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La tentación a la que Cristina no cedió: por qué no fue a una final que le darí­a inusitado protagonismo

¿Qué político no se entusiasmaría con asistir a un evento de este tipo y salir en las TV de todo el planeta? Las razones que jugaron en contra
11/07/2014 - 14:08hs
La tentación a la que Cristina no cedió: por qué no fue a una final que le darí­a inusitado protagonismo

En estos últimos días, hubo un pensamiento que dio vueltas alrededor de la cabeza de Cristina Kirchner como un moscardón zumbón

Que la distrajo de temas tales como la pelea contra los buitres, las desventuras de Amado Boudou o la inflación. Más que un pensamiento, fue casi un dilema.

O, mejor dicho, una tentación: hacer un viaje relámpago a Río de Janeiro para presenciar la final Argentina-Alemania, en el estadio Maracaná, y exhibirse acompañada nada menos que de Angela Merkel y Dilma Rousseff.

Y bueno, quién no se tentaría. Cualquiera quisiera ver la final en una platea preferencial y sin pagar entrada. Pero, además, si uno es presidente, hay muchos otros motivos como para considerar que ir es una buena idea.

En los 84 años de historia de los mundiales de fútbol, no ha habido gobernante que se haya resistido a compartir el podio con los ganadores, en un intento por contagiarse de la popularidad de la popularidad jugadores.

Y Cristina no es la excepción ante semejante tentación. Ya en el frustrante mundial de Sudáfrica 2010 alentó a los dirigidos por Maradona, dando incluso muestras de no ser exitista al sostener su apoyo público al Diez incluso luego de la eliminación.

Y esta vez tenía por delante una de esas oportunidades que sólo se le presentan a unos pocos privilegiados: ser presidente del país que disputa la final.

Y, si todo hubiese salido bien, haber podido estar en la ceremonia para entregar la copa al capitán de la Selección. ¿Cuántos mandatarios quisieran recibir semejante honor en el evento más televisado a nivel mundial?Ganando en todas las canchasLo más parecido que le pasó a la Presidenta argentina fue -salvando las distancias- participar en la entronización del Papa Francisco en el Vaticano.

Ese día, por ser mandataria del país en el cual había nacido el nuevo Pontífice, tuvo el privilegio de estar sentada en primera fila y saludarlo personalmente.

Fue la primera vez que la cara de Cristina Kirchner se mostró en los televisores de todo el mundo, con una difusión que superó largamente sus otras participaciones en eventos internacionales de alto nivel, como las reuniones del G20. A diferencia de lo que ocurre con las cumbres presidenciales -que sólo son seguidas por una minoría altamente politizada e interesada en la agenda internacional-, la entronización del Papa, "argentino y peronista", tuvo difusión masiva a nivel global.

Pero claro, en términos de audiencia, nada se compara con un Mundial de fútbol: una investigación de la FIFA demostró que 909 millones de personas sintonizaron la final de Sudáfrica 2010. Y la expectativa es que esa cifra será superada en el partido que el domingo disputará la albiceleste contra Alemania.Incluso en los Estados Unidos, donde hasta hace poco era imposible ver los mundiales en vivo -salvo por las cadenas dirigidas a la comunidad hispana-, ahora el "soccer" es el evento récord.

La participación del "american team" en Brasil superó en audiencia, por primera vez en la historia, a los tres grandes deportes nacionales -el básquet, el fútbol americano y el béisbol-.

Las fotos de Barack Obama siguiendo las alternativas de la selección estadounidense fueron ampliamente difundidas en la prensa internacional.

De manera que para un político interesado en tener una proyección global, la chance de participar -de manera protagónica- en la final de un Mundial es un verdadero sueño.

Porque no sólo permite una exposición insólitamente alta, sino que posibilita transmitir una imagen victoriosa.

Y Cristina ya ha demostrado que la escena internacional es un tema que la desvela.

A través de sus críticas al FMI, a las agencias calificadoras de riesgo y a la "economía casino", ha intentado dejar su marca en los foros del mundo más relevantes, mostrándose como una de las principales voces críticas al establishment financiero global.

En el mismo sentido, van su publicitada amistad con economistas estrella -como el Nobel Joseph Stiglitz- y sus discursos reivindicativos del "modelo" argentino y críticos de las políticas económicas y sociales que se llevan adelante en Europa.

Pero, sobre todo, la pelea con los "fondos buitre" le ha permitido a la Presidenta ser la cara visible de una corriente que promueve una reforma financiera internacional.

Las notas solicitadas en los diarios estadounidenses y los encendidos discursos de Axel Kicillof se han ocupado de destacar cómo la postura de Cristina en este tema ha concitado el apoyo del G77, del gobierno chino, de la OEA y hasta de instituciones insospechadas de simpatías K, como el Financial Times y el mismísimo FMI.

