Cambio generacional en empresas familiares, un paso tormentoso
Trabajan en la bolsa porteña, son muy pocas y son prácticamente una minoría, si se tiene en cuenta que, de 300 agentes bursátiles, ellas son sólo 17. Muchas heredaron el oficio de su padre, otras lo eligieron por verdadera vocación, y hay quienes se emparentaron con el mercado de valores por curiosidad o simplemente por azar.
Para Silvia Martínez, mandataria y analista legal de Amirante Galitis, las sociedades de bolsa están formadas por operadores hombres y sólo un puñado de mujeres porque demandan un ritmo de vida muy exigente. "La tradición marca que los agentes de bolsa deben ser hombres, supongo
que ésa es la razón esencial por la que son más. Está claro que es una tendencia, al menos en la Argentina, y no creo que cambie por ahora",
dice con tono irónico mientras se acomoda la falda del vestido negro que lleva puesto.
Según Martínez, de 42 años, para trabajar como operadora una mujer no tiene más remedio que forjarse de un carácter fuerte, tener paciencia y una autoestima a prueba de balas. "Es que el ambiente es absolutamente machista. Te respetan una vez que les demostrásque sos eficiente y capaz, que podés hacer las cosas igual o mejor que ellos. Pero una vez que lo notan, sos una más", opina la mandataria, con 20 años de experiencia en el Mercado de Valores.
PRIVILEGIOS
Patricia Alegre, de 38 años, es la única operadora de Provincial Bursátil -sociedad de bolsa del banco Provincia-, comparte sus jornadas laborales con una decena de hombres. "Soy la única mujer en la mesa de dinero y trabajo todo el día rodeada de hombres. Es un hecho, no es ni bueno ni malo.
Aunque, como en cualquier actividad, ser minoría tiene pros y contras. La mayor desventaja para una mujer es que tiene que destacarse para ser reconocida como igual y poder insertarse en un mundo machista. Pero reconozco que es bueno estar entre hombres, porque se trabaja cómoda", sostiene la única mandataria de la sociedad de bolsa del Banco Provincia.
"Al principio me costó acostumbrarme al ruido permanente y a la mayoría masculina, dos cosas a las que me fui adaptando y de las que hoy ni me entero. Trabajo entre 24 hombres y no me siento para nada en inferioridad. Siempre me llevé muy bien con varones, me siento cómoda trabajando entre ellos", cuenta la operadora de 33 años que justifica su actitud "casi machista" citando el respetuoso comportamiento de sus compañeros y jefes.
Algo parecido le ocurre a la analista de acciones de López León Sociedad de Bolsa, Mariana de Mendiburu.
Sin embargo, a diferencia de su colega, para ella hay claras desventajas cuando se trabaja con una notable mayoría masculina.
"Me gusta trabajar con hombres, me siento cómoda. Según mi terapeuta, tiene que ver con un grado de admiración que siento por el otro sexo. Los admiro por como son, simples y frontales. No tienen conflictos en el trabajo. En algunas cosas me parece que son hasta mejores que las mujeres,
resuelven las cosas en el momento y toman más decisiones a largo plazo. Pero reconozco que hay desventajas. Una siente que está a prueba
hasta que demuestra habilidades y capacidad", dice la analista de 27 años que trabaja en la mesa de dinero rodeada de varones.
TALENTO FEMINISTA
Casada, con un hijo y otro en camino, Martínez, que incursionó como butaquera (persona que ocupa una butaca en el recinto desde dónde
informa al operador de las estrategias de compraventa que sigue la mesa de la sociedad de bolsa) en el recinto de la bolsa de valores porteña
a los 22 años ahora recuerda cómo era su vida cuando empezó a trabajar para la sociedad de bolsa del padre de una amiga.
"Al principio me costó adaptarme y ser una más entre mis compañeros. Tuve que demostrarles que era capaz y tenía talento, y recién cuando lo notaron empezaron a respetarme como profesional", asegura. Pero no cree que esto pase sólo porque el ambiente es machista.
