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Empezar de cero: cómo afrontar el quedarse sin nada en la mitad de la vida y "volver a remarla"

Empezar de cero: cómo afrontar el quedarse sin nada en la mitad de la vida y "volver a remarla"
17/03/2011 - 10:05hs
Empezar de cero: cómo afrontar el quedarse sin nada en la mitad de la vida y "volver a remarla"

"¿Cómo se sigue después de esto?". Esta es la pregunta inevitable que se hacen por estas horas cientos de miles de personas.

La capacidad de asombro del planeta entero se ha puesto a prueba, luego de días de recibir una sucesión de imágenes dramáticas que llegan desde Japón y que muestran, una vez más, que la realidad puede superar la ficción.

Primero las casas, siendo arrastradas por el agua. Y el desconsuelo de miles de habitantes que observaban impávidos cómo el tsunami y el terremoto se llevaban, en cuestión de minutos, todo aquello que habían tardado años en construir.

Sus hogares quedaron en ruinas. Y la desesperación se apoderaba de miles de almas, al no saber si sus familiares seguían con vida.

Como si esto no fuese suficiente, luego llegó el riesgo del desastre nuclear. Y las imágenes mostraban a sus habitantes haciendo fila, ordenadamente, para ponerse de nuevo a prueba y medir el nivel de radiación en sus cuerpos.

Todos han sido testigos de la actitud del pueblo japonés que -de la noche a la mañana- tuvo que volver a "balancear" sus vidas entre la resignación ante la catástrofe y la esperanza de que superarán la tragedia.

Una nueva "bomba", pero esta vez no cayó del cielo sino que llegó desde el mar.

Deténgase un segundo a pensar. ¿Usted tendría la voluntad y el ánimo suficiente para empezar otra vez de cero? ¿Para volver a construir, ladrillo por ladrillo, una nueva casa, o juntar para un nuevo auto, un nuevo todo?

Desde aquí se ve como algo lejano. Pero la sola idea de imaginar tal situación genera escalofrío. Y no sólo por los bienes mencionados, también por los recuerdos familiares, los objetos de valor sentimental incalculable, las cosas personalísimas que uno tanto cuidó a lo largo de su vida y que se esfumaron en cuestión de minutos. Ni siquiera el barrio quedó en pie.

Qué pasa cuando un ser humano enfrenta algo así
Los expertos señalan que, como siempre ocurre, las personas reaccionan en forma diferente ante las situaciones extremas si bien -en un primer momento- el impacto psicológico es algo común para todos, sin distinción de culturas.

"Desde los objetos materiales, la vivienda y el trabajo, hasta seres queridos e, incluso, la tranquilidad, siempre hay algo que se pierde en un desastre. Y eso puede tener un significado muy diferente en cada individuo", explica Claudia Gómez Prieto, presidenta de la Sociedad Argentina de Psicología en Emergencias y Desastres y profesora de la UCA.

Sin embargo, la especialista reconoce un punto en común: el sentimiento de vulnerabilidad.

"Todos sabemos que en algún momento vamos a morir, pero no estamos pensando siempre en eso. Estas situaciones nos recuerdan nuestra propia fragilidad y nos despiertan una necesidad de protección", señala.

Por eso, apunta que una de las primeras ayudas que deben recibir los damnificados es la cobertura de las necesidades básicas.

"Cuando la persona está vulnerable, porque perdió todo, lo primero que necesita es volver a sentirse seguro y contenido. Y, para ello, requiere abrigo, comida y un lugar donde dormir", ejemplifica.

Por su parte, la directora del departamento de Psicología de la UADE, Elena Scherb, destaca que la desorientación es una de las primeras reacciones que suele observarse en las personas afectadas por una catástrofe.

"Se ven imágenes de cientos de habitantes que deambulan como perdidos. Puede ser algo transitorio, porque realmente no saben dónde están o no terminan de comprender qué está pasando", señala.

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Y agrega que "el shock puede generar un gran desorden físico y, a la vez, una desorganización psíquica que puede llegar a causar ciertas reacciones violentas como saqueos, aunque una educación previa puede evitar que esto pase".

Y en este sentido, los expertos señalan una de las claves que puede marcar la diferencia entre que una persona se derrumbe y baje los brazos o decida seguir adelante ante una tragedia: la sensación de pertenencia.

