Dejó un gran trabajo en un banco para crear una empresa que fabrica fertilizantes con insectos
Antes de dedicarse a criar moscas soldado y fundar en Argentina una empresa biotecnológica que procesa desperdicios y los convierte en abono, Julien Laurençon fue consultor en finanzas y vicepresidente de un banco internacional.
Con poco más de 30 años, parecía tener su vida profesional y laboral resuelta, y estaba por casarse. Pero una voz interior le decía que no era feliz y decidió hacer un retiro de silencio en la isla de Bali.
"Ya había cumplido con el modelo de éxito de la sociedad de consumo y teníamos reservado el salón para la fiesta. Pero me pregunté: ¿tiene sentido lo que estoy haciendo? ¿Cuál es mi propósito? Y decidí hacer un cambio de vida: renuncié a mi puesto en el banco, suspendí la boda y me fui 18 meses a recorrer el mundo con una mochila", recuerda el fundador de la biofábrica Procens.
Así llegó en 2015 a la Argentina, y se enamoró del país y su gente. En Buenos Aires fue voluntario en la Fundación Sí, repartiendo alimento, abrigo y contención a personas en situación de calle. Luego se unió a Un Techo para mi País, y participó en la construcción de viviendas en barrios vulnerados.
Se dió cuenta que aquí era donde podía generar un impacto positivo, y decidió emprender. En 2016, conoció en una reunión en el (ex) ministerio de Ambiente, a quien sería su socio: el emprendedor belga François Nolet.
Basándose en las propuestas de Günter Pauli, autor del libro "Economía Azul", juntos comenzaron a criar moscas soldado, una especie diferente a la mosca común y con aspecto más parecido a una avispa, cuyas larvas tienen la capacidad de biodegradar grandes volúmenes de desperdicios orgánicos y convertirlos en proteínas (utilizadas para alimentos de mascotas) y fertilizante para el suelo. En paralelo, también criaban girgolas (una especie de hongos) para procesar residuos de poda.
El lugar elegido para montar su primer biofábrica fue Colonia Caroya en la provincia de Córdoba. Arrancaron con un aporte de 15 mil euros de mi familia y amigos. Luego, en plena pandemia de 2020, recibieron u$s 200.000 de inversores locales, y para fines de 2021 lograron una ronda de capitales de US$ 1,5 millones.
Al año siguiente consiguieron un contrato con Mc Cain, uno de los mayores productores de papas fritas, para procesar los desperdicios de su planta en la localidad bonaerense de Balcarce. Y decidieron mudar su planta allí, enfocándose en la cría de insectos.
El francés de las moscas
Con casi 10 años de vivir en la Argentina, Laurençon habla como un porteño con acento cordobés, y se ríe de sí mismo al admitir que algunos lo llaman "El Francés de las Moscas".
Pero a diferencia de los personajes de "El Señor de las Moscas", la novela de William Golding que simboliza la maldad humana en un mundo sin reglas ni solidaridad; su emprendimiento busca un impacto positivo en el ambiente y la comunidad, siguiendo los lineamientos del movimiento internacional de empresas B. Este tipo de compañías buscan resolver a través de sus productos y servicios, problemas ambientales y sociales.
"Aportamos soluciones en una transición a una agricultura más natural y regenerativa, recuperando desperdicios en lugar de tirarlos o mandarlos a feedlot. En este proceso, generamos un biofertilizante natural que mejora el suelo y reduce la huella de carbono en un modelo de economía circular", comenta Laurençon.
Pero en la historia de este emprendimiento, no todo fue un camino de rosas. "Argentina es el lugar más desafiante del mundo para emprender. Con múltiples tipos de cambio, más de 30 impuestos diferentes y una inflación por las nubes, este país tiene todo: recursos naturales, gente con buena educación, resiliencia y cordialidad con los extranjeros. Nosotros pasamos por tres gobiernos de diferentes partidos, cinco ministros y secretarios de Agricultura y trabajamos las cuestiones regulatorias con cuatro gestiones diferentes en el Senasa (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria). Pero siempre hay que creer que es posible. De lo contrario, no hacés nada", dice el fundador de Procens.
Bioproductos con impacto
Actualmente trabajan en la compañía 20 personas además de sus fundadores. La mayoría son de Balcarce y de Mar del Plata. La firma elabora cuatro bioproductos: Proticens, un compuesto proteico que se utiliza para alimentación de mascotas; Lipicens, un aceite para complementar el alimento balanceado; Ferticens, un fertilizante rico en minerales obtenido del material residual procesado por los insectos; y Grubicens, un alimento basado en las larvas deshidratadas, que se utiliza en alimentación de aves de corral.
"Los insectos son agentes de biodegradación y bioconversión muy eficientes. En particular, las moscas soldado son capaces de multiplicar mil veces su propio peso en quince días, generando un compost de alta calidad a escala industrial", comenta Laurençon.
En Argentina se tiran anualmente 16 toneladas de alimentos, que terminan en su mayoría en vertederos y basurales a cielo abierto, contaminando el suelo, el aire y el agua. Si en lugar de desecharlos, los alimentos se recuperan y se procesan utilizando insectos como bioconversores, no sólo se evita generar desperdicios y contaminación, sino que se obtienen nutrientes para el suelo, proteínas para alimentar animales, y se generan empleos de calidad.
Las biofábricas de insectos tienen 15 años en Europa, funcionando a gran escala. "Nosotros desarrollamos una planta piloto medida para Mc Cain en Balcarce. Hoy estamos procesando 5 toneladas por día de residuos de papa, pero ellos generan unas 60 toneladas. La idea es levantar una nueva inversión de u$s 10 millones para multiplicar nuestra capacidad y procesar el 100% de los desperdicios", afirma el emprendedor.