Desde hace tiempo que el kirchnerismo ha decidido usar la metáfora futbolera para poder explicar a nivel masivo un complejo tema financiero-jurídico.

Luego de la semifinal contra Holanda, en el programa "De zurda", que conducen Diego Maradona y Víctor Hugo Morales, el periodista hizo un paralelismo entre la final con Alemania y la otra gran final contra los "buitres".

"Este es el partido que jugamos todos, los 40 millones, y nos jugamos el futuro", dramatizó Víctor Hugo.

Luego, se difundió un video grabado por actores, cantantes y militantes de los derechos humanos, en los cuales se explicó la instancia definitoria que atraviesa el país en este litigio. El lema: "Yo elijo Argentina".

Llegado a este punto, y de alcanzar la albiceleste la gloria, ¿puede pensarse algo mejor que la imagen de la Presidenta entregándole la copa a Messi, mientras es aplaudida por Dilma Rousseff y la mismísima Angela Merkel?

No es, desde ya, que el juez Thomas Griesa vaya a sensibilizarse con la imagen. Pero sí hubiese sido una postal con significado para todo el universo futbolero, que incluye mandatarios de los países con los que la Argentina se relaciona. Incluyendo a Estados Unidos.

Como mínimo, se hace mucho más difícil "ningunear" a un gobernante que acaba de tener semejante protagonismo internacional. Los factores que jugaron en contra de su presencia

Con esas imágenes se fantaseó durante estos últimos días en el entorno político de Cristina. 

Tal vez sea por su reciente quebranto de salud, que la obligó a hacer reposo durante una semana y la llevó a perderse otra buena vidriera internacional, apareciendo acompañada por presidentes de la región en el acto del 9 de Julio.

De todas formas, Cristina participará en la reunión del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que se celebrará, precisamente, en Brasil la semana próxima.

De manera que adelantar el viaje dos días respecto de lo previsto en la agenda oficial no era el principal obstáculo para su presencia en la final. Sobre todo si la prescripción médica de reposo le permitía reincorporarse a sus funciones  a partir de ayer.

¿Entonces, será que Cristina consideró que la jugada, de asistir, podía implicar demasiados riesgos? 

Es lo que comentan fuentes de la Casa Rosada que saben cómo se evalúan este tipo de decisiones y que finalmente inclinaron la balanza hacia su no concurrencia. 

La cuestión es que esos niveles de exposición no siempre juegan a favor. Sobre todo cuando hay una larga lista de imponderables que puedan ocurrir y que estén fuera del control político.

El primer riesgo, naturalmente, es que la Argentina pierda la final. E, incluso, que lo haga de manera indecorosa, como le acaba de ocurrir al país anfitrión.

Como saben todos los actores que han sido nominados a un premio y luego no ganan, mientras su rostro en primer plano es implacablemente tomado por las cámaras de TV, no resulta fácil poner "cara de poker" en esas circunstancias.

O, para decirlo en términos electorales, hay una máxima entre los dirigentes políticos argentinos, que Jorge Asís suele recordar en sus crónicas: "Lo malo no es la derrota sino la cara de boludo que te queda".

Lo mismo puede traspolarse al fútbol. Y, si no, que le pregunten a la sufrida Dilma, que a esta altura ya reza porque el Mundial termine pronto sin que ocurran más catástrofes.

La eventualidad de que Cristina hubiese tenido que dar la cara tras una derrota, y que sea ella quien felicite a Merkel no causaba ninguna gracia en el Gobierno.

Peor aun, la posibilidad de que se le endilgue a la Presidenta el hecho de ser "mufa" y haber sido "artífice" de la derrota. Durante muchos años, el ex mandatario Carlos Menem sufrió esa fama de traer mala suerte a las selecciones nacionales de diversos deportes.

También existía el riesgo de que el público se mostrara hostil. A fin de cuentas, los miles de argentinos que pueden costearse el pasaje y la entrada para estar presentes en el Maracaná no parecen coincidir con el perfil del militante K. Más bien, al contrario, no cuesta mucho imaginarlos en los cacerolazos de protesta contra el Gobierno.

Si la Selección gana, el sentimiento de algarabía y orgullo nacional se impondrá sobre cualquier diferencia política. Pero si la Argentina pierde, ¿quién garantiza que desde la hinchada argentina no surjan abucheos o expresiones hostiles que hubiesen incomodado a Cristina?

De manera que el entorno presidencial se vio ante la gran disyuntiva de dar un consejo, con los pros y los contras, respecto a si su presencia hubiese tenido rédito político. 

Pero los riesgos pesaron más que los beneficios, en una decisión que finalmente tomó la Jefa de Estado. 

Es, después de todo, una elección donde no caben los términos medios porque sólo hay dos resultados posibles: ganar y aprovecharse de la expresión victoriosa televisada a todos los rincones del mundo... o perder y quedar con cara a tono, en vivo para millones de miradas burlonas.