Cuando, más allá de las pérdidas personales, alguien se siente parte de algo más grande que lo incluye y lo protege, allí hay un incentivo vital adicional para "seguir remándola".

"El renacer implica aceptación, y no resignación o pasividad ante lo sucedido. Tener salud mental es reconocer el dolor e intentar seguir viviendo, respetándonos y sentir que nuestra recuperación no es deslealtad", analiza la licenciada Adriana Guraieb, de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).

¿Es lo mismo si le pasa a uno o a muchos?
Gómez Prieto recuerda que "cuando muchas personas fueron afectadas por el mismo desastre, se genera una sensación de que todos están atravesando idéntica situación. Y eso los hace más fuertes para salir juntos adelante".

Scherb señala que "cuando se logra un orden tras el desastre, el sentimiento de pertenencia -y de ser uno más entre todos los que están pasando por lo mismo- es esperanzador y potenciador para seguir avanzando".

Pero inmediatamente hace una salvedad. "Si no hay organización, el hecho de que la desgracia sea generalizada es algo que genera pesimismo", señala la docente de UADE.

Ahí es donde la situación de Japón empieza a comprenderse mejor.

El mandato de sobrevivir
Sin dudas que la memoria colectiva juega su parte importante para determinar qué tan rápido una sociedad puede recuperarse.

Y en este sentido, los japoneses tienen una fortaleza espiritual que viene de una historia marcada por la desgracia y el posterior resurgimiento.

"Mi abuelo murió en la guerra. Y no recuerdo que nunca en mi casa nos hayan inculcado el sentimiento de la pérdida. O que me hayan dicho ‘nosotros fuimos infelices porque no teníamos esto o aquello", recuerda Ana Serei, directora de Alternativa Nikkei, una asociación de descendientes de japoneses en la Argentina.

Y agrega que su situación puede encontrarse reflejada en millones de japoneses, país en donde es difícil encontrar que una familia no haya tenido una experiencia directa vinculada con pérdidas en la guerra o en catástrofes naturales.

Sin ir más lejos, Serei tiene en estos momentos hermanos y sobrinos viviendo en las cercanías de Tokio. Y parece tomar lo que está ocurriendo con una naturalidad que resulta insólita para los parámetros mentales argentinos.

"Uno en Japón es preparado desde chico para saber que una situación así puede ocurrir. Eso influye no sólo para actuar mejor en la emergencia, sino para saber que lo importante es mirar hacia delante, como siempre ha sido la constante de la historia japonesa", explica Serei.

En la jerga de los expertos en management y psicología de los grupos, esta actitud es calificada como "resiliencia".

"Se trata de un modo de abrirse paso ante la adversidad, de reconstruirse generando una respuesta psíquica ante la catástrofe", define la psicóloga Ana Rozenfeld, para quien la forma en que Japón reconstruyó su economía y su infraestructura tras la guerra es uno de los mejores ejemplos de la resiliencia expresada a nivel nacional.

Y destaca que hay, incluso, una frase japonesa (shikata ga nai), que define precisamente la aceptación de lo que toca vivir. "Son ideales culturales que contribuyen a crear la fortaleza en el Yo", agrega la experta.

En la tragedia, aferrarse al orden
De todas formas, se puede argumentar que muchos países también viven en zonas con altas probabilidades de desastres naturales y no por ello se genera una mentalidad colectiva que permita una recuperación rápida.

Para los expertos es evidente que, además de la familiaridad con la catástrofe, hay elementos propios de la idiosincrasia japonesa que marcan una diferencia.

En este sentido, una pregunta que ha circulado en los últimos días ha sido cómo habrían reaccionado los argentinos, si algo similar hubiese ocurrido en este suelo.

En el caso del pueblo japonés, resulta digno de destacar cómo las personas intentan mantener su vida lo más cerca posible de la normalidad, y donde la gente no se desespera ni pelea entre sí, aun con la posibilidad cierta de encontrarse frente a un desabastecimiento de algunos productos básicos.

"Lo que salta a la vista en un momento como este es el espíritu de cooperación, que prima sobre el de la supervivencia individual. El pueblo japonés sólo concibe su vida en sociedad funcionando en forma regular. Para ellos, la idea del orden no es una opción, porque directamente no pueden concebir el desorden y el caos", señala Gustavo Girado, presidente de Asia & Argentina, una entidad que brinda asesoría en el vínculo comercial con esa parte del mundo.

