Con paciencia china, el yuan quiere convertirse en la principal moneda del mundo
El futuro comenzó a escribirse el 21 de julio de 2005. Ese día las autoridades chinas dieron un paso en apariencia pequeño, pero que en el fondo supuso el inicio de un proceso irreversible.
Un movimiento milimétrico, tanto por su magnitud como por la precisión quirúrgica con la que se emprendió, que dio lugar al inicio de un combate futuro, cuyo desenlace amenaza con alterar el orden cambiario de este siglo.
En el combate se pone en juego nada menos que el privilegio de poseer la divisa más fuerte del mundo. El reinado del dólar estadounidense será puesto a prueba, pero no por el euro, como cabía esperar, sino por la irrupción de una nueva dinastía: la de la moneda china, el yuan o renminbi.
En aquella jornada de julio, Pekín comenzó a levar las anclas que habían mantenido prácticamente inmóvil a la divisa del gigante asiático desde 1994. Durante esos 11 años, la moneda contó con un margen de variación ínfimo contra la estadounidense, a la que estaba vinculada.
Hasta entonces, el yuan oscilaba alrededor de las 8,30 unidades por dólar. El país estaba preparando el salto a la primera división de la economía mundial, y para ello apostó con fuerza a evitar su apreciación. Sería más fácil exportar, y por tanto crecer, con una divisa barata.
Pero ese día le permitieron subir un 2,1%, hasta las 8,11 unidades, y accedieron a que, desde entonces, emprendiera un camino que técnicamente se conoce como flotación sucia.

Con el paso del tiempo se ha confirmado la calma pretendida por China. Desde ese momento, la divisa se ha revalorizado un 17,4% contra el dólar, un ritmo que en Occidente se considera demasiado lento. En Estados Unidos y Europa se sigue considerando que las autoridades chinas mantienen artificialmente bajo su valor. Es decir, que lo manejan para prolongar la ventaja competitiva que eso supone para sus productos.
Esa lenta y pausada ceremonia alcista de la moneda asiática no resulta suficiente para el resto del mundo y enoja, sobre todo, a la diplomacia norteamericana. Pero ni siquiera Estados Unidos se atreve a aplicar sanciones comerciales contra el gigante asiático por su política cambiaria.
China se ha encargado de cubrir ese flanco, ya que ha tejido una telaraña financiera en torno al dólar, dividida en dos pasos:
- A través de la acumulación de reservas en moneda extranjera de dimensiones históricas, que en la actualidad ascienden a u$s1,95 billones, y es la mayor del mundo. Muy de lejos le sigue Japón, con reservas por u$s1,01 billones.
- Buena parte de esos ahorros se destinaron a la compra de deuda pública estadounidense, de tal modo que China es ahora el país de la tierra que más bonos norteamericanos tiene en su poder.
En concreto, su cartera asciende a u$s740.000 millones, por encima nuevamente de Japón, con u$s635.000 millones.
Ante esta situación, el secretario del Tesoro de EE.UU., Timothy Geithner, acusó a China, en la propia Beijin, de intervenir indebidamente en el mercado de divisas para mantener el renminbi subvaluado, por lo que repitió la vieja canción de las administraciones Bush y Clinton sobre su política cambiaria y sus efectos.
En otros términos, acusó a China de manipulación cambiaria. En Washington eso tiene implicaciones legales, pero en Beijin esa acusación es considerada especialmente ofensiva, sobre todo si se tiene en cuenta el desastre en la gestión económica que hoy afecta a Estados Unidos.
Pearl Harbor Financiero
"¿Qué pasaría si China vendiera todos sus bonos de golpe?", se preguntaba ya a comienzos de 2006 el senador republicano Richard Shelby, en alusión al creciente riesgo que, desde su punto de vista, suponía que el gigante asiático fuera adquiriendo cada vez más deuda norteamericana. Desde entonces, China ha triplicado los bonos que tiene en su poder.
Es que si Beijin decidiera frenar sus inversiones y reducir su exposición a la deuda estadounidense podría llevar a una corrida financiera global, con efectos nefastos sobre el billete verde.
Con suficiente respaldo, el gigante asiático sigue cimentando su lento pero seguro ataque a la cúspide de la economía y las finanzas mundiales. Y aunque no tenga apuro, la crisis financiera internacional puede acelerar su avance.
- Para empezar, por las crecientes sombras que se ciernen sobre el dólar.
- Por la confirmación de que el euro aún no está preparado para tomarle el relevo.
- Porque las debilidades de los demás pueden justamente aumentar la ambición china.
Una demostración de las aspiraciones chinas la deslizó Zhang Guangping, funcionario de la Comisión Reguladora Bancaria, quien a mediados de mayo reconoció que el 3% de las reservas mundiales estará en yuanes en 2020. De confirmarse, sería ya la cuarta moneda más importante del mundo, tras el dólar, el euro y la libra.