"Hay una especie de competencia entre sexos. Las mujeres somos superiores en muchas cosas, y operar en la Bolsa es una de las actividades en las que se destacan. Somos más capaces y eficientes que los varones para las inversiones bursátiles. En mi posición, por ejemplo, hago la tarea de cuatro hombres", desliza orgullosa, pero en voz baja para no irritar a sus compañeros. Martínez cuenta que en ese ambiente los hombres son soberbios y egocéntricos cuando ganan, pero se deprimen y se pelean entre ellos cuando pierden dinero de terceros.
"A veces se hace duro, pero como me gusta mucho lo que hago logré acostumbrarme a todo, además ahora soy la jefa, así que no les queda otra que aceptarme y respetarme", comenta entre risas la experimentada mandataria que eligió resignar su carrera como abogada para trabajar en la bolsa, convencida de que no cambiaría su actividad por casi nada.
HERENCIA
Todas coinciden en que por tradición, el mercado de valores porteño siempre fue un ambiente cerrado, masculino y de difícil acceso a personas
ajenas a la actividad bursátil. Según ellas, ésa es la razón de peso por la que hoy la mayoría de los agentes y analistas que operan en sociedades
de bolsa privada son descendientes de operadores ya retirados.
"El 80% de las mujeres que hoy son operadoras o mandatarias son hijas o nietas de..., mientras que el 20 por ciento restante llegamos a dedicarnos a esto por propia iniciativa", coinciden Martínez y Alegre. Pero no todo es heredado. Como ocurre en las profesiones más tradicionales, hay casos de operadoras y analistas femeninas que llegan a ocupar puestos dentro de la bolsa por elección o pura casualidad.
Cuando terminó de estudiar abogacía, en 1991, la actual asesora legal de Amirante Galitis se dejó tentar por el padre de una íntima amiga que en aquel momento tenía su propia sociedad de bolsa. "El mercado estaba de moda gracias al boom bursátil que se desató en los '90. Las empresas que operaban necesitaban gente y me contrataron como empleada administrativa. Al poco tiempo me ofrecieron ser butaquera en el recinto, una especie
de interlocutora entre la mesa de dinero y el mandatario", explica.
Además recuerda que se comunicaba por una línea de teléfono punto a punto y recibía órdenes para darle al mandatario de turno que estaba operando en el piso. Martínez dice que no disfrutó tanto de esa tarea porque la consideraba poco creativa. Gracias a su eficiencia y a su actitud aguerrida para moverse en el recinto, al año y medio, Martínez consiguió un lugar entre los operadores masculinos.
Se preparó mediante cursos especializados, rindió un examen y a los doce meses ya compraba y vendía los papeles de sus clientes a los gritos. Pasó por todos los cargos y experimentó todo tipo de situaciones. Se estresaba, corría, sufría ante cada caída de precios de las acciones que tenía en su poder, pero también se divertía y le apasionaba la acción que se vivía a diario en ese lugar repleto de hombres.
Sensaciones que sus colegas comparten y coinciden. Es que el trabajo de operadoras o analistas bursátiles las hace sentirse parecidas. Se trata de una tarea única, que combina altas dosis de adrenalina con una incesante acción, y que a su vez esquiva la rutina.
ADRENALINA
María Fernández, de 29 años, es la única mandataria de un banco de inversión en el corazón de la city porteña. Ella no sólo piensa que hacer
transacciones bursátiles en la mesa de dinero de la sociedad de bolsa para la que trabaja es divertido y poco rutinario, sino que además cree que se trata de una actividad llena de virtudes y prácticamente sin defectos. "Trabajar en la mesa es divertido. Además, estoy cómoda y no me siento para nada en inferioridad de condiciones. Por suerte mis compañeros varones son muy respetuosos y no abundan los comentarios machistas, salvo en chistes", cuenta. Para Martínez operar en el recinto del Mercado de Valores también es un trabajo placentero, aunque reconoce que es un oficio ingrato.