Este empresario, que vivió un tiempo en Japón, está convencido de que la idiosincrasia nacional japonesa hace que en una situación de desastre la gente se aferre más que nunca a la noción de orden.

Una hecho difícil de entender cuando se compara con las manifestaciones de violencia social ocurridas tras el terremoto de Chile, o con los saqueos y enfrentamientos entre vecinos ocurridos en Santa Fe, durante la inundación de 2003.

"Un escenario de caos y saqueos es impensable para los japoneses. Y también está vinculado con una concepción verticalista de la sociedad. Ellos mantienen tipos de comportamiento heredados de la tradición imperial", explica Girado.

La importancia de las instituciones
El factor cultural no protege contra el desastre natural, pero sí es fundamental para limitar la "segunda parte" de la tragedia, que es la provocada por el temor y la violencia que le siguen a una catástrofe.

Y, por consiguiente, determinará también a qué velocidad se puede superar el grave daño.

Un ejemplo cercano, el de Chile, muestra cómo puede llevar mucho tiempo restaurar el shock anímico en una población.

Un libro de reciente publicación, "Terremoto después del terremoto", refleja los datos de una encuesta entre la gente más directamente afectada por el sismo.

Allí se detectó que una persona de cada diez aún sigue viviendo el estrés postraumático. Y este problema se da con más fuerza entre las mujeres.

Scherb, de la UADE, remarca que se deben respetar los tiempos de recuperación de cada individuo y de la sociedad en general: "Hay que dar espacio a la expresión de tristeza. No por ello hay que dejar de acentuar que siempre se puede volver a empezar. Sin embargo, no hay que hacerlo a costa de una negación de lo que significa haber perdido todo".

En las antípodas, y muy lejos del modo latino de expresar las emociones, los japoneses tienen formas diferentes de reaccionar.

"A diferencia de lo que ocurre aquí, allá la gente no tiene esa tendencia a exteriorizar los sentimientos, ni a nivel personal ni social. Porque tampoco va a ocurrir que haya manifestaciones de protestas después de un inesperado tsunami", comenta Serei.

Comparaciones odiosas
Pero hay, claro está, situaciones que van más allá de lo cultural, a la hora de explicar la sorprendente calma y organización de los japoneses ante la tragedia.

Y tiene que ver con la confianza en las instituciones.

En definitiva, la tranquilidad se relaciona con la certidumbre sobre la capacidad del Estado para solucionar los problemas.

"Mis familiares me dicen que los únicos que reaccionan con pánico ante la posibilidad de un desabastecimiento de alimentos son los extranjeros. Un japonés no va a sobreabastecerse y dejar al vecino sin mercadería. Y si algo falta, confía en que va a llegar en algún momento", comenta Serei.

Es por eso, agrega, que resulta tan extraño en ese país ver el tipo de eventos solidarios a nivel privado, las colectas y maratones televisivas típicas de los países latinos: "Allá existe una confianza en que el Estado realmente se va a ocupar de manera eficiente".

Las comparaciones son odiosas, pero a veces son inevitables. Y en una situación así no puede dejar de pensarse qué habría ocurrido en la Argentina.

"Para nosotros, probablemente sería muy complicado salir adelante", señala Gómez Prieto, de la UCA.

"Ante el caos, mucha gente se niega a dejar su casa por temor a que le roben. Pero no porque sea delirante, sino porque es un temor real. La gente no confía, porque incluso en una situación normal se siente insegura. Y si hay desconfianza en el otro en una situación cotidiana, no se va a cambiar ese sentimiento en medio del desastre".

En este sentido, el desapego a las normas y la desconfianza en el Estado funcionan como un claro agravante de los problemas.

"No confiar en el Estado te deja mucho más desprotegido, porque para dejarte cuidar necesitás tener fe en quien lo hace", agrega la experta.

Esa confianza lleva, además, a un sentimiento de compromiso con la sociedad que llega a límites a veces dificiles de entender desde esta parte del mundo.

"Los japoneses no van a tener inconvenientes en bajar su estándar de vida si eso es necesario para la reconstrucción del país. Ya lo han hecho en el pasado. E incluso estarían dispuestos a hacer sacrificios como trabajar gratis parte de la jornada laboral", comenta Girado, de Asia & Argentina.

Sin dudas, una cultura asombrosa, que responde a una larga tradición y a una sociedad que supo construir el orden a partir de los distintos "desórdenes" que les tocó vivir.