam. Si bien algunos de los indicadores seleccionados presentan ciertas similitudes, como el crecimiento económico del año 2006 o la inflación prevista para el corriente año. Pero donde las diferencias son sustanciales es en el ingreso per cápita.
Y es aquí donde surgen las primeras dudas. La diferencia entre nuestro país y estos países es tan notoria que evita hacer cualquier comentario al respecto. Pero también surgen dudas de orden macroeconómico, como el resultado de la cuenta corriente en términos del PIB.
Centrando el análisis en países con igual nota que nuestro país, las diferencias son también notorias, no sólo en cuanto a la cuenta corriente, sino también a la estructura productiva del país, que difiere sustancialmente de la mayoría de los países del grupo B+, por presentar éstos características de economías con bajo nivel de industrialización, al ser básicamente agrícolas.
También puede extenderse el análisis a los países de la región, ya que el robusto crecimiento de los últimos años y la renegociación de la deuda en default han mejorado sustancialmente los indicadores del país.

Pero debe tenerse en claro que esta calficación responde más a lo sucedido en el pasado que a la situación actual. En efecto, la Argentina presenta una marcada volatilidad en sus indicadores, que la llevaron a presentar una evolución errática en los últimos cuarenta años.
A manera de ejemplo, entre 1961 y 2002, según informa la Cepal, nuestro país presenta 17 años en los cuales el PIB per cápita cayó respecto del año anterior, lo cual implica que en el 41,5% de los años, el indicador se redujo. En tal sentido, sólo se ve superada por Venezuela, que sumó 18 años y un 43,9% de años de reducción del ingreso per cápita.

Pero a este indicador se le suma otro, también de suma importancia a la hora de calificar las perspectivas de un país. En efecto, según S&P, desde los años de la independencia, más precisamente desde 1820, la Argentina se declaró 5 veces en default, por un período que acumulado duró 50 años, sobre un total de 187 años. En comparación, Uruguay sólo estuvo en default 22 años y Chile otros 43, con 8 y 4 declaraciones, respectivamente.
En el opuesto, se ubica Ecuador, con 115 años fuera de las reglas de juego y México con 82 años. Las naciones que más veces repudiaron sus deudas fueron, precisamente, Ecuador y Venezuela, en 9 ocasiones. Y a la hora de analizar el futuro, esta historia cuenta...
Volviendo a nuestro país, los hechos que más peso tienen al momento de fijar esa nota, son, además de los expuesto, el cercano antecedente del 2002, que se puede denominar "3D" y la forma en que se negoció la salida del default en el 2005.
Las 3D significan la decisión de los diferentes gobiernos que se sucedieron entre fines de diciembre del 2001 y febrero del 2002, en los que se sumaron el "Default de los depósitos" bajo la forma del Corralito bancario, el "Default de la deuda pública" y el "Default del peso", a partir del abandono de la convertibilidad y la devaluación de la moneda.
A ello debe sumarse lo ocurrido con la refinanciación de la deuda cumplimentada en el año 2005, a la que no accedió a un importante número de bonistas, que son los que están presionando ante los Tribunales de Nueva York (ver nota: "Nueva instancia para acreedores con bonos en default").
El análisis de las calificadoras
Standard & Poor's Rating Services confiere una calificación ‘B+’ (largo plazo; moneda local y extranjera). La tendencia de las calificaciones de largo plazo es estable.
De acuerdo al análisis de Standard & Poor’s, las calificaciones asignadas a la Argentina equilibran las mejoras alcanzadas respecto de la carga de deuda soberana con las crecientes presiones provocadas por políticas macro-económicas expansivas.
En su informe expresa que el superávit fiscal y de cuenta corriente, combinado con el rápido crecimiento del PBI en los últimos años, han fortalecido el perfil financiero de Argentina. Además, "la deuda externa neta podría bajar hacia el 77% de los ingresos de cuenta corriente en 2007, desde cerca del 100% del año pasado mientras que la deuda pública total podría caer hasta el 50% del PBI durante el curso de 2007, desde cerca del 70% del año pasado".