"La clave del mercado de divisas se producirá cuando el yuan sea una moneda convertible", avisa de forma premonitoria Juan Ignacio Crespo, de Thomson Reuters, en referencia a que esa decisión abrirá una nueva era cambiaria, en la que el yuan, al igual que China en la economía mundial, aspirará a ser el nuevo emperador de las divisas.
Otros países, otras voces, el mismo diagnóstico
El recelo y los temores entre las potencias es notorio. "Los chinos han manifestado, con sinceridad, su temor de que los EE.UU. termine licuando sus deudas a través de una inflación mundial impulsada por una emisión descontrolada de dólares por parte de la FED", explicó Domingo Cavallo, ex ministro de Economía de Argentina.
El ministro ruso de Economía, Alexei Kudrin, estimó el lunes que el yuan podría convertirse en la moneda de reserva mundial una vez complete su proceso de convertibilidad en un plazo de 10 años.
Desde el otro lado del Atlántico, Nouriel Roubini, profesor de la escuela de negocios Stern, de la universidad de Nueva York, también apuesta a que la moneda china desplace al dólar en el comercio global. "Ese proceso implicará severos costos para EE.UU., pues se reducirán o desaparecerán las posibilidades de financiar los déficit financiero -o sea, la deuda externa- y comercial a tasas bajas".
"El dólar no se esfumará de la noche a la mañana como divisa de reserva e intercambio. Pero no es eterno", señaló el "doctor catástrofe" Nouriel Roubini.
"Creo que el camino más corto implicaría que China liberalizara su economía y permitiera la convertibilidad del Yuan", agregó Kudrin.
Mientras tanto, los chinos presionan para incluir su moneda en la cesta que integran los Derechos Especiales de Giro (DEG) y usarla como medio de intercambio bilateral. Una curiosidad: yuan (dinero, originalmente) se pronuncia yen en Japón, won en ambas Coreas y dyong en Vietnam.
Mayor potencial
A la hora de preguntarse que moneda podría reemplazar al dólar, Nouriel Roubini fue terminante: "La libra y el franco suizo ya no corren. El yen japonés es una divisa poco líquida. Además, ninguno de esos países es potencia mundial. El euro tiene mejores posibilidades, aunque vinculadas a la debatible viabilidad geopolítica de la Unión Europea o la Eurozona. Restan, entonces, los DEG que arbitra el Fondo Monetario Internacional y el yuan, renminbi, o sea la 'moneda popular'".
Según observa Roubini, China "es un acreedor neto con altos superávit en cuenta corriente, déficit fiscal chico, escasa deuda, y crecimiento sólido".
"Sólo el yuan, en teoría, puede ser la nueva divisa mundial", afirmó Kudrin, quien agregó que la posibilidad que él le asigna al yuan "sólo puede ser posible si existe la voluntad política por parte de la conducción de la República Popular China".
"Yo no preveo que en lo inmediato surjan nuevas y grandes uniones de divisas. Pienso que el camino más corto lo marcará China, si libera su economía y aspira a asegurar la convertibilidad del yuan".
Y agregó que, en tal caso y luego de aquellos diez años que él prevé, "será plenamente requerido" con lo que, puntualizó, "se creará la nueva divisa mundial".
"Por el momento, el yuan está lejos de poder desalojar al dólar. Primero, China debiera aflojar restricciones a la salida y entrada de divisas en su economía, hacer el yuan convertible para una amplia gama de operaciones, tornar más líquido su mercado de bonos y -añade el analista- profundizar reformas financieras. Llevará tiempo, pero acabará ocurriendo. Por lo pronto, Beijing ya ha establecido pases de monedas con Argentina, Bielorrusia, Indonesia, Vietnam y otros países".
"Imagínese, un mundo donde China -no ya EE.UU.- pudiese tomar y prestar en yuan. Ello haría que esta moneda funcionara como unidad de reserva, pagos, cuentas e intercambio. En ese caso, los norteamericanos pagarían más por sus importaciones y por colocar deuda pública o privada. Este alza de costos afectaría el gasto, la inversión, el consumo y el crecimiento en general", acotó Roubini.
Ahora, ese estado de cosas ya no es seguro y el gobierno debe cambiar de prioridades. "Ello entraña invertir en una infraestructura tambaleante, recursos renovables y capital humano".
"No ya bienes raíces innecesarios ni innovaciones financieras que generen activos tóxicos. De lo contrario, el dólar perderá terreno ante el yuan u otras opciones y, entretanto, se esfumará la influencia de Estados Unidos en el mundo", concluyó.
Rubén Ramallo
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