Viraje del menottismo al bilardismo: crónica de cómo el PRO abrazó el pragmatismo ante un Congreso hostil
El debate político de estos últimos años tiene, por momentos, similitudes con la clásica antinomia futbolera entre menottistas y bilardistas.
Para quienes se tomaron en serio esta discusión, lo que se ponía en juego no era apenas una forma de parar un equipo en la cancha sino todo una filosofía de vida.
Así, la prédica de César Luis Menotti de ganar apelando a un juego vistoso era asimilada a una visión honrada, lírica, a veces algo ingenua sobre la competencia.
En contraste, el pragmatismo a rajatabla de Carlos Salvador Bilardo -para quien lo único que importa es el resultado final- incluía una gran dosis de espíritu maquiavélico. Cualquier método era válido con tal de vencer al rival, aun si esto implicaba recurrir a prácticas de dudosa moralidad.
Dentro del ámbito político en el que las palabras más repetidas de la campaña han sido "instituciones", "ética", "transparencia", "república", "diálogo democrático", "tolerancia", parecía claro quiénes se ubicaban en una postura menottista y quiénes del lado bilardista.
La coalición Cambiemos, influenciada por la fuerte prédica moral de Elisa Carrió, parecía enarbolar los principios de las buenas prácticas parlamentarias.
Sus opositores pertencientes al peronismo se mostraban "resultadistas", ya que le asignaban o quitaban protagonismo al Congreso según su conveniencia.
Sin embargo, como han estudiado tantos politólogos, en el camino que va desde la oposición a la toma del poder, muchas convicciones y estilos pueden entrar en revisión.
Y lo que está quedando en evidencia en estos días de agitación parlamentaria es que para Cambiemos se está jugando un nuevo partido, con un trámite bastante diferente al que muchos esperaban.
Por lo pronto, el macrismo comenzó a apoyarse en su "pata peronista", ya que muchos funcionarios y representantes del actual gobierno provienen de esa facción política.
Incluso, comenzó a utilizar triquiñuelas en el Congreso que se creía que eran patrimonio exclusivo de fuerzas menos apegadas al "republicanismo".
Como en la filosofía bilardista, lo importante es lograr un resultado favorable. En virtud de ello, puede demorarse un proyecto de ley, si éste juega en contra, o acelerarlo, en caso de que esté en línea con los intereses políticos y económicos.
Hace unos días, la vicepresidenta Gabriela Michetti viajó a Neuquén luego de que el Senado le diera media sanción a la iniciativa que declara la emergencia ocupacional por 180 días.
La misma contempla que los empleados despedidos, durante ese lapso, pueden pedir la reinstalación o una doble indemnización.
El problema es que Michetti, apelando a las tácticas bilardistas, se "olvidó" de firmar el documento que da luz verde para que el proyecto sea girado a la Cámara de Diputados y sea tratado en ese recinto.
Ante ese "desliz", el kirchnerismo intentó dialogar con el titular provisional del Senado, Federico Pinedo, para que apurase la firma. O bien que estampe su rúbrica de modo tal que la iniciativa pueda ser debatida en la cámara baja lo más pronto posible.
La intención inicial del FpV, del Bloque Justicialista y de los partidos de izquierda era terminar de aprobarla el pasado jueves, pero esa demora administrativa lo impidió.
Por lo pronto, las comisiones encargadas de estudiar este proyecto -conocido como ley antidespido- comenzaron a analizarlo y emitirán dictamen la próxima semana.
Sin embargo, con esta maniobra el Gobierno ganó (a lo Bilardo) una semana clave, en la que podrá hacer su lobby político, negociar modificaciones y que la iniciativa, en caso de ser sancionada, entre recién en vigencia a mediados de junio.
Esta fecha no es casual, ya que si la propuesta recibe modificaciones entonces tendrá que ser tratada recién dos semanas después por el Senado.
Luego, el Presidente dispondrá de 10 días hábiles para firmarla para que, posteriormente, sea publicada en el Boletín Oficial. Como es de prever, si la veta el costo político será muy grande y los paros de los distintos sindicatos estarán a la orden del día.
En contraposición, cuando la Cámara de Diputados dio media sanción al proyecto de ley para habilitar el pago a los holdouts, las comisiones del Senado no tardaron casi nada en reunirse. De hecho lo hicieron a las pocas horas para así poder avanzar rápido con el tratamiento.
Un rápido primer paso
Este nuevo pragmatismo (bilardismo) del que hace gala Cambiemos empezó a notarse prácticamente desde el primer día de gestión.
Apenas llegó al poder, Mauricio Macri dictó una serie de decretos de necesidad y urgencia bajo el pretexto de que el Congreso se encontraba en receso.
Los cambios planteados para nada eran menores. Contemplaban desde la reforma a la Ley de Ministerios a la creación del Ente Nacional de Comunicaciones (Enacom), pasando por el DNU que postergó la aplicación del Código Procesal Penal, prevista para el 1 de marzo.
El kirchnerismo (que aún se encontraba unido) puso el grito en el cielo ya que uno de los decretos de necesidad y urgencia terminaba con una de las batallas más emblemáticas de Cristina Kirchner.
Se trataba, nada más y nada menos, que la Ley de Medios, que llegó a dividir a todo un país y por la que muchos argentinos salieron a las calles en el recordado 8D.
Luego se dictó un DNU que unió a la oposición y generó un cortocircuito en el oficialismo, a los pocos días de asumir. Fue aquel que nombró "en comisión" a los juristas Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz como miembros de la Corte Suprema.
