La inesperada decisión del Tesoro de los Estados Unidos después de 232 años

Después de 232 años de producción ininterrumpida, el centavo o penny estadounidense ha llegado oficialmente a su fin. En un evento ceremonial celebrado en la Casa de la Moneda de Filadelfia, el Tesorero de los Estados Unidos, Brandon Beach, acuñó las últimas monedas de esta denominación, sellando el destino de una pieza que fue emitida por primera vez en 1793. Si bien el penny seguirá siendo de curso legal, esta decisión histórica responde a una necesidad económica urgente: el alto y creciente costo de su fabricación.

La decisión, impulsada por el presidente Donald Trump, quien en febrero había ordenado detener lo que calificó como una acuñación "derrochadora", se basa en una simple ecuación financiera que hacía insostenible su producción. El costo de fabricar una moneda de un centavo, hecha de zinc recubierto de cobre, se había disparado a 3,69 centavos, según la Casa de la Moneda. Esto representa un aumento significativo respecto a los 1,42 centavos que costaba hace tan solo una década.

Las autoridades del Departamento del Tesoro estiman que la suspensión de la producción ahorrará a la Casa de la Moneda de los Estados Unidos unos 56 millones de dólares al año, un argumento de peso que primó sobre la tradición. El creciente uso de las transacciones electrónicas y la tendencia de los consumidores a ignorar o guardar estas monedas en casa hicieron que su relevancia comercial disminuyera drásticamente, marcando su irrelevancia en el sistema de pagos moderno.

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Aunque la producción finalizó, el penny no desaparecerá del comercio de la noche a la mañana. El Tesoro estima que hay cerca de 300 mil millones de estas monedas en circulación, una cantidad que consideran "muy por encima de la necesaria para el comercio".

No obstante, se espera que estos pennies sigan el destino de miles de millones de monedas que ya no se usan: un análisis gubernamental de 2022 estimó que alrededor del 60% de todas las monedas en circulación en EE. UU. (incluyendo pennies) terminan almacenadas en las casas, en alcancías o jarrones, consideradas demasiado molestas para ser intercambiadas.

Con la desaparición del centavo, los comercios que realicen transacciones en efectivo se verán obligados a redondear los precios al nickel (la moneda de cinco centavos) más cercano. Esto tiene un impacto directo en los consumidores. Un estudio realizado por investigadores de la Reserva Federal de Richmond estimó que este redondeo podría costar a los compradores unos 6 millones de dólares anuales.

La atención en Estados Unidos ahora se centra en el destino del nickel. Si bien tiene un valor nominal de cinco centavos, su producción cuesta casi 14 centavos, un desequilibrio aún mayor que el que condenó al penny.