"Era pura adrenalina. Ahora las cosas son distintas. Desde 2001 se tecnologizó el mercado y todas las operaciones se hacen online, sólo las acciones de la Bolsa de Valores se operan en el recinto. Tal vez hoy sea menos atractivo hacerlo desde la PC de la oficina, pero uno disfruta más de las estrategias y no tanto del trabajo operativo. Los medios electrónicos hacen que la actividad sea más cómoda y eficiente", opina la mandataria que tiene siete hombres a cargo, a quienes "tortura" para que operen en la mesa "con buena onda".
Pero agrega que aunque sea una actividad linda, es ingrata porque si las cosas salen bien son todos felices, pero si se pierde dinero los clientes se
quejan y las presiones crecen. Mientras se prepara para una mañana agitada, Alegre hace memoria y cuenta cómo pasó de ser guía de turismo a operadora bursátil.
"Trabajaba en el Banco Quilmes para pagarme mis estudios de Turismo cuando me ofrecieron un puesto en Quilburs, la Sociedad de Bolsa de la compañía que nació en 1991. Fui empleada administrativa un tiempo hasta que me ofrecieron ser mandataria. Me capacité y en un año empecé a operar en el recinto. í‰ramos sólo tres mujeres en el '93, después aparecieron más, pero nunca llegamos a ser más de 20", menciona con nostalgia quien se autodefine como "los ojos del cliente en el mercado". El caso de María Fernández es diferente. De muy chica ella supo que le gustaban las finanzas porque su padre siempre estuvo vinculado al Mercado como inversor. "Acompañaba mucho a mi papá al edificio de la Bolsa. í‰l me contaba anécdotas del recinto y me hacía partícipe de su trabajo.
Calculo que de ahí nació mi interés por todo lo relacionado con los números, porque cuando terminé el colegio empecé economía en la UBA y de ahí salté directamente al mercado financiero. Aunque empecé como analista, en menos de dos años decidí dedicarme a operar. Ahí comenzó la diversión. Estar en la mesa tiene otro ritmo, no hay rutina", explica la joven analista que reparte su tiempo entre el trabajo en el banco y su familia. Durante siete horas ininterrumpidas, de 11 a 17, Fernández se aboca al agitado ritmo de trabajo que, según cuenta, le demanda mucha energía y atención permanente. "Depende del día, se convierte en una actividad más o menos estresante.
No existe la rutina, algunos días son muy movidos porque, como dice el refrán "time is money" (el tiempo es dinero) y eso hace que muchas veces tengamos que correr", confiesa, mientras ceba mate y se prepara para la apertura de la Bolsa. A su lado, los demás operadores leen los diarios y miran los cables en el monitor flat de una agencia internacional de noticias financieras. "Todos los días analizo las acciones argentinas, armo carteras personalizadas para los clientes de la sociedad de bolsa y trato de buscar oportunidades de inversión en el mercado para luego poder recomendar cuándo es el momento acertado para invertir. Redacto informes que luego son utilizados para tomar decisiones a la hora de operar y hacer transacciones financieras", indica De Mendiburu.
En la actualidad, el trabajo de Martínez es un poco diferente. Además de supervisar las operaciones de la mesa de dinero de Amirante Galitis, se encarga de asesorar a las empresas y a sus clientes legalmente. "Ahora me dedico al management. Reporto al directorio y tengo libertad para trabajar.
Estoy más abocada a cuidar las inversiones de los clientes y de la compañía", cuenta la ex mandataria y abogada de profesión. Alegre, en cambio, sigue en plena actividad. A diario compra y vende papeles bursátiles haciendo clic en el mouse. "Antes de empezar a operar leo todos los diarios, hablo con analistas y me informo todo lo que puedo para tomar decisiones acertadas que, por supuesto, son el resultado de previas estrategias de inversión", dice la mandataria de Provincia Bursátil. Más o menos ocupadas, es evidente que las mujeres de la bolsa son capaces de convivir con el estrés y el vértigo que el Mercado de Valores.