Pese al rally del dólar, alimenticias admiten no tener margen para subir los precios
"El problema no es el tipo de cambio sino el nivel de consumo, que como sigue por el piso, no permite margen para aumentar los precios, a pesar del rally del dólar".
La explicación, realizada por el CEO de una de las principales productoras de alimentos de la Argentina, sirve para evidenciar la situación por la que atraviesan las empresas de consumo masivo que no pueden modificar las listas que envían a los supermercados a pesar de que el dólar ya atravesó la banda superior de la barrera de flotación y actualmente se ubica por encima de los $1.500 para el tipo comprador.
Se trata de un escenario que en el sector califican como "inexplicable" y aseguran que "nunca había ocurrido" y que podría estar marcando el final del famoso pass trough, como se conoce al efecto de la devaluación del dólar sobre los precios internos de los productos.
Este fenómeno forma parte de la cultura bimonetaria instalada en la Argentina como consecuencia de los años de tasas de inflación que no bajaron de un promedio del 60%, por lo menos desde 1945 y hasta que desembarcó el gobierno libertario que encabeza el presidente Javier Milei y que redujo considerablemente esos índices.
De hecho, el último informe del INDEC correspondiente a agosto pasado ubicó la inflación en 1,9% para ese mes y en un acumulado del 19,5% para lo que va de este 2025, marcando un estimado del 27% para todo el año, según algunas consultoras privadas,
En ese marco y a pesar de las advertencias sobre una inminente devaluación que ocurriría luego de las próximas elecciones nacionales de octubre, las empresas alimenticias prefieren sostener los precios actuales de sus marcas debido a que no tienen margen para convalidar aumentos atados a la evolución del dólar.
Alimenticias, en plena suba del dólar: retoques, pero con bonificaciones
En este sentido, otro empresario del sector le aseguró a iProfesional que ya cuando el precio de la moneda norteamericana rondaba los $1.300 había necesidad de readaptación de las listas que se envían a las grandes cadenas de hipermercados y a los almacenes.
Sin embargo, admitió la imposibilidad de llevar adelante ese proceso "porque el derrumbe del consumo se mantiene y no convalida la cuenta matemática de que con el dólar actual se deba trasladar a los precios, a pesar de que estamos en el límite cero de nuestra contribución marginal".
En la misma línea, en otra empresa reconocieron estar analizando un retoque a los valores de sus productos, pero también admitieron que, junto con esos cambios deben negociar un conjunto de bonificaciones que equivale a reducir nuevamente el tipo de cambio.
"El no pase a precios es por déficit de consumo y no por un tema de materia de costos y de margen", agregó el empresario, reconociendo que la inestabilidad cambiaria, que en otras épocas, solía ser trasladada a precios, actualmente no tiene margen para repetirse.
De hecho, históricamente el impacto del aumento del dólar suele ser directo y reflejarse en los alimentos, en los insumos importados que se usan en la producción (el 60% de los bienes industriales fabricados en el país se trae del exterior) e inclusive incidir en otros precios que están asimismo atados directamente al dólar, que son los combustibles y la energía.
Contexto incierto para las empresas del sector y supermercados
Sin embargo, no se trata de un escenario que se esté dando en este contexto, tal como también lo admitieron en las grandes cadenas de supermercados consultadas por este medio, en donde aseguraron no haber recibido reclamos de sus proveedores con relación a la necesidad de retocar los precios en las góndolas.
Lo mismo ocurrió en abril pasado, luego de que el ministro de Economía, Luis Caputo, anunciara el fin del cepo cambiario y la instalación de una banda de flotación para el dólar que ahora se encuentra el medio de un debate y que hasta podría ser dada de baja luego de los próximos comicios de fines de octubre próximo.
En aquel momento, la mayoría de las empresas productoras de alimentos se apuraron a cambiar los precios de sus marcas como mecanismo de defensa ante lo que consideraban una devaluación encubierta que iba a incrementar sus costos y empujar la inflación hacia arriba.
De manera casi inmediata, Caputo les envió una advertencia a través de su cuenta de X en contra de esos incrementos, por entender que "atentaban" contra el lanzamiento de la llamada Fase III del programa económico.
Las amenazas lanzadas por el titular del Palacio de Hacienda frenaron el impulso inicial de las empresas, que terminaron por retirar las nuevas listas y mantener las que se encontraban vigentes.
La realidad actual se asemeja a la de ese período, con empresas que admiten la necesidad de adecuar sus estructuras de costos a la nueva realidad cambiaria actual, pero que también reconocen no tener margen de acción debido a que el consumo no repunta.
Sostener los "anabólicos"
En las empresas saben que la devaluación encubierta que supone el nuevo precio del dólar les "pega" en el costo de varios insumos y componentes importados que utilizan en los productos que fabrican y que, por lo tanto, deberían trasladar ese aumento al precio de venta con el que se envían a los depósitos de los hipermercados.
Sin embargo y de manera adicional a la caída del consumo, se encuentran con la negativa de las cadenas de supermercados a aceptar nuevas listas, salvo que de manera paralela se negocien bonificaciones que permitan a estas empresas sostener los llamados "anabólicos" que utilizan para seducir a sus clientes.
Es decir, para mantener las diferentes propuestas de descuentos; rebajas; precios al 50% comprando dos productos y hasta las cuotas sin interés que promocionan en sociedad con varias marcas de tarjetas de crédito o de bancos.
En las cadenas también existe coincidencia en que el mercado no tiene "plafón" para convalidar listas con fuertes subas de precios, principalmente teniendo en cuenta la caída del consumo que se evidencia desde hace ya varios años.
