Condenan a 2 años y 3 meses a hombre que viralizó un video íntimo de su expareja en San Luis
Por primera vez en la provincia de San Luis, la Justicia dictó prisión efectiva por un caso de difusión no consentida de material íntimo. Diego Oliveri, de 46 años, fue condenado a dos años y tres meses de cárcel por la viralización de un video privado de su expareja, la profesora de fitness Gabriela Fernández Aberastain (41).
La sentencia fue leída pasadas las 17:30 por el juez Ariel Parrillis, quien ordenó el inmediato traslado del condenado al Servicio Penitenciario provincial.
Este veredicto no solo representa un paso significativo en la jurisprudencia local, sino que también se ubica como el segundo antecedente a nivel nacional en llegar a juicio oral por este tipo de delito, comúnmente denominado "pornovenganza" o "sextorsión". El primero la condena de Patricio Pioli, ocurrida en La Rioja en 2021.
Una condena ejemplar
El tribunal encontró a Oliveri responsable de amenazas, difusión indebida de correspondencia y lesiones leves agravadas por vínculo y violencia de género.
Aunque la pena no superó los tres años —umbral habitual para aplicar prisión efectiva— el juez justificó su decisión por la gravedad del hecho, la modalidad en que fue cometido y el profundo daño generado. Entre los agravantes, se destacaron la extensión del perjuicio causado, el contexto de violencia y el impacto en la vida personal y familiar de la víctima.El único atenuante considerado fue que el imputado no tenía antecedentes penales.
Una pesadilla iniciada en pandemia
El calvario de Gabriela Fernández comenzó en 2020, cuando un video íntimo que había grabado con Oliveri en 2019, cuando aún eran pareja, se viralizó en plena pandemia. La difusión fue impulsada por el propio Oliveri, molesto por la negativa de ella a retomar la relación, y con amenazas previas de que lo haría circular.
Gabriela fue víctima no solo del delito, sino también del escarnio público. El caso estalló cuando su hijo, de apenas 9 años, recibió el video a través de un mensaje anónimo. Desde ese momento, su vida cambió por completo.
"No lo puedo creer, esto sí que no me lo esperaba", dijo tras conocer la sentencia. Visiblemente conmovida, reconoció haber atravesado momentos de profunda desesperación: "Seis meses sin salir de mi casa, sin poder trabajar, sin hablar con nadie, con dos hijos que cuidar y con fuertes impulsos de terminar con mi vida".
También expresó la humillación sufrida: "Me sentía como un pedazo de carne, el hazmerreír de una ciudad que es un pueblo. Me enjuiciaban como mujer, como madre, como amiga, como trabajadora".
Arrepentimiento tardío y sin eco
Durante el juicio, Oliveri no mostró signos de remordimiento. Recién antes de escuchar la condena ensayó una frase: "Si alguna acción dañó a alguien, pido disculpas, lo lamento". Pero para Gabriela, eso no fue un pedido de perdón sincero.
Además, relató que Oliveri parecía no comprender la magnitud de lo que ocurría. "Pensaba que se iba a ir a su casa", contó, y reveló que incluso publicó una selfie en redes sociales con la frase "me voy a casa" poco antes de la sentencia.
Reparación civil para la expareja
Tatiana Yaccarini (50), quien era pareja de Oliveri al momento de la difusión del video, fue absuelta en el plano penal, pero el tribunal dispuso que tendrá que pagar una reparación económica por el daño generado.
Si bien en el juicio admitió su participación en la viralización del contenido, también aseguró haber sido víctima de manipulación y violencia de género por parte de Oliveri. Ya había pedido disculpas públicas a Gabriela.
Un fallo con valor de precedente
Este segundo caso con sentencia firme por "pornovenganza" en el país consolida una tendencia judicial a considerar con mayor seriedad los delitos digitales con perspectiva de género.
Aunque breve, la pena de prisión efectiva enviada a Oliveri marca un límite claro: la violencia mediada por tecnologías también puede tener consecuencias penales reales. Y el derecho a la intimidad, incluso en la era digital, debe ser protegido.