• 10/6/2025

Es emprendedor, lo estafaron y la competencia le jugó sucio: se sobrepuso y hoy triunfa con su empresa

Hernán López fundó Waterplast tras años de trabajo en el negocio familiar. Empezó de chico en un local mayorista y a los 12 ya atendía al público
13/05/2025 - 07:19hs
Es emprendedor, lo estafaron y la competencia le jugó sucio: se sobrepuso y hoy triunfa con su empresa

Cuando Hernán López empezó a doblar caños en el altillo de su abuelo, no tenía nada: ni máquinas, ni contactos, ni dinero. Solo tenía hambre. Hambre de hacer algo grande. Pero el mundo real no se lo iba a poner fácil. Lo estafaron, los denunciaron, le fallaron y en un accidente casi pierde la vida y la empresa. La competencia apostó a que no se levantaría. Pero despertó a un gigante. 

Esta es la historia de Waterplast, la Pyme que resiste a todo y crece

Hernán López fundó Waterplast después de años de trabajo en el negocio familiar. Empezó de chico en un local sanitario mayorista y a los 12 años su papá le abrió su propia ferretería en Villa Caraza. "Recuerdo que no teníamos vidriera, tenía un piso de tierra porque era un local que recién habíamos terminado sobre la calle Olazabal y arrancamos", cuenta. Aprendió haciendo, atendiendo clientes y abriendo sucursales. Más adelante decidió arrancar con una fábrica, sin saber fabricar, pero con la necesidad de cumplir con la demanda. Lo estafaron, se accidentó y casi cierra. Se quedó sin materia prima y sin ventas. Pero no frenó y con empuje siguió adelante.

Waterplast empezó con rotomoldeado y hoy trabaja con tecnología de soplado. Produce tanques, cisternas y biodigestores que abastecen al canal sanitario en todo el país. Tienen más de 30.000 metros cuadrados de planta y están construyendo 10.000 más para su nuevo centro logístico. La empresa crece todos los meses, con clientes en todas las provincias. Hernán sigue al frente, tomando decisiones y empujando el proyecto que creó desde cero.

La traba que enfrentan las empresas familiares

Hernán empezó a ver que el comercio familiar tenía límites. Quería sumar herramientas, ordenar procesos, usar internet. Pero no encontraba espacio para innovar. Sus padres querían mantener las cosas como estaban. Eso lo llevó a buscar algo propio. Observó un problema que se repetía en muchos clientes: el precio de las bases de tanque. Eran pocas, caras y no cumplían. Decidió fabricar una. Sin experiencia, pero con una idea clara.

Mandó a hacer un diseño. Le pidió ayuda a un conocido que sabía del tema. Tercerizó la producción y empezó a ofrecer el producto desde el mismo comercio donde trabajaba. La respuesta fue rápida. Los mismos vendedores que lo visitaban, se llevaron las primeras unidades. La base funcionaba, el mercado la pedía, y en poco tiempo se encontró con más demanda de la que podía entregar. Fue su primer gran desafío: cumplir o perder clientes.

La solución fue tomar una decisión que cambiaría todo. Hernán alquiló un espacio y armó una pequeña metalúrgica. Compró una máquina para doblar caños y empezó a producir con sus propias manos. Así empezó Waterplast. Con un producto simple, con un problema concreto, y con la necesidad de cumplir. La empresa nació de una urgencia y fue creciendo con cada paso. Desde ese momento, nunca dejó de fabricar. "Yo no sabía fabricar nada. Pero si no hacía algo no vendía más. Había que resolver", dice.

El nuevo rol

Las primeras bases que Hernán fabricó salían del altillo del local de su abuelo. Doblaban caños a mano, solaban pieza por pieza, y entregaban lo que podían. Pero al poco tiempo el proveedor que antes le vendía se dio cuenta de que ya no necesitaban tanto material. Y dejó de venderle. Ahí llegó una nueva crisis: tenían que producir más sin depender de nadie. Hernán entendió qué si quería seguir creciendo, necesitaba más máquinas, más herramientas y un proceso más rápido.

"Vendía, cobraba, compraba un poco de materia prima y volvía a empezar. Todo salía del día a día. La inversión para automatizar era como comprar una camioneta. Pero si no lo hacía, no podía seguir fabricando".

Sufrió una estafa

Así llegó la primera inversión en una máquina para hacer bases plásticas. Le prometieron una producción cada diez minutos, pero salía una por hora y la máquina quedó parada. El golpe fue fuerte. Pero una vez más, había que tomar una decisión.

