Le decían que importara de China y no hizo caso: hoy fabrica pelotas y vence a grandes marcas
Ramiro Fabris soñó con fabricar una pelota profesional argentina cuando nadie lo creía posible. Mientras las grandes marcas dominaban el mercado con productos importados y anónimos, él apostó por crear, desde Rosario, una marca propia, con identidad nacional y calidad internacional. Así nació Euro Paris en 2012: la primera empresa argentina que logró competir con las potencias globales en el corazón del deporte.
"Lo mío fue literalmente empezar de cero", dice Fabris. Nacido y criado en Rosario, ex jugador de básquet federado, emprendedor desde los 18 años, se define como alguien que siempre tuvo el impulso de crear donde nadie veía una oportunidad.
Su primer negocio fue una casa de celulares, después llegaron los cibers con PlayStation y luego las canchas de fútbol 5: llegó a tener 37, muchas montadas en terrenos fiscales o clubes, gracias a acuerdos en los que ofrecía horas gratuitas a escuelas y actividades comunitarias a cambio de la explotación del predio. "Nunca pagué alquiler. Reinvertía todo. Fue una locura de creatividad y gestión", recuerda en diálogo exclusivo con iProfesional. Pero todo cambió cuando se dio cuenta de cuánto gastaba en pelotas.
"Las pelotas baratas se rompían rápido y los clientes se quejaban. Yo no quería eso. Quería ofrecer algo mejor, pero a un precio accesible", recuerda. Así nació la idea de Euro Paris. Lo que parecía una locura —fabricar una pelota profesional desde Argentina— se transformó en una obsesión. "Me decían: importá, es más fácil. Pero yo quería crear. ¿Por qué no ser Adidas? ¿Por qué no ser nivel 10?", repite casi como un mantra.
Euro Paris comenzó con el objetivo de que cualquier chico o chica pudiera tener una pelota profesional en su casa. Y no una imitación, sino una pelota fabricada en las mismas plantas que abastecen a ligas como la Bundesliga o la NBA. Para eso, Fabris se asoció con dos de las mejores fábricas del mundo, una en Pakistán y otra en Oriente, con las que mantiene una relación directa y de largo plazo.
"Les dije que íbamos a llegar a lo más alto y, cuando eso se concretó, vinieron a mi casa a celebrar. Para mí, son socios. Les pedí compromiso total, que cada pelota fuera perfecta, porque yo las iba a testear una por una en mis canchas", cuenta.
Con esa exigencia como bandera, Euro Paris fue creciendo: comenzó vendiendo pelotas para fútbol 5, luego avanzó sobre el fútbol profesional y más tarde en básquet, un mercado global dominado por apenas dos marcas: Spalding y Molten. "Hablé con Chapu Nocioni y con Sergio Hernández. Me decían: estaría buenísimo que los chicos ya entrenen con pelotas profesionales. Y lo hicimos posible", recuerda.
Hoy, Euro Paris vende unas 50.000 pelotas al año —un 60% más que en 2022— y factura alrededor de u$s4,5 millones. Trabaja con 11 clubes de Primera División para sus divisiones juveniles, con 17 asociaciones de básquet, y opera en el 60% del territorio nacional. También comercializa guantes de arquero de alta gama, palos de hockey y líneas para handball y vóley.
El gran hito fue haber sido elegida como pelota oficial de la Superliga Argentina, antes de que la pandemia forzara su disolución. También fue sponsor de los Juegos Sudamericanos de la Juventud y participó tres veces en el Juego de las Estrellas. "En su momento no era tan consciente. Hoy veo las fotos con mi hijo y me emociono. Estar al lado de Campazzo o de Scola, con mi pelota… no tiene precio", dice.
En esta historia, Fabris no estuvo solo. A su lado está Marcos Galetto, su socio, también ex jugador de básquet y empresario del sector salud. Mientras Fabris lidera la estrategia creativa y el desarrollo de producto, Galetto se encarga de la estructura operativa: contratos, despachos, acuerdos internacionales y toda la parte legal y administrativa. "Marcos es el que le pone orden a todo esto. Yo soy más fuego, él es el equilibrio", dice Ramiro.
La nueva batalla: competir con las pelotas importadas
En cuanto a fabricación local, Fabris no descarta producir en Argentina, pero aclara que por ahora no es viable: "Para hacer una pelota de nivel 10 necesitás maquinaria carísima. Por ejemplo, la máquina que testea pelotas de básquet como las de la NBA cuesta una fortuna. Sin un volumen global altísimo, no se justifica". Aun así, cree que hay rubros deportivos que podrían nacionalizarse sin dificultad, como redes o arcos.
Luego de consolidarse en el mercado local, Euro Paris dio el salto regional. Ya vende en Uruguay, Paraguay, Bolivia, Perú, Chile y Estados Unidos. Pero el contexto argentino cambió, y hoy Fabris enfrenta su desafío más difícil: sostener el negocio frente a una avalancha de productos importados de baja calidad.
La competencia, admite, es cada vez más dura. "Hoy hay marcas nuevas que surgieron tras nuestro impulso, y está bien. El problema es cuando es desleal. Lo que nos está golpeando fuerte es la importación indiscriminada de pelotas baratas. No tienen control, no tienen calidad y llegan a precios ridículos. Así es imposible competir en igualdad de condiciones", reconoce. Sin embargo, aprendió a capitalizar esas experiencias: "Cuando mi marca era chica, tenía problemas chicos. Cuando creció, los problemas crecieron también. Pero aprendí a ser más asertivo, a tomar decisiones con más proceso".
Por eso, la empresa se reestructuró por completo. Hoy, toda la operación comercial está centralizada en Casa Central. Se eliminó la red de distribuidores y se trabaja con equipos propios y socios estratégicos tercerizados: logística, prensa, comercialización. "No quiero que se venda nada que no tenga mi test. Todo pasa por nosotros, en Argentina y en el exterior", explica.
Aunque en sus mejores momentos llegó a emplear a 57 personas, el modelo actual es más eficiente y flexible. "Hoy subcontrato a los mejores del país en cada rubro. Así puedo asegurar calidad sin perder foco", dice.
El crecimiento internacional también se profesionalizó. Ya no alcanza con despachar pedidos. Hoy, los nuevos clientes internacionales deben cumplir una serie de requisitos contractuales y logísticos. "Antes vendíamos al mundo. Ahora armamos estructuras de exportación como multinacionales. No entregamos nada que no cumpla con estándares de nivel 10", afirma.
Aun en este contexto, Fabris sigue innovando. Está desarrollando dos nuevos productos que, asegura, marcarán una nueva etapa para Euro Paris. "Siempre queremos estar en la punta de lanza. La velocidad de las redes y la inteligencia artificial hacen que todo cambie muy rápido. Pero si vamos a hacer algo, tiene que ser de primer nivel", dice excusándose de no poder develar de qué se trata en nuevo lanzamiento.
Incluso su hijo, León, ya dejó su marca. Juntos diseñaron una nueva pelota —todavía en proceso de patentamiento— que podría ser el próximo paso en el legado familiar. "Todo lo hice por él. Pero no quiero que sienta que tiene que seguir mis pasos. Solo quiero que sea feliz. Y si algún día quiere tomar esta posta, que lo haga con ganas y libertad", dice.
Hoy, con los pies en Rosario y la mirada puesta en el mundo, Fabris sigue al frente de cada decisión clave de su empresa. Su historia, como la de Euro Paris, es la de alguien que se animó a competir contra los gigantes y a crear lo que no existía: una pelota profesional argentina, con identidad, con orgullo, y con ambición de jugar en todas las canchas.