El Eternauta fiscal: tributar bajo la nevada del SIRCREB
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En este día de lluvias, inundaciones y saldos bancarios misteriosamente menguados, nos preguntamos: ¿para qué sirven realmente los tributos?
¿Son, como dijo alguna vez Oliver Wendell Holmes, el precio de vivir en una sociedad civilizada? ¿O más bien la entrada para presenciar una tragicomedia nacional donde se recauda como en Noruega y se devuelve como en Macondo?
Como buenos Eternautas fiscales, salimos cada día a enfrentar una tormenta blanca. No de nieve, sino de regímenes de retención, percepciones cruzadas y padrones que no reflejan esta dimensión. Una nevada persistente que no mata de golpe, pero que congela lentamente la actividad, las ganas y las cuentas.
I. Un sistema que se defiende solo... de los contribuyentes
Solo unos pocos impuestos explican el grueso de la recaudación; el resto son tributos zombi: caminan, muerden, y nadie se anima a matarlos por miedo a que aún estén vivos.
El impuesto a los Ingresos Brutos —herencia colonial que persiste como sarro normativo— es un caso emblemático. Perverso, acumulativo, multijurisdiccional. Lo dejás en un distrito y te reaparece en otro. Como un ex que no supera el break.
Y si eso no alcanza, llegan las tasas municipales. Por carteles. Por toldos. Por sombra proyectada. Si respira, se tasa. Si no respira, también. Porque en Argentina, ser sujeto pasivo es casi una categoría ontológica.
II. SIRCREB: la nevada invisible que vacía tus cuentas
Pero si de mecanismos distópicos hablamos, el podio se lo lleva el SIRCREB: Sistema de Recaudación sobre los Créditos Bancarios. Un algoritmo con alma de dementor que actúa por presunción y cobra por si acaso. Emitís una factura, el cliente te paga, el dinero entra... y ahí aparece SIRCREB, silencioso y letal, como la nieve radioactiva del Eternauta.
No importa si cumplís, si presentás, si pagás. El sistema desconfía por diseño. Te debita primero y pregunta después. Y vos ahí, viendo cómo se evapora tu saldo mientras tratás de descifrar si figurás o no en un padrón que nunca supiste que existía.
III. Coparticipación: el arte del reparto sin partitura
En este ballet torcido, el reparto de recursos es coreografiado sin partitura. La coparticipación federal es un sistema que no es sistema: es una suma de parches, pactos rotos y porcentajes mágicos.
La Nación recauda con un poder de succión admirable. Las provincias extienden la mano. Los municipios, mientras tanto, rascan la olla con tasas por todo. En este federalismo invertido, las provincias no federan: administran lo que el poder central decide aflojar, como si fueran niños esperando que papá les dé la mesada.
La lógica es tan absurda que termina generando el peor de los mundos: un Estado central hipertrofiado, provincias mendicantes y municipios convertidos en verdaderas casas de cambio que cobran sin brindar contraprestación alguna.
IV. El vals fiscal: pisarnos los pies sin música
En este escenario, tributar en la Argentina se parece a un vals mal ensayado. Nación, provincias y municipios giran en direcciones distintas. Se pisan. Se contradicen. Se duplican. Y vos, en el medio, tratás de seguir el compás sin que te embarguen por no declarar una tasa sobre la tasa de la tasa.
Lo que debería ser un sistema con lógica económica, técnica y jurídica, es una máquina de recaudar donde lo único que importa es que nadie se quede sin su tajada. El contribuyente no es socio: es presa.
V. La resistencia tuitera: linternas bajo la nevada
Y sin embargo, como en toda buena distopía, hay una resistencia. No organizada en bunkers ni en laboratorios secretos, sino en Twitter, LinkedIn y grupos de WhatsApp.
Son los tributaristas tuiteros: un colectivo improbable y apasionado que analiza fallos, explica regímenes, desmenuza resoluciones, y, sobre todo, da oxígeno. Bajo la nevada de resoluciones, son linternas. Bajo la lluvia de tasas, son paraguas. No llevan armas, pero empuñan doctrina. No usan cascos, pero conocen el multilateral mejor que su propio CUIT.
Publican hilos que se leen como manuales de supervivencia. Responden consultas a las dos de la mañana. Se indignan con elegancia. Son nuestros Juan Salvo del sistema fiscal: héroes sin traje, pero con una planilla de Excel bajo el brazo y la esperanza intacta de que un día, la racionalidad tributaria regrese.
VI. Sobrevivir (por ahora)
Hasta que eso pase, seguimos. Bailando el vals del absurdo. Luchando contra padrones erróneos. Inventando trámites para corregir trámites. Abrochando papeles mojados, generando VEPs de madrugada, y esperando que algún día escampe.
No para dejar de tributar, sino para hacerlo con sentido. Para que tributar vuelva a ser un acto de ciudadanía, y no una excursión kafkiana a los sótanos de la burocracia.
Porque sobrevivir no es suficiente. Queremos que el sistema también tenga sentido. Queremos salir de esta nevada. Con tributaristas o sin ellos. Pero si es con ellos, mejor: ya demostraron que saben alumbrar incluso en la peor tormenta.
Por Tributaristas Tuiteros