El secreto mejor guardado de La Pampa: en un pueblo minúsculo, hacen alfajores que son furor
Con tres hijos, una casa como herencia y un sueño grande, Pablo Jara y Soledad Luzan se mudaron de General Roca (Río Negro) dejando atrás la rutina, los miedos y comenzaron desde cero en Ataliva Roca, un pueblo de La Pampa de apenas 1.000 habitantes. Allí, rodeados de llanuras y silencio, no solamente buscaban paz y seguridad para su familia: también querían darle vida a Jhan, un emprendimiento de alfajores y galletitas saludables, íntegramente elaborado con materias primas locales.
"Siempre digo que emprender no es fácil. Hay que soportar los latigazos. No es lo mismo tener un sueldo fijo todos los meses que decir: ‘Este mes sacamos mil pesos más que el mes pasado. ¿Nos compramos un pedazo de carne o salimos a comer afuera?’", reflexiona Pablo, desde su casa-fábrica en Ataliva Roca, donde junto a Soledad y un equipo de cinco personas elaboran alfajores y galletitas integrales con materia prima local.
La historia de Jhan comenzó tras la decisión de dejar General Roca y mudarse a un lugar tranquilo que les permitiera vivir sin miedos y emprender desde el centro del país hacia los cuatro puntos cardinales. "Roca es una ciudad muy insegura. Donde hay chicos que van a la escuela con armas y con droga. Nosotros queríamos otra cosa para nuestros hijos", cuenta Pablo. "Acá los chicos van a la escuela en bicicleta, la dejan afuera sin candado, y nadie toca nada", describe Soledad, madre de una adolescente de 16 años y de dos mellizos de 12. "La tranquilidad que se respira en Ataliva no tiene precio. Es como vivir en otro mundo", aseguran.
Pero ese mundo nuevo también fue, al comienzo, el escenario de un desafío: sin ahorros, sin grandes contactos y sin promesas, debían crear un producto saludable, rico y accesible. "Siempre hablábamos de eso, de que lo saludable no tenía por qué ser sinónimo de feo o caro. Queríamos hacer algo distinto, que llegue a todas las mesas", explica Soledad. Y así empezaron: literalmente vendiendo tortas fritas para juntar el dinero que luego les permitió iniciar su emprendimiento.
"Con $3.000 compramos los ingredientes y empezamos a vender. Con eso compramos más insumos, y así, peso a peso, llegamos a tener nuestra fábrica", relatan. El viejo quincho de la casa heredada se convirtió en una planta de producción que hoy cuenta con RNE y RNPA, habilitaciones que pocas empresas en la provincia logran obtener", agrega.
Allí, con herramientas propias de su experiencia previa en panadería, Soledad se ocupó del desarrollo de las recetas, mientras Pablo, técnico en automatización y ex empleado durante 27 años de una firma privada, de la gestión. "Hoy los dos sabemos hacer todo. Nos enseñamos mutuamente para poder rotarnos, ayudarnos y crecer", aseguran.
El sueño de un alfajor pampeano
En La Pampa, ninguna marca logró hasta ahora posicionarse como "el alfajor de la provincia". Pablo y Soledad vieron allí una oportunidad. "Mar del Plata tiene su alfajor, Córdoba también, Mendoza, Buenos Aires… ¿por qué La Pampa no? Nosotros queremos que Jhan sea el alfajor pampeano. Todo lo que usamos es de acá: las harinas, el maní, el dulce de leche. La materia prima es 100% pampeana", subrayan.
A un año y medio de haber comenzado, Jhan —nombre que surge de la fusión de sus apellidos— produce entre 500 y 600 docenas de alfajores al mes y más de 1.500 paquetes de galletitas saludables, sin conservantes, hechas con harinas integrales y pastas de maní que ellos mismos muelen con molino de piedra. Cuentan con seis variedades de alfajores y seis variedades de galletitas,"Son alfajores grandes, de 100 gramos, que además son ricos. Tuvimos que derribar muchos prejuicios. En la Expo Pymes de Toay, la gente arrugaba la nariz cuando escuchaba ‘integral’. Pero los probaban, y al rato volvían a comprarse una docena", recuerda Pablo entre risas.
Los productos se venden en dietéticas, almacenes naturales, estaciones de servicio y kioscos de casi todas las ciudades más importantes de La Pampa, además de puntos estratégicos en Río Negro, Mendoza, Neuquén y sur de la provincia de Buenos Aires. "Estamos trabajando con una cadena de estaciones de servicio, y en Roca —donde tenemos contactos y amigos— nos va muy bien. También tenemos presencia en la ruta 22, en un food truck muy concurrido", detallan.
Pero más allá del crecimiento comercial, para Pablo y Soledad hay otro orgullo: el de haber creado puestos de trabajo. "Pudimos incorporar personas sin experiencia, mujeres con hijos pequeños, gente mayor de 60 años. Queremos ser humanos, empáticos. Una de nuestras reglas es que el día del cumpleaños de cada empleado no se trabaja, y el día es pago", cuenta Pablo. "Hoy podemos ofrecer trabajo a quienes no tienen oportunidades. Eso no tiene precio", coinciden.
Por ahora, el equipo de Jhan trabaja a capacidad media, con la posibilidad de escalar rápidamente. "Si hay más demanda, podemos contratar más personal. Cuando hicimos una convocatoria en el pueblo, se presentó muchísima gente, incluso de otras localidades. Hay muchas ganas de trabajar", remarcan.
Actualmente, tienen planes de lanzar nuevas líneas de productos, como sus pastas de maní, y ya están pensando en la exportación. "Brasil nos interesa muchísimo. Hay gente allá que ya probó nuestros productos y está interesada en distribuirlos", adelanta Soledad.
Jhan es mucho más que una fábrica o una marca, representa un emprendimiento nacido del esfuerzo, la convicción y las ganas de construir algo distinto desde el interior del país. En ese pequeño rincón de La Pampa, Pablo y Soledad no solo elaboran alfajores y galletitas saludables con identidad local, sino que también promueven un modelo de trabajo con valores humanos. "No tiramos manteca al techo, pero nunca nos faltó el plato de comida ni las ganas de seguir. Sabemos que esto recién empieza", dicen. Y mientras sueñan con llevar sus productos a nuevos mercados, sienten que están cumpliendo el verdadero objetivo: emprender con propósito, desde el corazón pampeano.