Otro de los argumentos de las cadenas para no aceptar las listas se vincula a la facilidad para importar alimentos del exterior a partir de la eliminación o reducción de aranceles que viene definiendo el gobierno nacional para facilitar el ingreso de productos de otros países para, de ese modo, evitar una presión inflacionaria sobre la industria nacional.
En los relevamientos que llevan a cabo las asociaciones de consumidores locales ya se informa sobre la llegada de pan de Brasil; pastas de Italia; atún de Ecuador; papas fritas de Paraguay; aceite de España; espinaca de Bélgica; cervezas de Alemania y hasta lácteos de Uruguay que ya son parte del conjunto de productos ofrecidos en los estantes de los supermercados.
Pero esta creciente realidad no solamente se basa en ofrecer artículos más baratos a los consumidores, sino también a lograr una mayor oferta que haga de "freno" a las intenciones de los productores locales cuando tengan intenciones de modificar sus listas de precios.
Precios en baja
En este sentido, un reciente informe elaborado por Focus Market vía Scanntech (lector de código en 756 puntos de venta de todo el país) ofrece una radiografía del consumo masivo durante agosto pasado, mostrando un pequeño repunte del 4,4% respecto de julio, y de un leve crecimiento interanual del 0,9% con respecto a agosto del 2024.
De acuerdo a la consultora que dirige Damián Di Pace, la cantidad de tickets crece apenas 0,1% frente al mes anterior, y las unidades por ticket también suben 2,2% frente a julio.
Además, revela que el mapa del consumo masivo viene mostrando un corrimiento significativo en los hábitos de compra, con un crecimiento en las ventas de almacenes, autoservicios de cercanía y cadenas de descuento, mientras que las grandes superficies y el canal mayorista muestran caídas notorias.
En el área Metropolitana el consumo evidencia su mayor aumento con un 13%, mientras que la facturación también crece 11,4%, en tanto que en el interior sólo crece 0,1%, y la facturación cae 1,8%.
"La tendencia refleja a un consumidor cada vez más cauteloso, que busca reponer lo justo y necesario, evitando el stockeo que caracterizó a otras etapas de inflación acelerada", señala Di Pace, para quien los ingresos de los clientes "no acompañan la suba de precios y existe un horizonte de incertidumbre sobre tarifas de servicios y empleo que hacen que el ticket promedio se achique, primando la compra menor y frecuente, ajustada al día a día del bolsillo".
En este sentido, el trabajo de Focus Market señala que el formato de tienda Self-Independiente, presenta un aumento del consumo de 11,1% ($11.378 de ticket promedio).
En el autoservicio grande el consumo disminuye 2,5%, con un ticket promedio de $9.797; para el caso del autoservicio mediano la disminución es del 0,8% con un ticket promedio de $7.550 y en los súper de origen asiático cae 0,2% con un ticket promedio de $6.766.
En cuanto a las categorías que mayores aumentos presentaron, se destaca la de Bebidas, con subas de entre 20,6% a 21,2%.
Por otro lado, las categorías que caen son Limpieza que pasa de 7,5% a 7,4%, Cuidado Personal de 8,5 a 8,2%, y Alimentos que disminuyó de 63,4% a 63,2%.
Rediseñar estrategias
"El fenómeno no es sólo coyuntural, sino que marca un cambio en la lógica del consumidor argentino que, en vez de invertir en mercadería como refugio de valor, privilegia la administración estricta del gasto corriente", señala Di Pace.
Los resultados muestran un desafío para la industria y el retail, que pasa por rediseñar estrategias comerciales en un escenario donde la reposición rápida pesa más que la compra grande, y donde la lealtad a la marca se tensiona con la necesidad de ajustar cada peso.
En el caso del INDEC, el informe oficial también reflejó en agosto una caída en los precios de varios productos, convalidando la postura de los empresarios alimenticios de no tener margen para retocar listas a pesar de la carrera alcista del dólar.
Por el contrario, el organismo informó, por ejemplo, que el producto que más bajó de precio en agosto fue la lechuga, que pasó de costar $4.574,65 en julio a $3.661,12, marcando una baja de 20%, en este caso debido a las fluctuaciones constantes de oferta y demanda por cuestiones estacionales.
En segundo lugar aparece la harina de trigo común 000, que en su presentación por kilo, bajó de $905,23 a $869,85, es decir en un 3,9%.
En el tercer lugar se ubicó el arroz blanco simple, cuyo precio promedio cayó de $1.848,08 en julio a $1.811,63 en agosto, mostrando una reducción del 2%, comportamiento similar que se observó en la papa, que retrocedió 1,7%.
El listado de productos con descensos de precios también incluyó al agua sin gas en botellas de 1,5 litros, que pasó de $1.420,62 a $1.397,75 (-1,6%), y al pollo entero, que bajó de $3.910,04 a $3.848,28 por kilo (-1,6%).
A su vez, la docena de huevos de gallina descendió de $4.032,30 a $3.971,62, con una baja de -1,5%, mientras que las galletitas de agua envasadas (presentación de 250 gramos), el precio promedio cayó de $1.192,53 a $1.175,40, lo que representó una reducción del 1,4%.
Otros alimentos que mostraron retrocesos fueron el azúcar, que bajó de $1.140,81 a $1.130,19 (0,9%); las arvejas secas remojadas en lata de 220 gramos, que descendieron de $831,15 a $823,89 (0,9%), y la cerveza en botella, que pasó de $3.376,83 a $3.372,50 por litro (0,1%).
En todos los casos, las bajas fueron de distinta magnitud, aunque el fenómeno común es que se registraron en más de una decena de productos básicos, lo que ayudó a moderar el índice de alimentos durante agosto frente a la inflación general.