iProfesionaliProfesional

Cristina corrige el tono del discurso opositor con una fuerte apuesta al "voto consumista"

Tras la crítica interna a la estrategia de Alberto Fernández, la expresidenta marcó la nueva comunicación, centrada en la promesa de una vuelta al consumo
22/07/2019 - 06:08hs
Cristina corrige el tono del discurso opositor con una fuerte apuesta al "voto consumista"

Las primeras señales de ajuste en la campaña de los Fernández aparecieron en los últimos días, luego de la alarma que provocó a nivel interno la recuperación del macrismo, que acortó diferencias en las encuestas hasta ponerse en la zona de empate técnico.

Y quien mejor entendió cuál debe ser el nuevo eje de la campaña opositora es, justamente, la persona que está obligada a dosificar sus apariciones públicas: Cristina Kirchner. Tras reunirse con Alberto Fernández luego de su viaja a Cuba, la exmandataria analizó la marcha de la campaña y marcó el tono que debe tener el discurso.

Su consigna es clara: reducir o eliminar los discursos izquierdizantes o ideologizados y bajar la discusión a la economía de cada casa. En vez de defender posturas que se puedan sospechar de marxistas o en vez de fustigar a alguien por ser neoliberal, es mejor entrar en la competencia por ver quién es mejor capitalista.

Cristina descubrió que la antinomia que le dará mejor resultado es la de "capitalismo sólo para los ricos" –que estaría representado por el presidente Macri- versus un "capitalismo para todos", el del kirchnerismo.

"Yo soy mucho más capitalistas que ellos. Conmigo en Argentina había capitalismo y la gente se podía comprar lo que quería. Que no me jodan más con lo del capitalismo", dijo textualmente la ex mandataria, para el aplauso del auditorio, durante la última presentación de su libro "Sinceramente", en Santa Cruz.

Esa estrategia va en la misma línea del inesperado elogio a la gestión de Donald Trump. Cuando Cristina presentó en la Feria del Libro hizo una muestra de su picardía política para recuperarse de las adversidades. Hacía pocos días que se había producido la última crisis política en Venezuela, y el kirchnerismo sufría los reproches por su alineamiento con el régimen de Nicolás Maduro. Pero Cristina, en vez de condenar a Estados Unidos –algo que tal vez esperaban sus propios militantes- puso a Trump como modelo de lo que habría que hacer en Argentina.

Destacó que bajo su presidencia Estados Unidos había logrado el desempleo más bajo de los últimos 50 años, en el marco de "una economía que vuela", que lo había logrado fomentando el consumo y que se había enfrentado a la Fed cuando la entidad monetaria insinuó que quería subir las tasas de interés.

Y dio a entender que si el kirchnerismo volviera al poder, aplicará políticas similares a las de Trump, en el sentido de mantener un proteccionismo comercial, fomentar la industria nacional, bajar las tasas de interés y poner al consumo y al mercado interno como pilares del crecimiento.

Con su ironía característica, le recomendó a Macri hacer lo que Trump hace y no lo que dice: "Algunos se dieron cuenta que tenían que volver a generar trabajo industrial adentro del país para volver a generar riqueza. Sería bueno que aquellos que viajan tanto para allá y escuchan tanto lo que les dicen allá, imiten lo que hacen allá".

El contraste con un Alberto culposo

Es un planteo que se aleja del tono que estaba adoptando la campaña de Alberto Fernández, más concentrado en una estrategia defensiva que en instalar temas en la agenda.

Cuando Cristina volvió de Cuba, hace una semana, el candidato no se encontraba en su mejor momento: los sondeos venían marcando un retroceso, mientras él protagonizaba momentos de malhumor con el periodismo y gastaba su tiempo en dar explicaciones por situaciones del pasado.

Fue así que el macrismo, olfateando debilidad, se dedicó a ensanchar la fisura interna del peronismo, con mensajes de Miguel Pichetto a los intendentes del conurbano, al acusar de "marxista" a Axel Kicillof. Y Alberto respondió lo que el Gobierno quería: salió a defender a su candidato a gobernador y dijo que si lo que defendía Kicillof era marxismo, entonces él también era marxista.

Una discusión que, naturalmente, sólo le puede importar al pequeño núcleo ideologizado y que deja fuera a la gran masa de votantes de la Provincia, atenta a problemas mucho más actuales y urgentes que la doctrina que elaboró un filósofo alemán hace dos siglos, durante el auge de la revolución industrial.

Pero Cristina encontró la forma de aprovechar esa polémica en su favor. En su último acto, en Mar del Plata, dijo que la economía bajo el gobierno de Macri se parece más a la del bloque socialista soviético. Y citó la película "Good bye Lenin", que relata el estilo de vida en la República Democrática Alemana antes de la caída del muro de Berlín.

"No había marcas, había dos o tres tarritos y podías llevarte nada más que uno. Y un cachito de carne y nada más, porque la ración era tanto de carne, tanto de azúcar, tanto de harina. Y ahora en Argentina va la gente y te dice ‘me da 100 pesos de carne, 30 de pan’. Ahora está racionada la gente. Esto es un régimen no capitalista, donde la gente no puede comprar lo que quiere ni la cantidad que quiere", dijo la ex mandataria. 

Aprovechó también para fustigar la aparición de marcas desconocidas en el marco del nuevo plan "Precios transparentes". "Durante nuestra gestión, los supermercados rebosaban de mercaderías todas de primeras marcas. Vos podías elegir si te llevabas esta gaseosa o aquella. Ahora, aparecen y proliferan marcas que nadie conoce: la Pindonga, el Cuchuflito… Y hasta te venden productos que dicen ‘producto lácteo’ en lugar de leche. ¿Esto es capitalismo?: no, no, no. Capitalismo era cuando estaba Axel de ministro de Economía, cuando la gente compraba y consumía".