El texto especificaba que los flamantes magistrados podían asumir sus cargos y aguardar el aval del Senado mientras se desempeñaban como integrantes del máximo tribunal de Justicia.
No sólo voces kirchneristas salieron a cuestionar abiertamente la avanzada macrista. También, reconocidos especialistas que apoyaron Macri durante su campaña e, incluso, aliados del radicalismo y allegados al mandatario.
Esto provocó que el macrismo "pare la pelota", vaya al vestuario, para luego volver a disputar el partido jugando a través de los caminos normales establecidos por las leyes. Por cierto, la cámara alta aún no validó los acuerdos.
En tanto, la comisión bicameral permanente (que analiza estas normas en el Congreso) no pudo debatir las iniciativas dentro del plazo de 10 días desde que fueron dictadas.
¿Por qué? Sencillamente porque el Gobierno no las envió y, además, por la demora en elegir sus autoridades.
El equipo "bilardista" de Cambiemos sólo contaba con 6 de los 16 integrantes. Debía reunir al menos ocho votos y la presidencia para tener el sufragio que desempate en caso de igualdad.
La composición de la comisión está dividida en partes iguales:
-Ocho legisladores pertenecen al FPV
-Seis son de Cambiemos
-Uno del Frente Renovador (el diputado Raúl Pérez)
-Uno del Peronismo Federal de Rodríguez Saá
De los ocho DNU que fueron votados en el pleno del recinto, la comisión le avaló siete gracias al apoyo del puntano y del legislador massista.
Sin embargo, por pedido de Sergio Massa, Pérez evitó pronunciarse sobre el decreto que dispuso un nuevo piso en Ganancias.
Para evitar la primera derrota trascendente en el recinto, este DNU no fue tratado por ninguna de las cámaras y el Gobierno se comprometió a revisar nuevos pisos y escalas.
También, a elevar un proyecto de ley pero que, de ser aprobado, recién entrará en vigencia a partir del 2017.
En el medio, se produjo la escisión de casi una veintena de diputados del Frente para la Victoria, que no tuvieron una actitud tan dura y que se mostraban propensos a "negociar".
Jugando con la debilidad del rival
Aprovechando la falta de fondos que padecen las provincias, el macrismo comenzó a negociar con los gobernadores peronistas para que apoyen su primer proyecto importante en el Congreso: el pago a los fondos buitre.
En Diputados, encontró el auxilio del Frente Renovador y del Bloque Justicialista. Pero Cambiemos (especialmente, su “pata peronista”) sabía que se toparía con una situación muy distinta en la cámara alta.
Allí, apenas contaba con un puñado de 15 legisladores sobre 72. Las negociaciones fueron largas y complicadas, ya que muchos de ellos -que se identificaban con el gobierno anterior- ratificaban abiertamente su oposición al proyecto.
Sin embargo, a la hora de la votación, el resultado fue aplastante a favor de Macri: 54 votos positivos, muchos de ellos provenientes de los mismos legisladores que, días antes, aseguraban que le iban a dar la espalda al Presidente.
Como parte del "toma y daca", el oficialismo se comprometió a aprobar una ley que le pone límites al Ejecutivo en la toma de deuda del exterior. Esta propuesta, por cierto, ya logró la media sanción del Senado.
Doble indemnización, con resultado incierto
Ahora la batalla que se libra en el Congreso es por la ley que declara la emergencia laboral.
El macrismo, a pesar de intentar varias veces torcer el rumbo adverso apelando a negociar con los gobernadores, perdió el primer partido en el Senado. Como se diría en términos futbolísticos, "fue una paliza".
Preocupado, y ante el riesgo de que el veto le signifique un alto costo político y una contraofensiva de los sindicatos, el Gobierno buscó bajar el ritmo del partido y ya ha comenzado a negociar con la oposición amistosa para efectuarle algunos cambios a la iniciativa y también ganar tiempo.
Se incluiría un cambio trascendental: se excluiría a las Pymes del pago de la doble indemnización o de tener que reinstalar a un empleado cesanteado.
Esto haría que el proyecto vuelva a su cámara de origen, de modo tal que recién comenzaría a tener vigencia a partir de junio, como muy pronto.
Esta situación genera contrapuntos en el Frente Renovador, que "sufre" por tener en sus filas tanto a representantes sindicales como a otros vinculados con el ámbito empresarial.
Por lo pronto, no logran acordar una postura uniforme.
Mientras que los primeros quieren aprobar la ley tal cual vino del Senado, los segundos (encabezados por el ex titular de la Unión Industrial Argentina, José Ignacio de Mendiguren), pretenden que no se trate la ley o, en todo caso, que se le introduzcan modificaciones como la de excluir el pago de la doble indemnización.
Si la cámara baja logra introducir las modificaciones que el Gobierno y el massismo están negociando, la iniciativa deberá volver al Senado para que éste ratifique los cambios o los rechace.
En este último caso, la oposición necesitará los dos tercios de los votos, que casi los tiene. Allí volverá a verse la mano negociadora de los líderes de Cambiemos para tratar de lograr una declaración de emergencia lo más "light" posible.
Bilardistas y menottistas, en el fútbol y en el Congreso. Así están las cosas por estos días en la Argentina.
Por lo pronto, el macrismo ya tiene claro de qué forma le conviene jugar en este tramo del partido.