La decisión fue reconvertir la producción. Con esa misma máquina empezaron a fabricar tanques de agua. Ya tenían clientes del rubro, conocían el canal sanitario, y sabían a quién venderle. Empezaron con lo justo. Hernán usó su camioneta, un tráiler y una jaula para entregar los primeros pedidos. Aprendieron con cada error. Un tanque deteriorado por el viaje llevó a pensar la logística. Armaron carrocerías especiales, diseñadas a medida. Así nació una nueva etapa. Y Waterplast empezó a tomar forma.

Crisis del crecimiento

El crecimiento de la empresa parecía no tener freno. Pero un día las ventas bajaron y nadie sabía por qué. No era el precio, ni la forma de entrega. Hasta que un cliente dio la pista clave: no tener cisternas hacía perder ventas. Hernán entendió que no podía vender la mitad del producto. En 15 días, fabricaron cisternas. Luego vinieron los biodigestores. Cada producto nuevo traía nuevas inversiones. Más moldes, más máquinas, más empleados, más logística. Pero ese camino los hizo crecer.

Un día, la fábrica se quedó sin materia prima en plena temporada alta. No podían esperar. Hernán empezó a llamar a los proveedores, buscó máquinas, pidió ayuda, reacondicionó un galpón con los pocos contactos que tenía. En 48 horas estaban listos. Les faltaba solo un detalle: la tapa del tanque. Hasta ese momento era tercerizada. López decidió fabricarla también. Así, todo el producto pasó a salir de su propia planta. Sin depender de nadie.

"En ese momento sentí que habíamos logrado algo único. Todo lo fabricábamos nosotros. Cada parte del tanque, cada pieza. Había pasado de no saber fabricar nada a tener una fábrica completa", comenta.

Sufrió un accidente

No obstante, no todo fue calma. Hernán tuvo un accidente grave en la ruta. Fracturas, operaciones, y semanas internado. Pensó que la fábrica iba a colapsar sin él. Pero cuando volvió, encontró al equipo trabajando, las máquinas andando, y todo en orden. Aprendió a delegar. Descubrió que no estar también es una forma de estar. Y desde ese lugar, se enfocó en lo que más sabía hacer: pensar nuevos productos, desarrollar ideas, y construir una empresa sólida desde lo industrial.

Fuerte denuncia y giro inesperado

En 2021, cuando todo parecía estar en orden, llegó otro golpe. Hernán estaba de vacaciones cuando le sonó el teléfono: su nombre estaba en todos los diarios. El ANMAT había prohibido uno de los productos de Waterplast, un filtro de agua que la empresa fabricaba y vendía con buenos resultados. La confusión se multiplicó porque en los medios usaron fotos de los tanques de Waterplast, aunque el producto cuestionado era otro. Los clientes no sabían qué hacer, algunos pensaban que no podían vender ni usar los tanques. Hernán recibió llamados todo el fin de semana. Pensó que la empresa podía cerrar. Pero apenas volvió a Buenos Aires, empezó a investigar. Habló con clientes, con distribuidores, y entendió que detrás de la denuncia había algo más.

La denuncia venía de la competencia. Y cuando los clientes lo supieron, en lugar de desconfiar, confiaron más. Las ventas subieron 100%. La empresa se reorganizó, se sumaron nuevos productos y medidas, y el equipo entero estaba motivado. El aumento de ventas obligó a buscar nuevas formas de producir. Así fue como Hernán viajó a Alemania, descubrió tecnología que fabricaba tanques cada tres minutos y decidió apostar. Compró una nueva máquina.

"Cuando vi salir el primer tanque en tres minutos no lo podía creer. Era lo que habíamos soñado. Ese día supe que estábamos en otra etapa. Ya no era solo fabricar. Era transformar el mercado", dice orgulloso.

Hoy, Waterplast tiene un tanque no se rompe ni tirándolo desde un helicóptero. La empresa sigue creciendo. Se incorporan más máquinas, más líneas de productos, más distribuidores. Hernán trabaja con pequeños ferreteros del país para que puedan vender más y crecer. Y ya piensa en lo que viene: charlas técnicas, presencia en más provincias, nuevos desarrollos. El chico de 10 años que atendía plomeros atrás de un mostrador en Villa Caraza convirtió un galpón en una planta industrial. Y no piensa parar.

"Nuestras bases son el pasado desafiante, un presente que nos encuentra innovando de la mano de nuestros clientes internos y externos que son los pilares fundamentales de mi gran empresa, y un futuro con inversiones, ampliaciones apostando de nuestro país y a la industria nacional", concluye.

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