Cuando Marcos y Claudia eran más felices

Estas intervenciones marcan a las claras que, tras la crítica interna en el kirchnerismo y el reproche hacia Alberto en el sentido de que "hay que hablar menos para Wall Street y la City de Buenos Aires y más para la gente", Cristina decidió marcar el camino, con el concepto del consumismo como valor a ser reivindicado.

En su última presentación de "Sinceramente" esgrimió el nuevo argumento, que no sólo está dirigido a su base militante sino, sobre todo, a los  que votaron a Macri y están desencantados por la recesión económica. Por ejemplo, cuando calificó a su propio gobierno como "el más capitalista".

Y puso como ejemplo que las publicidades de la famosa pareja de Marcos y Claudia, del Banco Galicia, que ahora ofrecen préstamos para aquellos cuyo sueldo no les alcanza hasta fin de mes para los gastos básicos del hogar. Cristina contrastó el tono de esa publicidad con las que el Galicia realizaba durante su mandato, donde el pobre Marcos sufría porque su esposa planeaba viajes a destinos exóticos y pasaba la tarjeta para volver del shopping cargada de bolsas.

No había pasado un día de las declaraciones de Cristina cuando sus militantes empezaron a viralizar un video que graficaba el concepto.

Un argumento a prueba de contradicciones

El eje conceptual es claro: consumo, gasto, alegría, darse los gustos. Cristina intenta devolverle a la campaña la esencia de lo que el peronismo siempre quiso representar.

Desde ese punto de vista, la clave para ganar tiene que ser el contraste entre aquellos "días felices" en que se batían récords de ventas de motos y de equipos de aire acondicionados, con este presente de austeridad y recesión.

Es cierto que siempre habrá alguien dispuesto a recordar algunas contradicciones. Como, por ejemplo, que el gobierno de la propia Cristina, después de celebrar los altos índices de venta de electrodomésticos, pedía moderación en el uso de aparatos de aire acondicionado porque el sistema eléctrico estaba colapsado y había apagones masivos cada vez que el termómetro superaba los 30 grados.

También se podría argumentar que el nivel más bajo de consumo de carne vacuna se produjo en 2011, con 52 kilos, cuando gracias a la política de Guillermo Moreno de cerrar la exportación el stock de vacas se redujo al nivel mínimo de 47 millones contra los 53 millones actuales.

Pero eso, obviamente, es un problema secundario. A fin de cuentas, como señaló el politólogo Rosendo Fraga, los expertos en campaña tienen estudiado y medido que las sensaciones que más pesan son las más recientes.

De manera que para quien está desempleado o perdió su poder adquisitivo, ningún argumento le llegará más que recordarle lo mucho que está pagando ahora por la boleta de luz mientras no puede consumir.

Con la inflación no alcanza

A primera vista, podría pensarse que una inflación persistentemente alta es el mejor aliado para que la oposición derrote a Macri.

Sin embargo, Cristina sabe mejor que nadie que la inflación en sí misma no es un obstáculo para ganar elecciones. Las estimaciones privadas –en tiempos de Indec intervenido- marcaban en 22 por ciento la inflación de 2011, el año en que fue reelecta con un apabullante 54,11% de los votos en primera vuelta.

En aquel momento había inflación, pero los salarios crecían más que los precios, sobre todo en los gremios más poderosos, que hacían valer su peso a la hora de negociar las paritarias. Eran días en los que los economistas hablaban sobre el surgimiento de una nueva "clase media obrera".

Es decir, trabajadores no especializados y que desde el punto de vista socio-cultural no pertenecían a la clase media por no contar con un alto nivel educativo, ni vivir en las zonas acomodadas de los grandes centros urbanos, pero cuyo ingreso empezaba a igualar y hasta a pasar al de los trabajadores profesionales.

En otras palabras, eran días en los que un camionero podía ganar como un bancario de nivel medio y mucho más que un maestro.

Hubo estudios específicos al respecto. El recordado Ernesto Kritz, desde su consultora SEL, ponía foco en el tema y siempre destacaba que cuando se cruzaban los datos de la inflación con los de las elecciones no se veía una correlación clara: había veces que el electorado le pasaba factura al gobierno mientras que en otras lo apoyaba, como fue el caso de Cristina.

Y marcaba que había otros elementos que explicaban mejor el fenómeno: la inflación lastimaba más cuando se combinaba con caída salarial y con malas expectativas en términos de empleo.

Ahí estuvo la clave del éxito electoral de cristina en 2011: coincidió con un momento en que cuando se le preguntaba a la gente por el principal problema de la sociedad, casi no se mencionaba el desempleo. De hecho, en esas épocas las preocupaciones rara vez eran económicas, más bien lideraba el tema inseguridad y, entre la clase media, la irritación por el estilo de comunicación y la corrupción del kirchnerismo.

Ahora, en cambio, el panorama es bien diferente. Las encuestas marcan a la inflación y al desempleo entre los más mencionados. Por ejemplo, la consultora Synopsis midió en su último sondeo que la inflación lidera el ranking de preocupaciones con un 35% de las menciones; seguida por el desempleo, con un 26% y la corrupción, en un lejano tercer lugar, con 19%.

En definitiva, esos números sobre la percepción social del momento económico marcan que Cristina –y los que criticaban la línea estratégica de Alberto Fernández- tenía razón. El tema que puede darle una victoria a la oposición será el económico. El consumo por encima de todos los argumentos.