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Una fecha para recordar: un país sin Justicia

Martín Tirini, de Grispo Abogados, reflexiona sobre el retorno a la actividad de los tribunales de todo el país, después de cuatro meses de "anormalidad"
03/08/2020 - 09:54hs
Una fecha para recordar: un país sin Justicia

Un País sin justicia, no es un País.

Una País, sin justicia es apenas un proyecto de algo. Un germen.

Un  País sin justicia es una jungla donde rige la ley del más fuerte, y en donde -modernidad de por medio- ya no gana el que tiene más músculos, sino más cintura.

Un País sin justicia agobia, atrasa, restringe, duele, abandona, maltrata.

Un País sin justicia, discrimina, empobrece, embrutece, deprime, lastima, mata. Y lo hace literalmente, en la calle, en las casas, adentro y afuera.

Un País sin justicia relega a los trabajadores, a los humildes, a los ignorantes, a los débiles, pero también a los emprendedores, a los que invierten, a los que apuestan, a los que arriesgan, a los que quieren crecer y superarse.

Un País sin justicia es un conjunto de voluntades desorganizadas que intentan sacar una tajada para los suyos, a costa de lo que sea.

Un País sin justicia no puede tener un presente, ni aspirar a un futuro. Porque el futuro se cimenta con reglas que se cumplen y si no hay nadie para hacerlas respetar, no hay futuro posible.

Un País no puede darle al amigo todo y ni justicia al enemigo. Ni se puede sostener eso como su columna vertebral y plataforma.

Un País es inviable, si el otro es siempre  ese enemigo.

No debería haber enemigos dentro de un País. Y si alguien se declara de esa forma por su accionar, deberá recibir lo que manda la ley. Ni más, ni menos.

Y debería recibirlo de quien corresponde y como corresponde.

Y la justicia debe llegar antes que se consoliden los efectos que pretende neutralizar, caso contrario no será justicia, sino una mímica. Un simulacro para cumplir las formas. Una pantomima ridícula y cínica.

La justicia para ser justicia no depende de cantidades, sino de cualidades. Una justicia que se mide por unidades está condenada al fracaso. Nada es mejor porque es mucho, sino porque es bueno.

La justicia no puede funcionar hacinada, en edificios que ni para deposito sirven. No puede ser la última prioridad de un País.

En un País con empresas que funcionan con inteligencia artificial, tenemos un  Poder Judicial que no puede ofrecerles ascensores ni baños a su gente y la máxima autoridad debe explicar cómo usar un trapo de piso y un balde.

Una justicia de papel en una era digital, condena al inocente, que son los que esperan eternamente una respuesta que nunca llega.

Se mueren los jubilados esperando un fallo por su retroactivo, se mueren las victimas viendo pasar a su victimario por la puerta, se muere de pena el padre que entierra a su hijo por un accidente, cuando ve al conductor tomar la ruta nuevamente.

Se muere el enfermo cuando no le llega el remedio por el dinero que se desvió, se muere de desnutrición el niño que no tiene un pedazo de pan, porque el corrupto lo dejo sin nada, olvidado, tirado en una choza de barro y caña. Aunque luego lo menciona en un discurso y se emociona.

Se mueren de frio los chicos en las calles, descalzos, mugrientos y harapientos, en manos de mayores inescrupulosos que los hacen trabajar en subtes, trenes y estaciones, tan sucias y tristes como ellos mismos.

Y si no se llega a matarlos físicamente, se los mata por dentro, se les roba su inocencia y los embarcan en una fábrica de resentimiento que hará girar esa rueda de miseria y odio hasta el infinito y que con toda seguridad, los llevará a un lugar oscuro y húmedo, a la espera de una libertad condicional que les permitan seguir con ese destino de muerte y violencia.

Y es allí el problema, porque todos se vuelven a morir cuando la justicia hace de cuenta que nada de eso paso y permite que ese corrupto robe y lo siga haciendo, que ese mayor corrompa a ese niño, que ese padre se muera por dentro y que ese jubilado cierre sus ojos sin ver lo que le corresponde. La verdadera invisibilidad está ahí. La revictimización es esa.

La de la indiferencia.

Este 3 de agosto quedara para siempre en la memoria de quien suscribe estas líneas, pero debería serlo para toda la sociedad.

Este 3 de agosto marcara la finalización de una feria extraordinaria que mantuvo cerrada la justicia por meses, en un hecho inédito no solo en este País, sino en el mundo entero.

No se recuerda que un País democrático haya mantenido tanto tiempo paralizado uno de los Poderes del Estado.

Este 3 de agosto, después de más de 4 meses, volveremos a ser un país, al menos en las formas.

Será responsabilidad de todos que también lo seamos en la práctica y que esta justicia que abre sus puertas no cierre sus ojos ante lo evidente.

Será fundamental que se saque esa venda icónica que la representa y empiece a mirar de verdad, con ojos ecuánimes y con una mirada piadosa sobre quien realmente lo merezca, que baje de su altar al llano y mire a ras de piso. Donde estamos todos nosotros.

Esta crisis parirá otro país, uno completamente distinto del que teníamos antes del 16 de marzo. Será uno mucho más frágil, más pobre, más indefenso, más desigual, más carente y será responsabilidad de la justicia equilibrar esa balanza que tiene en sus manos.

Y la justicia no son los jueces únicamente, la justicia habita dentro de  los hombres y mujeres que conforman cada uno de los organismos de ese Poder.

La justicia es esa persona que está detrás de una mesa de entradas y entrega un expediente, es quien  toma la audiencia entre papeles y apilados bancos en desuso.

La responsabilidad que cada uno de ellos tendrá a partir de este 3 de agosto será enorme y fundamental para que este golpe se atempere, se amortigüe, se disimule, duela lo menos posible.

Las fórmulas de antaño deberán ser revisadas, adaptadas y modernizadas, porque lo que nos pasó, no tiene antecedentes.

Por años asistimos impávidos a un accionar pendular que fue dócilmente aceptado, en tanto no nos afectaba directamente.

Ello no se resiste más, porque en un marco de debacle absoluta como la que estamos viviendo y viviremos por años, las diferencias se verán más palpables y la injusticia, aunque no sea sobre uno, brillará como farol incandescente en la noche.

De mantener la Justicia su inercia y no cambiar el rumbo,  hará colapsar la base misma de la Republica.

Si no revé lo que ha hecho mal hasta ahora, si se deja colonizar, si es permeable a factores externos, si no se adapta a esta nueva realidad que nos arraso, seremos la frase inicial con la que se inauguró esta reflexión.

Este 3 de agosto volvamos a ser un país, pero de verdad.