No obstante, el impacto de estas tendencias positivas ha quedado mitigado por políticas fiscales y monetarias expansivas, motivadas en gran parte por las elecciones presidenciales de octubre. Como consecuencia, la inflación parece haberse acelerado, y muchos analistas privados estiman que llegará hasta cerca del 15% a fin de año.
Dado que el gasto público subió más del 40% en la primera mitad del año, a mayor velocidad de la que subieron los ingresos, el superávit primario fiscal podría caer este año a alrededor del 3% del PBI (desde el 3,9% del año anterior). La trayectoria de las calificaciones de Argentina dependerá de la capacidad del próximo gobierno para ajustar la política fiscal y monetaria sosteniendo, al mismo tiempo, el crecimiento del PBI.
El próximo gobierno posiblemente mantendrá la mayoría de las políticas pero heredará una economía que está dando claras señales de desaceleración y que enfrentará un contexto externo menos favorable en los próximos años.
Según Standard & Poor’s, no contener oportunamente el deterioro en las cuentas fiscales podría resultar en menor crecimiento y mayor inflación (situación conocida como estanflación) en los años venideros. Esto podría, potencialmente, frenar, e incluso revertir, la reciente tendencia de mejoras de los indicadores de endeudamiento. Un empeoramiento del contexto internacional también podría afectar las finanzas públicas a través de menores ingresos por retenciones a las exportaciones, lo que derivaría en mayores presiones fiscales.
Para la agencia, la calidad crediticia de la Argentina podría depender de las políticas iniciales de la próxima administración. En tal sentido, advierte que "Una combinación de deterioro fiscal, inflación creciente y una desaceleración abrupta de la economía, podrían presionar negativamente la calificación.
El peso de la historia también juega, ya que el análisis supone que Argentina podría incumplir en caso de no lograr tomar medidas de políticas oportunas y efectivas durante una recesión global, lo que generaría un crecimiento económico mucho menor y una inflación posiblemente elevada, además de una percepción en el mercado sobre la imposición de controles cambiarios.
No obstante, se cuenta con una economía diversificada con ingresos en moneda extranjera que permitirían resistir una crisis. Las expectativas de la agencia pasan porque, al contrario del anterior episodio de incumplimiento del país, no existe un régimen cambiario que pudiera fomentar la acumulación de grandes desequilibrios externos.
Por otra parte, la calificación de Moody's se basa en una sólida posición de reservas y una mayor participación de la deuda de origen local, en pesos.
En cuanto a los desafíos, se requiere preservar las condiciones fiscales para asegurar la sustentabilidad de la deuda de mediano plazo y asegurar la consistencia de la política económica.
La calificación de Moody's se mantiene en B3, aún luego de la renegociación de la deuda en default del año 2005. Con un ratio de deuda en pesos del orden del 40% respecto de la deuda total la vulnerabilidad al tipo de cambio se ha reducido en forma notoria respecto de las condiciones pre-crisis. La agencia considera que en el mediano plazo las perspectivas no arrojarían mayores chances de mejora, pese a la presencia de diversos elementos que abren una expectativa favorable.
Las dudas pasan sobre la poca claridad sobre la evolución futura del sector externo y sobre la persistente inflación que genera presiones sobre las tasas de interés, que son claramente negativas. Los fundamentos de la economía jugarán un papel central en los años por venir. Para que Moody's mejore la calificación de Argentina se requiere una sustancial reducción de los ratios de deuda.
En sentido inverso, una reducción de la nota se originaría si surgen evidencias de que el gobierno no asume o no está en condiciones de realizar los ajustes necesarios para prevenir el deterioro de los indicadores fiscales.
Como se ve, las decisiones del pasado están presentes en cada evaluación y es por ello que se deberán realizar grandes esfuerzos de política económica para dejar de ser para las calificadoras de riesgo un "país africano", aunque con características que en nada van con esa definición.